Los expertos las consideran dos prácticas complementarias que ayudan a desarrollar diferentes capacidades físicas
18 nov 2025 . Actualizado a las 14:23 h.Cuando uno se adentra en perfiles fitness de Instagram puede encontrarse varias vertientes. Pero si se focaliza en público femenino, hay dos bastantes marcados: aquellas mujeres que practican actividades de bajo impacto, focalizándose en el control corporal, la postura y la movilidad; y las que prefieren un ejercicio físico más intenso, con carga o mayor requerimiento a nivel cardiovascular. Podría mencionarse un tercero que lleva a cabo ambas y que, en opinión de los expertos consultados, serían las que mejor están guiando su entreno. «Lo ideal es combinar ambos métodos, porque si hablamos de prevención de lesiones y mejora de salud metabólica, el entrenamiento con pesas nos puede aportar una serie de beneficios que solo con el pilates, no se alcanzan», avanza Óscar Viaña, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y miembro del Clúster Galego da Industria do Deporte e o Benestar.
El auge del pilates y otras actividades de bajo impacto
«Es cierto que desde hace unos años está existiendo un aumento de la demanda de actividades como el pilates o el yoga, con menos impacto», confirma Viaña. Según sus palabras, en el aumento de esta demanda confluyen varios factores: la divulgación de los métodos, el mayor conocimiento que existe sobre ellos y el márketing. «Al final, no deja de ser una actividad basada en el control de la respiración y corporal, con beneficios en la postura y la movilidad. La sensación después de una sesión de pilates es muy agradable. Le sumamos un bajo impacto a nivel cardiovascular, metabólico y articular. Todo eso hace que resulte muy interesante a ciertos grupos de población», explica.
El pilates fue desarrollado por el alemán Joseph Pilates (de ahí su nombre) a principios del siglo XX. Inicialmente llamado «contrología», se originó como un método para mejorar la salud física y mental. Durante la Primera Guerra Mundial, su fundador perfeccionó la técnica en un campo de internamiento inglés, donde la usó para rehabilitar heridos, adaptando ejercicios a las camas de los prisioneros y creando los primeros aparatos. Al acabar el conflicto emigró a Nueva York y abrió su primer estudio. El método ganó popularidad gracias a sus discípulos.
«Las máquinas clásicas de pilates, que ahora han evolucionado, eran aparatos que él tenía en su hogar y que personalizaba, para poder tumbar a la persona, ayudarla, hacer algún tipo de movilización que, por sí sola, no podía hacer», explica Enrique Fraga, vocal del Colexio Oficial de Licenciados en Educación Física e Ciencias da Actividade Física e do Deporte de Galicia (Colef), con más de veinte años de experiencia impartiendo pilates. Así, «esta práctica se centra en el control del movimiento, mientras que cuando hacemos entrenamiento de fuerza nos centramos más en la capacidad condicional que tiene nuestro músculo para evitar tensión muscular y vencer resistencia», avanza.
Actividades que no compiten, sino que se complementan
«El método pilates viene más determinado para que una persona tenga un buen control de movimiento y de su postura», sostiene Fraga, que añade que el ser humano tiene, «simplificándolo mucho», dos tipos de musculatura: la más profunda y la más superficial. «Nuestro cuerpo se va distribuyendo en capas, desde la más profunda a la más superficial. Los músculos más profundos son, principalmente, más posturales. Tienen menos capacidad de aplicar grandes fuerzas, pero son menos fatigosos. A través de ejercicios de pilates buscamos influir más sobre ella», explica. En cambio, cuando se practican ejercicios de fuerza, «utilizamos los músculos más superficiales, que tienen mayor capacidad para aplicar fuerza, pero también son más fatigosos».
Sin embargo, en nuestra vida diaria, trabajamos con los dos tipos de musculatura. «La profunda nos aporta estabilidad y control, mientras que la superficial me permite ejecutar y desplazarnos, mover cargas. Por ejemplo, un culturista tiene esta última muy trabajada, pero esa descomposición con la más profunda provoca, muchas veces, lesiones».
De esta forma, cuando se trabaja la fuerza con pesas, lo que se busca es añadir peso o resistencia. El objetivo es que el músculo reaccione en mayor medida que si lo hubiera hecho solo con el peso corporal. «A veces, para conseguir una mejora de la fuerza máxima, lo que se intenta es conseguir una tensión máxima del músculo manteniendo la posición en un rango articular concreto durante mucho tiempo, o añadir un peso o una resistencia que obliga al músculo a ir más allá», sostiene el vocal del Colef. Por lo tanto, cuando solo se trabaja con el peso corporal, como en la práctica de pilates, no se va a tener un efecto sobre la fuerza máxima como se tendría trabajando con sobrecargas.
Los beneficios de entrenar fuerza
La fuerza es una capacidad física, pero tiene diferentes tipos de manifestaciones. Fraga enumera la máxima, que sería aquella capacidad límite que tenemos de aplicar tensión muscular o de fuerza que podemos lleva a cabo. Pero también existe la potencia, «que sería la máxima capacidad de fuerza que tenemos aplicando velocidad, así como la de resistencia, que englobaría nuestra destreza resistiendo a la fatiga de un movimiento repetido de fuerza». Así, en el pilates se trabaja la capacidad de los músculos a moverse en un rango articular determinado, resistiendo a la fatiga en las actividades de la vida diaria, mientras que si se entrena con pesas, se puede trabajar más esa capacidad máxima que tienen los músculos.
Para entenderlo mejor, Fraga aterriza conceptos con un ejemplo de la vida diaria. «Existen muchos movimientos de nuestra rutina que implican levantar cargas como paquetes o la compra del supermercado, que solo con el método pilates, si son cargas elevadas, me va a costar más».
La individualización de cada caso y la posible reticencia de las mujeres al ejercicio de fuerza
Ambos expertos confirman que disciplinas como el pilates tienen un público mayoritariamente femenino. «Posiblemente por esa sensación de ejercicio suave, de bajo impacto, del impacto de postura que se alcanza», confirma Viaña. Por su parte, Fraga confiesa que «en todos mis años de experiencia impartiendo sesiones de pilates en grupo, a lo mejor hablamos de que no llega al 5 % del público masculino porque este no implica mover cargas que puedan tener como consecuencia la hipertrofia muscular».
Lo que a nivel de calle se conoce como «ponerse cachas», es un miedo que siguen teniendo algunas mujeres. «Muchas nos dicen: "No quiero levantar pesas porque me voy a poner como aquel chico de ahí". Cuando no es así, porque depende del tipo de ejercicio que hagamos, el entrenamiento, la genética, la dieta, existen muchos factores que importan», comenta Fraga.
Con todo, coinciden en que ese temor es cada vez menor, debido a la investigación y divulgación al respecto. «Nos estamos encontrando con mujeres que acuden a centros de actividad física demandando este tipo de trabajo de fuerza porque saben que es beneficioso tanto para su metabolismo, como para su salud ósea y postural».
Un fenómeno que se da tanto en el público femenino, como en aquel que ya tiene una edad avanzada. «Muchas personas no han hecho ejercicio en su vida y se introducen a través del entrenamiento personal en el trabajo de fuerza, y a partir de ahí van progresando. Conocen los beneficios que pueden tener en cuanto al control o la mejora de la calidad ósea, de masa muscular, de poder hacer actividades tan sencillas como subir unas escaleras, sentarse en un sofá y levantarse sin problema, o coger en brazos a sus nietos. Por todo esto, tenemos que desmitificar el trabajo de fuerza y darle la importancia que merece», concluye Viaña.