Miedo en la clientela: «Los de 40 y 50 años todavía no han venido por aquí»

LUGO

Terraza en la Praza da Soidade
Terraza en la Praza da Soidade LUCÍA R. PEÑA

Los hosteleros que han reabierto tienen los locales listos para que la gente entre, pero consideran que muchos desconfían

28 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Algunos se quedan en la puerta y esperan a que les indiquen el protocolo para acceder al local, otros gritan desde dos metros más allá para saber si pueden entrar a recoger un café para llevar. En plena fase dos de la desescalada, la hostelería ve cómo su clientela actúa con miedo, pese al aforo restringido y las garantías sanitarias. Apuntan a un perfil en concreto: personas de mediana edad que todavía no han retomado su café, su caña o su vino.

«En las terrazas se ve a mucha gente joven, quizá porque tienen menos miedo, pero yo no veo a mi clientela habitual. Los de 40 y 50 años todavía no han venido por aquí», señala Emilio Martínez, propietario del Riba, ubicado en una esquina de la Praza do Campo. Cree que estos consumidores son «reticentes» a salir y entiende que quizá sientan «miedo». Justo lo dice en el momento en el que pasa una bayeta sobre los taburetes dispuestos en su terraza para desinfectarlos.

Sin bandeja de pinchos

Ese rigor en la aplicación de los protocolos sanitarios se ha llevado por delante la bandeja de pinchos: «No dejaba de ser una fuente de contagio y todo lo que podamos contribuir a minimizar cualquier riesgo... Desapareció y no creo que vuelva por los siglos de los siglos», vaticina.

Julio Mato, dueño de La Oficina, justo enfrente del Museo Provincial, no ha visto «a la gente con la alegría que solía tener en las terrazas». «Influye que tienen miedo», razona. Mucha gente le ha preguntado desde fuera si podía entrar en el local. Desde la puerta y sin saber que ya podían pasar, le han pedido también cafés para llevar. «Gente, por ahora, no hay mucha», reconoce Mato cuando el sol luce en toda la Praza da Soidade y solo están ocupadas un par de mesas de muchas de su terraza.

La lluvia como aliada

Hay quien confía al cielo la capacidad de convencer a la gente para que vuelva a entrar en los locales. «Tienen que venir dos días de lluvia, ya verás como al final entran», aventura Luis Miguel Rey, encargado de la cafetería Cioccolato, en la calle San Pedro. A su juicio, la gente aún está «despistada» con las normas y no tiene muy claro que esté permitido el acceso al interior. En su caso, abrieron el pasado lunes con una terraza ubicada a la entrada de la calle del Progreso, donde además de cafés sirven platos combinados. La respuesta ha sido por ahora «tranquila».

«Como la primera vez»

Esa misma calma se respira en la Confitería Madarro, un negocio con casi 130 años de historia. «Es como empezar de cero, como la primera vez, pero con el local ya montado», afirma Montse González, una de las socias, que recuerda cómo ni la guerra había conseguido cerrar sus puertas durante tanto tiempo.

Aunque se muestra «contentísima» de haber comprobado la fidelidad de su clientela, con la que empezó a reencontrarse la semana pasada, admite que «la cosa va muy despacio». Con un horario aún reducido y a la espera de habilitar la semana que viene la zona interior del local, se vuelcan en la terraza instalada en la calle de la Reina y en los pedidos que sus clientes, entre los que también hay negocios, encargan con días de antelación.

Terraza del Restaurante Campos
Terraza del Restaurante Campos LUCÍA R. PEÑA

Rúa Nova: el 90% cerrado

«¿Quién va a entrar aquí teniendo esas terrazas tan grandes?», se pregunta José Castro, dueño de La Romana. Su bar se encuentra en pleno corazón de la Rúa Nova, donde más se estrecha la calle y donde más se dificulta la tarea de mantener una distancia de metro y medio entre peatones. A su alrededor, la imagen es casi idéntica a la de la fase uno de la desescalada. El American, el Tres Pés, el Rúa, el Berna y el Noia, por citar algunos de los negocios ubicados en la zona de vinos, continúan cerrados.

Castro decidió abrir el martes y aunque ha vuelto a cortar manualmente el jamón que hace de su bar un rincón especial, ve la reapertura a muy poco gas. «De momento esto va muy mal», reconoce. Cuenta con apenas dos mesas en el exterior, donde a mediodía paraba una pareja a tomar una caña. Dentro, un hombre sentado a una mesa aguardaba para ser atendido.

A unos metros de La Romana, en dirección a la plaza que vigila San Vicente, florecen sobre la calle empedrada las mesas del Restaurante Campos, que reabrió el martes su servicio fuera y dentro del local. En su terraza confluyen una pareja, dos mujeres y tres hombres, todos a la distancia adecuada, la misma imposible de guardar solo unos metros más allá y que tanto dificulta la reapertura para la mayoría.