Se trata de una de las estructuras más sensibles del cerebro, por lo que cuidarla resulta fundamental para nuestra salud
30 dic 2022 . Actualizado a las 13:46 h.«La memoria es el centinela del cerebro», dijo Shakespeare. Es una función del cerebro necesaria para nuestra supervivencia y «es mucho más extensa de lo que entendemos vulgarmente», asegura Jesús Porta, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se trata de una estructura muy dinámica, pero también muy sensible, que puede verse influida por factores que pueden tanto disminuirla, como incrementarla. Como ejemplo de esto último: ¿A que sabrías decir qué estabas haciendo el 11 de septiembre de 2001? Los impactos emocionales se gravan con mayor intensidad en nuestra memoria.
Existen diferentes tipos de memoria
Antes de nada hay recalcar que tenemos diferentes tipos de memoria. Aunque solemos relacionar la memoria con nuestra capacidad para recordar eventos pasados, esta también es fundamental en actividades cotidianas de la vida diaria. Es decir, lo que se conoce como memoria inmediata. Por ejemplo, cuando vamos a una tienda y comparamos precios de productos o cuando marcamos un número de teléfono. «Esta memoria pasa a una de más largo plazo o, en ocasiones, nos la olvidamos directamente. Pasa muchas veces en la vida. Son elementos que tienen una importancia temporal y por lo tanto, solo los vamos a utilizar en ese momento. Es lo que llamamos memoria a corto plazo», explica Porta.
«Todos los hechos que vivimos los vamos a guardar en el cerebro en zonas distintas. Entendemos como memoria episódica a aquellos eventos que hemos tenido. Esto lo guardamos en una estructura del hipocampo, en esta memoria para recordar los eventos. Es la que se ve afectada de forma precoz en enfermedades como el alzhéimer», señala el neurólogo.
Por otra parte, la memoria semántica hace referencia a nuestra capacidad para recordar los nombres de las cosas. «Eso sobre todo está en el lóbulo temporal izquierdo. Esta también se ve afectada con algunas demencias, también en el alzhéimer», indica Porta. Gracias a este tipo de memoria detallamos para qué sirve una silla o enunciamos la palabra que corresponde a cierta definición.
Tanto la memoria episódica como la semántica se engloban dentro de las memorias explícitas. Los elementos que se almacenan en ellas son buscados de forma voluntaria y consciente, mientras que la memoria implícita hace referencia a actos aprendidos que solemos hacer de manera automática sin necesidad de pensar en cada movimiento de manera individual. Por ejemplo, andar en bici, conducir, tocar un instrumento o lavarnos los dientes. «Los animales y el ser humano, cuando realizamos una actividad muchas veces, esta se transforma en algo automático, en una memoria. Nos ocurre cuando alguien toca un instrumento musical. Al principio tienes que esforzarte por pasar la partitura al cerebro y de tu cerebro al instrumento musical, pero llega un momento en el que se hace de manera automática. Esto es lo que llamamos praxia»
Tipos de memoria
- Memoria sensorial o inmediata.
- Memoria de corto plazo: memorizar un número de teléfono y marcarlo.
- Memoria de largo plazo: aquí se encuentran los conocimientos duraderos.
- Memoria explícita:
- Episódica: hechos y experiencias vividas.
- Semántica: conocimientos de carácter general.
- Memoria implícita: lo que se almacena aquí se recupera de forma «automática», como andar en bici o tocar un instrumento.
- Memoria explícita:
No todos tenemos las mismas capacidades de memoria, incluso cambia con los años
«La gran virtud del homo sapiens es que somos todos muy diferentes», opina Porta. Eso explica por qué algunas personas tienen una gran capacidad semántica para aprender muchas palabras, que son capaces de recordar eventos que han ocurrido e incluso cómo iba vestida ese día cada persona (lo que se conoce como una gran memoria visual) o que son capaces de aprenderse el libro de memoria después de leerlo.
Sí que se podría hablar de algo común: el impacto emocional. «Los eventos que son emocionales los vamos a recordar con más facilidad, aunque lo que esté pasando no está relacionado. Un ejemplo que siempre ponemos los neurólogos es que todo el mundo sabe lo que estaba haciendo el 11 de septiembre de 2001, aunque no tuviera ninguna relación con lo que estuviera pasando en Manhattan», afirma el doctor.
Además, otro factor a tener en cuenta a la hora de hablar de capacidades de memoria es la edad: «Los niños tienen mucho potencial para las praxias. Aprenden rápido a practicar algún deporte o a realizar actividades de su vida diaria, mientras que la memoria semántica les cuesta un poco más. Pero según vamos desarrollando, el cerebro va cambiando. Y cuando llega una edad, las praxias o aprender nuevos movimientos nos cuestan mucho más», subraya Porta.
Los consejos del doctor Porta para una buena memoria
«El cerebro se está moviendo constantemente por medio de la sinapsis y la memoria es muy dinámica. Lo más sensible suele ser lo más reciente y lo último que solemos olvidar son los recuerdos que tenemos más consolidados, que suelen ser los más antiguos. Por eso muchos de los pacientes que padecen alzhéimer te dicen que se acuerdan perfectamente de dónde estaban hace diez años. Lo que más pierden es lo más próximo: dónde dejan la cartera o el móvil, por ejemplo», apunta el doctor.
Otro ejemplo que demuestra lo sensible que es nuestra memoria es que «cuando una persona se intoxica con alcohol u otros productos la memoria es una de las estructuras cerebrales que más se ven afectadas».
