Todas las armas policiales de Lugo deberían ser revisadas tras el doble crimen de O Ceao

X. Carreira

LUGO

06 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Una simple revisión liviana del sumario del doble crimen del autoservicio de O Ceao, perpetrado hace ahora 14 años, revela algunas lagunas relativas a los primeros meses de la investigación, la época considerada clave para poder llegar hasta el asesino o asesinos. Aunque se llegó a ordenar una revisión de todas las armas utilizadas por los cuerpos de seguridad de la provincia y particulares que correspondiesen con el 9 milímetros parabellum, parece que el trámite no llegó a cumplirse en su totalidad. Un experto tirador olímpico recordó ayer que, en efecto, a ellos les pidieron las armas, pero destacó que no había sucedido lo mismo con algunas de los cuerpos de seguridad. Recordó que, por aquel entonces, eran muy pocos los tiradores olímpicos que utilizaban armas de tales características.

El hecho de que en el lugar del crimen apareciesen casquillos del 9 parabellum motivó que el instructor optase, no solo por revisar las armas de la policía sino también las de la Guardia Civil e incluso las de algunas modalidades del tiro olímpico.

Del interior de la nave del autoservicio fueron recuperados, al menos, cinco casquillos de bala de 9 milímetros. Que fueran recogidos por los investigadores permite que se pudieran hacer pruebas de balística. Con las armas del mismo calibre se hace un disparo y, posteriormente, los técnicos pueden comparar si las marcas coinciden o no con los casquillos que aparecieron en el Cash Récord.

Las primeras hipótesis apuntan a que Esteban Carballedo, uno de los empleados muertos en el sangriento crimen, se percató de la presencia de los asesinos. Del análisis de como apareció su cadáver y otros detalles existe la posibilidad de que este hombre, vecino de la parroquia de Suegos, en Pol, o bien intentó escapar de los delincuentes (se cree que pudieron ser dos) o, por el contrario, vio que le disparaban y pudo esquivar una de las balas. La segunda, sin embargo, le dio de lleno en el cráneo.

Ella apareció sentada

María Elena López Rodríguez, la cajera, apareció sentada en la mesa de la oficina. Parece que fue ella la primera a la que dispararon los asaltantes. Todo eso sucedió, posiblemente entre las siete y media y las ocho y media de la tarde del 30 de abril de 1994, poco después de que el último cliente, del que no consta que se haya identificado o localizado, abandonase el local. En su momento, el encargado del establecimiento llegó a informar a la policía de que había un registro de compradores de ese día a través de los albaranes que se hacían en el ordenador. De hecho, los investigadores recogieron trozos de uno de ellos que alguien rompió.

Fue la hermana de la fallecida la que descubrió la tragedia. Esa tarde de sábado había quedado en ir a buscar a María Elena y no dudó incluso en llevar a los dos hijos de ésta. Estuvo esperando un buen rato, casi una hora, hasta que en vista de que no salía, entró al establecimiento a buscarla. Lo que vio, al parecer, fueron los pies del joven asesinado que estaba en el suelo. Esta circunstancia hizo que abandonara el lugar con los niños, sus sobrinos, y reclamara la presencia de su cuñado. De nuevo volvieron al lugar y pudieron completar una escena trágica. Posteriormente un camionero avisó de lo sucedido a un vigilante de seguridad y ya fue puesto en marcha todo el mecanismo habitual en estos casos.

Llegó la Policía Local

Los primeros que llegaron al lugar del doble asesinato fueron agentes de la Policía Local. Esta circunstancia, con el paso del tiempo, fue objeto de múltiples comentarios en el sentido de que, posiblemente, no recabaron todos los detalles precisos. Los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía llegaron posteriormente, en torno a las once de la noche, presuntamente algo más de dos horas después de que se hubiese cometido el crimen.