
El prestigioso médico catalán de raíces lucenses habló ayer para los alumnos del Lucus Augusti
24 may 2021 . Actualizado a las 11:50 h.José María Vázquez Vázquez, (Barcelona, 1960) es un reputado psiquiatra, máster en drogodependencias por la Universidad de Barcelona; desarrolla su labor clínica en el C.A.S. de Sans, (Agencia de Salud Pública de Barcelona); responsable del departamento de Psiquiatría de la Asociación Bienestar y Desarrollo. También es miembro del Comité Operativo de Salud Mental y Adicciones de Barcelona Izquierda. Es vocal autonómico por Cataluña de la Sociedad Española de patología dual y formador de residentes de psiquiatría en el Hospital Clínico de Barcelona, en el Son Espaces de Palma y en el hospital Ramón Mejías de Buenos Aires. Además, es profesor colaborador en el máster de salud mental comunitaria de la Universidad de Barcelona. Presume de ser hijo de un matrimonio de Portomarín que emigró a Barcelona —él ya nació allí— que cada vez que traspasa Pedrafita siente que vuelve a su lugar natural. Ayer impartió una videoconferencia para alumnos del IES Lucus Augusti que triunfa hace tiempo en España y que lleva por título Don Quijote de la Mancha: el camino de la locura al esoterismo.
—No es fácil presentar a alguien con un currículo tan amplio. ¿Cómo se presenta usted cuando le preguntan quién es?
—Un psiquiatra que trata a la población desde la base, intentando entender el dolor del alma. Ante todo, una persona, con unos conocimientos para entender el dolor del alma, que es algo abstracto y por ello, difícil de calibrar. Un psiquiatra es un médico que trabaja sobre algo que va más allá de lo humano. Puede haber cerebro sin alma, pero no un alma sin cerebro. El dolor del alma es terrible, y trabajar sobre algo abstracto como el alma es difícil y obliga a estar muy pendiente de las historias personales de los individuos y a escuchar para determinar un diagnóstico. Por último, diría que trato a personas; personas con alteraciones en la esfera mental, con dolor del alma.
—¿Qué hace un psiquiatra?
—Su función principal es ayudar a otra persona a reescribir su historia sin que esta le haga daño. Esto ha sido mi dedicación en más de 30 años de profesión. Cuando alguien tiene un dolor importante a nivel del alma, hay que ayudarle de una forma cariñosa, científica, profunda y sobre todo, entendiendo su corazón. Y ayudarle significa que la vuelva a revivir y que la analice bien y que la modifique, —la reescriba— porque el pasado no se puede borrar, pero sí modificar para que no nos haga daño.
—Vamos a su conferencia. ¿Qué enfermedad tendría Don Quijote?
—Hay muchos estudios que intentan trabajar sobre Don Quijote, personaje de ficción. Tendríamos que tener a la persona para poder escuchar y describir más síntomas. Pero como Cervantes tenía conocimientos de medicina, dejó muy bien descritos los detalles. Se dijo que tendría esquizofrenia, depresión, atrofia cortical ... pero yo diría que Don Alonso Quijano tenía una obsesión que le llevaba a la puerta de la locura. Cuando los hombres se obsesionan con algo y restringen todo lo demás, esa obsesión es la puerta de entrada a la locura. Don Quijote tiene la locura de lo absoluto: la persona que se obsesiona con algo y elimina todo lo demás, y esa creencia le lleva hacia un mundo de locura porque llega a creerse sus propios personajes.
—¿De qué trató fundamentalmente su videoconferencia en Lugo?
—Con ella pretendo que la gente abra su mente, con un trayecto que recorre las viñetas del Quijote. Primero se revisan desde una visión psiquiátrica y después desde un puesto opuesto: el esoterismo. Pero además intento relacionar lo que nos explica Don Alonso con la cábala, los evangelios nósticos, la física cuántica. Porque no es una parodia de libros de caballería. El Quijote es un libro que encierra la sabiduría humana en todos sus aspectos: la matemática, la medicina, la física, la psiquiatría, psicología. Pero sobre todo es un libro que habla de emociones, que son muy importantes porque pueden cambiar el entorno de nuestra vida. Pretendo que partiendo de la dualidad fantasía-razón, hacer pensar a la gente. Y utilizo científicos eminentes de la psiquiatría y profesores de antropología y de lo sobrenatural y el esoterismo, pero sobre todo desde mi visión del trato diario personal con la gente. Porque el Quijote sigue tan vigente que se puede aplicar desde el día a día. No solo habla de locura, sino de problemas de obesidad, traumatismos, dolor, lipotimia, infarto, dermatitis, sordera, sonambulismo... Es el mejor tratado para poder estudiar medicina y nos puede abrir la mente, para entender que la vida tiene matices, de los que hay que estar pendientes para entender la realidad.
—Especialmente complicada en estos tiempos de pandemia.
