«Sirat»: Imprescindible

LUGO

29 jun 2025 . Actualizado a las 12:58 h.

Quien esto escribe, y ya lleva mucho cine visto a sus espaldas, hacía años que no se encontraba con dos hechos consecutivos al finalizar una película en una sala comercial con palomitas de por medio: que el público aplaudiese y que se quedase hasta el final de los títulos de crédito. Eso lo ha conseguido Oliver Laxe con su magistral «Sirat», una obra mayor en una filmografía que a cada paso que da agiganta la figura de un autor único en el panorama del cine mundial.

Quizás en Galicia o en España no somos aún conscientes de la dimensión artística que tiene Laxe en el séptimo arte actual. Sus obras y, no menos importante, sus reflexiones sobre la experiencia cinematográfica, le posicionan en un lugar privilegiado, que le emparenta en una lista de maestros del cine, con figuras que el mismo admira, como Bresson o Tarkovski.

No digo que Laxe sea un autor equiparable a estos dos monstruos del cine, pero sí que su obra sigue fiel a una tradición que lo coloca en la vanguardia del cine como una experiencia que trasciende el propio hecho de sentarse en una butaca.

Pero en «Sirat», su cuarta película, consigue un paso más en su afán por llevar un mensaje, ya sea de esperanza o de desesperanza sobre los tiempos que corren, al ser capaz de no renunciar a su manera de entender el cine, pero con códigos propios del cine, digamos, más comercial. Eso sí, con los riesgos que supone que existan deserciones a mitad de sesión de espectadores que no son capaces de asimilar una experiencia que los retrata o que retrata a una sociedad cruel y dura (los mismos que luego aplauden la sangre y la crueldad del cine de Tarantino, por otra parte estupendo).

Oliver Laxe acrecienta su leyenda y su cine ya se pone en el camino de coger el testigo de sus maestros y continuar un legado de arte incómodo, pero directo al corazón. Imprescindible verla.