Alejandro García, psicólogo: «Si los alquileres costaran la mitad y la gente tuviera un salario decente, nuestras consultas se vaciarían»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Alejandro García es psicólogo y autor del libro Esto es normal.

El experto asegura que no todo el mundo necesita ir a terapia, pero alienta a acudir a quienes se ven incapaces de resolver sus problemas o su malestar por sí solos

08 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Día a día, desde las redes sociales, se nos bombardea con mensajes motivacionales, de positividad, del valor del esfuerzo y de la importancia de mostrarle al mundo una sonrisa en todo momento. Mensajes bien intencionados, quizás, pero no siempre útiles. La obligación de ser felices, de perseguir nuestros sueños y de nunca rendirnos son algunos de los temas que explora el psicólogo Alejandro García Alamán en su nuevo libro Esto es normal (Plataforma editorial, 2025). Ante este discurso negacionista del malestar, García propone pararnos para explorar cómo estamos y comprender que, lejos de ser patológicas, muchas de nuestras preocupaciones habituales son más normales de lo que podríamos pensar.

—¿Por qué cree que ha proliferado tanto este discurso del bienestar tan enfocado en suprimir las emociones negativas?

—Esto es algo que siempre ha estado de fondo, pero sí que es cierto que ha proliferado más últimamente, entre otros motivos, porque paradójicamente, las personas cada vez están sintiéndose peor. Aunque algunos hablan de una epidemia de ansiedad y depresión, a mí me parece un poco exagerado. Pero la venta de psicofármacos ha aumentado exponencialmente y no es casualidad que se despliegue todo un dispositivo orientado a fomentar en las personas esa búsqueda de maneras de ser felices por su propia cuenta, esa autoayuda orientada a mejorarse a uno mismo, a hacerse responsable de todo lo que pasa, a perseguir los sueños. El peligro de todo esto es que da por sentado que hay una receta única para conseguir la felicidad, y que esa receta es seguir ese proceso de mejora continua. Esto genera más malestar.

—¿Cuál es el riesgo de asimilar estos discursos?

—Lo que yo me encuentro en terapia son personas que, además de sentirse mal por no conseguir sus sueños, se sienten culpables porque no están consiguiéndolos. Detrás de esto hay lecturas de libros de autoayuda, pódcasts, vídeos en TikTok, en Instagram, donde todo el mundo les está diciendo a las personas que tienen que ser felices, que se levanten a las cinco de la mañana, que se realicen personalmente, que estudien, trabajen, mejoren, tengan hijos y los cuiden bien. Y con esto no se encuentran mejor, sino todo lo contrario. La gente viene sintiéndose infeliz.

—¿Cómo aborda esto en terapia?

—Depende del caso, pero a grandes rasgos, lo primero es analizar cómo es el día a día de la persona. Así podemos conectarla con lo que realmente está sintiendo y ver si su malestar ha sido impuesto desde fuera. Empezamos a desgranar el día a día de la persona y en el 99 % de los casos, vemos que es imposible que lleguen a todo lo que quieren, porque se están proponiendo metas que son excesivas para la vida. Si tú te has levantado a las 7 de la mañana para ir a trabajar y tardas una hora en llegar al trabajo, luego llegas a casa a las 7 u 8, ¿cuánto tiempo te queda para ti al final del día, para todas esas actividades que te has propuesto, el estudio, ver a los amigos, relajarte, practicar algún deporte, hacer las tareas de la casa, prepararte una comida decente? Es que es imposible. Pero hay personas que se sienten culpables porque llegan a su casa a las 8 de la tarde, después de toda una jornada laboral, y no les ha dado tiempo a hacer todavía más cosas. Ahí aparece la ansiedad, ahí está la tristeza o depresión.

—¿Cómo se sale de ese bucle?

—Tenemos que trabajar la culpa por no sentirse feliz, y después, también, trabajar qué significa ser feliz para la persona. Porque luego, muchas veces, hay una búsqueda de estímulos placenteros, confundiéndolos con felicidad, y una evitación de todos aquellos que generen emociones desagradables. Si ser feliz consiste en estar todo el tiempo en un estado de emociones positivas, eso es imposible. Hay que cambiar eso por un objetivo más alcanzable, que sería un estado de satisfacción general con la propia vida, entendiendo que a lo largo de ella te van a pasar cosas que no te van a gustar.

—¿Actualmente estamos menos preparados para afrontar la frustración y las emociones negativas que antes?

—Mi percepción es que sí, que estamos menos preparados para la frustración, por varias razones. Hay que pensar que venimos de generaciones que más o menos tenían ciertas expectativas vitales. Y ahora estamos pasando por una época bastante difícil. Mucha gente no puede independizarse, no tiene un trabajo que le dé para vivir. Sobre todo los jóvenes. Por eso, ellos están en un estado de despersonalización con respecto a la vida adulta. Hay muchos que ya ni se plantean prosperar a través del trabajo y el estudio. Y, a la vez, tienen unas exigencias enormes de autorrealización, de mejora continua, de ser excelentes en tantos aspectos y además, ser felices y perseguir sus sueños. El resultado es que tiene prisa por conseguirlo todo y evitar lo desagradable. Están evitando parte de la experiencia de vida. Por lo tanto, lo que van a hacer es aislarse.