DORMIR
El primer consejo del doctor es tener un sueño adecuado. «Esto no se mide en horas, si no en no tener sueño durante el día. Si uno duerme cinco horas y no tiene sueño durante el día, no tiene que dormir siete horas; y si uno duerme 9 horas y durante el día tiene sueño, ese sueño tiene un problema. Hay que estudiarlo y ver por qué no duerme adecuadamente», recalca Porta.
«Galileo repasaba antes de dormir lo que había estudiado para que se le quedaran los conceptos en el cerebro durante el sueño y no hacía ninguna tontería. En la fase del sueño REM es donde se consolidan los recuerdos y por eso es fundamental. Tanto haber dormido bien ese día como dormir el día posterior», explica el neurólogo. De hecho, el doctor añade que en situaciones de estrés postraumático «lo que interesa es que el paciente no duerma bien esa noche o no tenga sueño REM para que no deje el recuerdo en la memoria»
HACER EJERCICIO FÍSICO
Está más que probado que hacer ejercicio físico tiene efectos sobre el cerebro. Diversos estudios han confirmado que la actividad física mejora la función cognitiva, la eficiencia, la atención, previene el deterioro cognitivo y, por lo tanto, también es beneficiosa para cuidar nuestra memoria.
SOCIALIZAR
«Aunque parezca mentira socializar hace que hablemos, recordemos cosas y es la forma más bonita y fisiológica de ejercitar la memoria», comenta el doctor. Quedar con la gente, hablar y debatir es una de las prácticas más beneficiosas para nuestra salud. Además, Porta considera que el problema de mucha gente que nota que va perdiendo memoria es que deja que socializar por el miedo al qué dirán: «Ese aislamiento hace que vaya todavía peor la memoria. Hay que hacer todo lo contrario. No hay problema en confesarle a la gente que te empieza a fallar un poco la memoria».
EJERCITAR LA MEMORIA
Puede parecer obvio pero, evidentemente, una de las mejores maneras de cuidar nuestra memoria es ejercitándola. «Quiere decir que tenemos que utilizarla y lo hacemos llevando a cabo aspectos cognitivos. Al que le guste la lectura, leyendo. Al que le guste el teatro, yendo al teatro. En este mundo que tenemos ahora mismo de recursos inmediatos con el móvil, que está muy bien y es algo que ha cambiado el mundo, debemos seguir utilizando la memoria con actividades de ese tipo».
EVITAR EL ESTRÉS
Podría decirse que es el eterno enemigo de nuestra salud. «El estrés hace que tengamos funcionando el cerebro como con varios programas a la vez y esto hace que perdamos mucho la capacidad de atención y, secundariamente, que tengamos la sensación de que nuestra memoria va a peor. Realmente lo que nos afecta es la capacidad de atención, porque si no estamos atentos, evidentemente no recordamos las cosas», explica.
ALIMENTACIÓN ADECUADA
Según las palabras del doctor, no existe ningún alimento que consumiéndolo, nos vaya a mejorar la memoria a corto plazo. No obstante, «una dieta mediterránea adecuada y variada va a hacer que tengamos un riesgo más bajo de padecer enfermedades neurodegenerativas, entre ellas, el alzhéimer».
TENER PROYECTOS
Tener proyectos nos ayuda a ejercitar el cerebro, no solo la memoria. Así lo explica Porta: «Estructuramos de una manera armónica la memoria con la visión del futuro, que es para lo que tenemos el lóbulo frontal. Y esto también nos va a ayudar muchísimo».
SER FELICES
Un cerebro feliz es un cerebro sano. «Es un esfuerzo que hay que hacer, sabiendo que la felicidad, al fin y al cabo, está en las pequeñas cosas de la vida», opina el doctor.
De esta forma, los días que hemos dormido bien y que no tenemos grandes preocupaciones, vamos a experimentar una mejor memoria. «Es decir, cuando nuestro cerebro no está dando vueltas a un problema o algún acontecimiento que nos ha marcado esos días vamos a tener mejor memoria que un día que nos levantamos cansados o que no hemos hecho ejercicio físico. Nos disminuye la atención y también la memoria».
También existen otros factores que pueden influir en nuestra memoria, como el consumo de algunos fármacos, así como padecer depresión, cuadros febriles o dolor crónico.
Cuándo preocuparse por problemas de memoria
Sabiendo todo lo anterior, esta debe ser la pregunta que queda por responder. Partiendo de la base de que todos sufrimos olvidos, ¿cuándo debo preocuparme? «Sinceramente creo que debemos alarmarnos cuando a la gente de nuestro entorno le llame la atención nuestros olvidos, más que a nosotros mismos. A veces en un mismo día sufrimos varios y nos agobiamos, pero si desde fuera ven que nos manejamos perfectamente, no suele haber problemas», responde Portas.
El segundo elemento a tener en cuenta según el doctor es que estos olvidos nos afecten en nuestro día a día. «Normalmente los olvidos que tenemos son poco importantes, pero si tú ves que no puedes desarrollar bien tu trabajo porque te falla la memoria, ahí sí que hay que estudiarlo. Porque al final en la vida que tenemos, rápida y acelerada, de mucho estrés, es muy habitual que todos tengamos fallos de memoria. Por eso cuando tenemos unos hábitos establecidos, fallar en esos hábitos también tiene importancia», concluye el doctor.