«La Muralla está en mi vida, mis hijos se criaron a sus pies»

G.G.U. LUGO/LA VOZ.

LUGO

Más de 20 niños de generaciones Carro han jugado en casa, pero junto al muro

28 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

En los muchos meses en los que la maleza tapiza la pared interior de la Muralla, Aurora Carro quisiera poder cruzar los pocos metros que separan su terraza del monumento y arrancarla ella misma. «También me da mucha pena que las palomas, a veces, hacen nido entre las piedras», dice asegurando que hubo épocas en las que había muchas.

Después de 36 años viviendo en la calle Clérigos, a la estanquera, ya jubilada, Aurora Carro se le escapan muy pocas cosas sobre la Muralla. «Lo he vivido todo. Primero porque como lucense le tengo mucho cariño. Cuando era una niña daba una vuelta cada día con mi padre, y después íbamos corriendo a comprar cacahuetes a unos soportales que estaban junto a la plaza de Santa María. Después, porque mis hijos y mis sobrinos se criaron aquí, en la terraza de casa y a los pies de la Muralla».

Los seis hijos y los siete sobrinos de Aurora Carro vieron pasar los días de verano de su infancia y primera juventud en la piscina de plástico que su madre instalaba en la terraza de casa y los de las grandes nevadas -«porque antes nevaba más», dice- haciendo muñecos en el mismo sitio y siempre con la Muralla de fondo.

«Jugaron y disfrutaron mucho», afirma. Ahora, son los nietos de Carro quienes hacen lo mismo en la amplia terraza a la vista de todo el que pasa por el adarve. Esto, a pesar de lo que pueda parecer, no es ninguna molestia para la familia. «Los niños muchas veces saludan al que pasa o si se asoma un perro al adarve y la gente corresponde, o si pasa algún conocido nos llama... Para mí, vivir aquí tiene muchas más ventajas que inconvenientes».

Una de ellas es, obviamente, tener una vista privilegiada de la construcción romana, a la que la familia Carro vio transformarse con el paso de los años. «Al principio, es cierto que estaba más fea, pero la verdad es que se mantuvo muy bien con las casas pegadas y, después, cuando las quitaron, se cuidó y arregló mucho», asegura.

La romanización no solo está frente a la galería de este domicilio, sino también dentro, porque los hijos de Aurora Carro aún guardan algunos recuerdos de la época de la operación Muralla Limpia, como por ejemplo, unas monedas romanas que «encontraron al volver del colegio entre las ruinas y todavía están aquí».

Pureza

Pero para ella, el principal atractivo de su casa es que «a mí siempre me pareció que aquí el aire es más puro, porque entre la casa y los coches está la Muralla, y en este tramo tiene altura, así es como si nos protegiera de la contaminación. Igual alguien que sepa de medio ambiente me dice que estoy equivocada y que aquí se respira lo mismo que en la ronda, pero yo siempre tuve esa sensación de pureza». Por este motivo, ella también pasa todo el tiempo que puede en la terraza de la trasera de Clérigos y, durante el invierno, en la galería. «Como le da el sol, en invierno se está muy bien a mediodía y aquí hago mucha vida», afirma.

Junto al domicilio de Carro hay otros tantos que tienen terrazas similares, pero la suya es reconocible por la cantidad de triciclos y juguetes que hay recogidos bajo una mesa. «Lo tengo preparado para que los niños puedan salir a jugar en cuanto vienen», concluye.