Las cinco claves de la ducha perfecta, según una dermatóloga: «No hace falta enjabonar todo el cuerpo a diario»
VIDA SALUDABLE
La doctora Ana Molina aconseja asearse con agua templada para que la barrera lipídica de nuestra piel no se vea alterada
29 ene 2025 . Actualizado a las 16:53 h.Imposible no pensar en una ducha de agua caliente cuando el frío azota a nuestro cuerpo. La mala noticia es que estas altas temperaturas se llevan por delante la grasa natural de nuestra piel. «Siempre lo digo: para los platos es fenomenal porque limpia de maravilla, pero para la piel, no», alertaba Ana Molina, dermatóloga miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet) de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), en esta entrevista publicada hace unos días a La Voz de la Salud. ¿Cómo debe ser, entonces, la ducha perfecta para nuestra piel?
1. La temperatura del agua
Molina menciona cinco características a tener en cuenta. La primera, cómo no, es la temperatura. «La de la piel es un poco más baja que la del resto del cuerpo. No está a 36 y pico grados, como la del interior del organismo, sino que sitúa en torno a los 33. Y lo que mejor le va, es una temperatura que se asemeje a esta», explica. Es decir, lo ideal es asearse con agua templada o, por lo menos, que se asemeje todo lo posible a esos 30 y poco grados.
2. Elegir un gel con un pH adecuado
Otro factor a tener en cuenta es el pH de los jabones que utilizamos para limpiarnos. «La piel tiene un pH ligeramente ácido, en torno a 5,5. Vamos a intentar usar geles de ducha que lo tengan similar», explica. La recomendación se versa, sobre todo, para aquellas personas que utilizan jabón natural «o incluso de Lagarto», para la higiene del cuerpo. «Algunos de ellos son casi como la lejía. Tienen un pH súper alcalino, en torno a 10 o 11 y, por lo tanto, a la piel le sientan fatal. La resecan mucho y le quitan su grasa natural», alerta.
3. No hace falta enjabonarse todo el cuerpo, ni hacerlo con esponja
«Los dermatólogos no somos muy fanáticos de la esponja, especialmente de estas que raspan la piel, porque solo la dañan y acumulan bacterias», asegura Molina. En su opinión, solemos recurrir a ella porque esta provoca espuma y esto nos hace pensar que nos estamos limpiando mejor, pero nada más lejos de la realidad. «Es aire. La esponja lo inyecta al jabón y por eso parece que nos lavamos mucho más, pero con la mano es suficiente».
En línea con esto, la dermatóloga alerta sobre otra práctica habitual en la ducha: «No hace falta enjabonar todo el cuerpo a diario. Con limpiar las zonas imprescindibles que generan mal olor, como las axilas, los genitales y los pies, es más que suficiente. No hay que sacarse brillo. Hay quien se enjabona entero todos los días e incluso dos veces». Así, en caso de que sea necesario una segunda ducha, ya sea porque se ha sudado al realizar ejercicio físico o por otra circunstancia, «que no sea con mucho jabón o simplemente con agua».
4. Lo que se hace fuera de la ducha también es importante: no frotarse demasiado con la toalla
Frotarse con la toalla al salir de la ducha también daña nuestra piel. «Y si hemos retirado la grasa natural de la piel porque no hemos usado jabones adecuados, hemos raspado mucho con la esponja y nos hemos sacado brillo y, además, con un agua muy caliente... Toda esa grasa natural que nos hemos llevado por delante hay que reponerla con grasa artificial», asegura Molina. ¿Cómo? Con productos hidratantes.
5. La crema hidratante, la gran olvidada en invierno
Para recuperar y regenerar la barrera lipídica natural de la piel es necesario echarnos cremas hidratantes después de la ducha. Y en esta época del año, solemos olvidarnos de este paso. «Es cierto que cada vez menos, pero sí que el mercado del skincare está muy focalizado en las rutinas de cosmética facial. Hemos entendido, tanto hombres como mujeres, la importancia de aplicar cremas en la cara, pero no en el cuerpo», sostiene.
Salimos de la ducha, no hace calor, y la crema da sensación de frío cuando la aplicamos. La ecuación perfecta para evitarla. «También porque te quedas como pegajoso al pijama o a la ropa. No es agradable», concuerda la experta. Pero no incluirla en la rutina también tiene consecuencias. «El primer síntoma suele ser el picor y ahí vemos los eccemas». También conocidos como dermatitis atópica, es una afección que hace que la piel se seque, pique o inflame.
Pero a problemas, soluciones. «Es importante recordar que hoy en día existen formatos de cremas que hidratan muchísimo sin dar esos dos problemas. Lociones muy aceitosas que no dan sensación de frío al aplicarlas, sino más bien de calor, y cremas muy hidratantes que no te dejan muy pringoso. Las fórmulas han mejorado mucho y, si no vamos a aplicar crema hidratante al salir de la ducha, por lo menos usar oleogeles», aconseja Molina. Estos últimos son aceites a los que se les añadido jabón, «y a la vez que limpian, también hidratan la piel».