—Decía Miguel de Cervantes a través del Quijote que la pluma es la lengua de la mente. Lo que se escribe y se reescribe es la forma que la mente tiene de expresarse; por eso la función del psiquiatra es importante. Y llevo más de 30 años dedicado a ello. El dolor orgánico es duro, pero el dolor del alma, mucho más. Y en este tiempo, la ansiedad, los intentos de suicidio —sobre todo en jóvenes— han aumentado muchísimo. Imaginemos el dolor que está sufriendo la humanidad con el covid. El psiquiatra tiene que tener mucha sensibilidad y —estando él bien también— ayudar a la sociedad a que supere el dolor del alma.
—¿Es un libro desaprovechado el Quijote en España?
—Es el libro más leído y el que más traducciones tiene a nivel mundial después de la Biblia. Pero España es un país complejo, porque no estamos orgullosos de lo que somos. Tenemos una riqueza brutal, pero no somos conocedores de ella. Entonces, el Quijote tenía que ser el libro de cabecera de toda la gente que nace en España, y estudiarlo, porque es un tratado de información brutal. Pero hay que saber leerlo.
—¿En qué sentido?
—Yo, de chaval, tuve la oportunidad de estudiarlo en el colegio La Salle. Leíamos un capítulo y luego la crítica de ese capítulo, y luego el profesor nos pedía hacer la crítica sobre la crítica. Nos aprendía a pensar. Pero ¿cuánta gente lo ha leído en España? muy poca. Está totalmente desaprovechado.
—Cuente otro argumento de su conferencia con los alumnos del IES Lucus Augusti.
—Con ella también pretendo crear mucha duda en el que me escuche, porque la duda es muy importante. Ramón y Cajal se pregunta en un texto por qué Cervantes hizo loco a su hidalgo. Y otro autor le contestó que Cervantes hace loco a Don Quijote porque el progreso depende de gente poco razonable. La ciencia no es más que una audacia de la imaginación. Para crear ciencia hay que sembrar duda. La duda es la que excita el pensamiento, la que obliga a programar, a hacer cosas nuevas, a crecer. En mis 30 años de profesión, esta es la parte que siempre más me ha gustado de la docencia. Yo siempre estoy dudando de las cosas: crear dudas que permitan crear ciencia. Decía Ortega y Gasset que ciencia es aquello sobre lo que siempre cabe discusión.
—Como buen gallego, la duda por delante.
—Siempre digo que nací en Cataluña, pero soy hijo de padres gallegos, y español. En casa hablábamos gallego; en el colegio, castellano, y con los amigos, catalán. Fui criado en el trilingüismo. Me siento muy orgulloso de tener estos tres pilares fundamentales en mi vida. Creo de verdad que el gallego es el idioma mas bonito para hacer el amor a otra persona: es un amor suave, dulce, que recorre las venas. Y creo que un gallego es aquella persona que se hace preguntas. Y creo que Galicia es tranquilidad, suspiro, aroma, encanto, conexión con las emociones. E falar galego é marabilloso.
«Es un error ocultar los suicidios porque ya afectan hasta a los adolescentes»
—¿Se debe informar de los suicidios que ocurren a diario y cada vez más, o no se debe hacer para evitar un supuesto efecto imitación?
—Me parece un error terrible no publicar y hablar de los suicidios, porque es parte de la esencia del hombre. Los psiquiatras tenemos siempre la obligación de preguntar por ello porque hay personas que están en un túnel oscuro del cual no saben cómo salir. Lo único que se les ocurre es eso, y hemos de hablar de ello. Nosotros en Cataluña tenemos el programa de riesgo suicida, y cuando viene una persona y dice que ha pensado en la muerte, tenemos que activar un código porque necesita ser escuchada y hay que entenderla. Hay que hablar del suicidio. Porque hay un aumento entre la población adolescente. ¿Qué estamos haciendo mal? Dónde está el problema? ¿No hay valores? ¿No hay apoyo a la juventud? ¿Cómo estamos formando a las generaciones futuras? Se debería hablar mucho más del suicidio en los periódicos y no evitarlo.
—¿No causa nada negativo publicar los que se producen?
—Depende como se publique. Si se hace en plan sensacionalista, no es positivo. Según se enfoquen las cosas, vamos a obtener un resultado u otro. Hay formas de atajar el problema, pero ninguna pasa por no hablar de ello. La gente, la administración, la sociedad en general, tiene que pararse a pensar hacia dónde vamos. La mente es un mundo terriblemente complicado. Cada uno es un mundo y entre los que se suicidan, las estadísticas dicen que el 85% tiene una depresión mayor; el 10% esquizofrenia y el resto, otros trastornos mentales. Por eso hay que preguntarse qué pasa, qué estamos haciendo mal, y por qué ahora la tasa se está disparando. ¿Cómo nos queremos ver en cinco años? Porque a veces en psiquiatría solo se mira el síntoma, pero hay que mirar el aspecto social, familiar y personal. Lo que no se conoce, no se puede mejorar. Por ejemplo, la depresión sigue siendo una enfermedad estigmatizada, y la gente que se deprime no lo cuenta. Y quienes tienen problemas en la esfera mental, son personas, eso no significa que sean imbéciles.