—¿Cómo es nuestra relación con el fracaso?

—Te encuentras gente joven que se ha apuntado a unos estudios y, por lo que sea, no le gustan, y te dice: «Es que he perdido un año». Hay una enorme presión que se ve en los jóvenes, pero los adultos también la tenemos. Las redes sociales son un amplificador de esta presión.

—¿Por qué amplifican esa presión?

—Porque uno de los principales usos que les damos es proyectar una imagen de nosotros mismos que haga que parezca que cumplimos con todo esto. Entonces, yo puedo estar muy triste o preocupado por algo que pasa en mi vida, pero si voy a un restaurante, le voy a hacer una foto al plato, ponerle música y filtros, y subirla. Y si alguien la ve, va a pensar que esa es mi vida. Voy a subir mis logros, los sitios chulos a os que voy, las cosas agradables que hago. Te pasas un rato en Instagram, mirando perfiles, y parece que todo el mundo es exitoso, lujoso, excelente, deportista.

—¿Qué consejos daría a alguien que se identifica con estos problemas?

—Es necesario trabajar en aceptar la renuncia. Para poder desacelerar la vida, para poder entrar en un nivel satisfactorio de actividad, no excesivo, necesito, aparte de una reflexión crítica, aceptar que a veces me voy a equivocar. Y eso nos cuesta un montón. Tenemos mucho miedo a fallar, cuando realmente vivimos rodeados de errores. Si tú te fijas en tu día a día, vas a encontrar montones de cosas que no funcionan. Wifi que no va, electrodomésticos que se estropean, autobuses que no llegan, información mal transmitida. La mayoría de las veces, un error no tiene graves consecuencias. Muchas veces lo que hemos interiorizado como un error, ni siquiera lo es. Si hacemos una previsión y no se cumple, ¿hasta qué punto eso es un error? Muchas veces tenemos que decidir sin saber muy bien lo que nos vamos a encontrar. Si no aceptamos que eso es parte de la vida, vamos a evitar tener experiencias que son importantes. Hay que aceptar las emociones negativas.

—¿Cómo podemos llegar a aceptarlas?

—El paquete de emociones que tenemos es un sistema de señales, de las cuales, muchas son señales desagradables, son señales de alarma. Entonces, intentamos que la alarma no se dispare. Pero cuando a mí se me dispara una alarma, le tengo que hacer caso. Al menos ir allí, como cuando suena la alarma del parking. Acercarme allí a ver si realmente ha pasado algo o no. Hay mucha gente que llega con la alarma puesta y te dice: «Esto no tendría que estar sonando».

—En el libro alerta acerca de los gurús que dan consejos en redes sociales. ¿Qué señales nos indican que no deberíamos seguir a alguien o hacer caso a sus consejos?

—Si la persona es un profesional de la salud mental, mejor. Porque muchos han hecho un curso y se lanzan a dar consejos en redes. Hay que tener cuidado con esto, porque muchas veces, en realidad, te están vendiendo algo. En segundo lugar, si la persona no habla más que de sí misma y de su experiencia personal, mal asunto. Porque tú no puedes extrapolar tu experiencia personal al resto de la humanidad como fórmula de éxito. Por otro lado, si se dedica a tirar frases sencillas y perfectas que tienen aparentemente una lógica aplastante, pero no dicen nada, es una mala señal. Por ejemplo, esto de que si quieres, puedes. Algo que además es falso, hay mucha gente que querría conseguir cosas en su vida y no está pudiendo. Y hay que pararse a ver qué está impidiendo que pueda. El mensaje de «Consíguelo tú mismo», cuando hay cosas que no dependen solo de uno, me parece peligroso.

—Entre estos mensajes que circulan en redes está la idea de que todo el mundo debería ir a terapia. ¿Cree que es así?

—No. No todo el mundo necesita ir a terapia. Ahora mismo estamos en un boom de la psicología, pero, si pasado mañana los alquileres y los pisos costaran la mitad y la gente tuviera un salario decente, la mayoría de las consultas de psicólogos se vaciarían. Nosotros trabajamos en gran medida con el malestar psicológico generado por unas condiciones estructurales difíciles que hacen que la gente se encuentre peor. Ahora, si tú eres capaz de resolver situaciones vitales, de aprender a relacionarte de forma sana con los demás, que también se puede hacer por fuera de terapia, estupendo. Nosotros somos un recurso más que está ahí para cuando tienes un malestar psicológico que no consigues resolver por tu cuenta.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.