¿Será tan fuerte el huracán Trump?

María Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

JIM WATSON | Afp

Algunas medidas proteccionistas que ha propuesto en campaña chocan con el interés de sus aliados en el Congreso; de momento, su elección ha alterado la agenda de la Reserva Federal

13 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los sombreros de Gooring Brothers son famosos en Chicago. La marca nacida en Pittsburg (Pensilvanya) en 1895 ha protegido la cabeza de miles de personas a lo largo de los años. Pero hace tiempo que entre su numeroso stock hay más de una pieza «made in China». Lo mismo pasa con los vestidos de diseñadores norteamericanos como Diana von Fustemberg o Calvin Klein. Por no hablar de algunos de los productos Apple que se exhiben en la lujosa tienda de la multinacional en North Avenue. En un mercado cada vez más global, hace tiempo que los norteamericanos, como el resto del planeta, se han acostumbrado a comprar esos productos obviando mirar la etiqueta. Pero ahora, en un país en el que las dinámicas del libre comercio están totalmente enraizadas, tomará el timón a partir de enero Donald Trump. La cuestión es que, en parte, ha llegado al poder gracias a enarbolar un programa de medidas proteccionistas dirigidas a conquistar a aquellos que perdieron el sueño americano. Pero muchas de las reformas que pretende podrían quedarse en eso: un sueño. Solo habrá que esperar y ver. Lo que ya ha provocado la elección de un hombre con el que nunca se sabe es una alteración en la agenda de la Reserva Federal. Como explican los diarios económicos, la probabilidad de una subida de tipos para diciembre ha caído del 80 al 50 %, un movimiento que va en paralelo a una subida del euro frente al dólar, hasta alcanzar un cambio de 1,13 dólares.

Pero más allá de eso, una de las propuestas lanzadas a bombo y plantillo durante la campaña, aunque en realidad no se ha parado a detallarla, es el endurecimiento a medio plazo de los tratados de intercambio de productos abiertos con China, Canadá o México. La idea de Trump es volver a fabricar en suelo norteamericano, una medida con la que prometió que crecerían las tasas de empleo en industrias como el automóvil, la tecnología o el propio textil, ahora deslocalizadas a terceros países. Pero probablemente ese plan a medio plazo chocará con un muro todavía peor que el que quería construir con fondos de México para proteger la frontera del Río Grande: sus aliados en el Congreso. Como explica el periodista Francisco de Zárate en Clarín aludiendo a la bitácora de Ian Bremmer, «las personas a las que perjudicaría esa medida tienen tanto poder en el Congreso como para que no prospere».

Llevarlo a cabo podría ser un arma doble porque las empresas norteamericanas perderían competitividad en el extranjero. Por no hablar de que China podría tomar la revancha obstaculizando la presencia de empresas norteamericanas en su país o reforzando el comercio con aliados como Australia o India en detrimento de Estados Unidos. La guerra comercial estallaría de inmediato.

Pero su plan de medidas proteccionistas va mucho más allá. Para encontrar una de las más populistas no hay que buscar mucho, porque tanto Canadá como México, los dos países afectados, han respondido ya a su presunta y futura puesta en marcha. Es la de reformular los Tratados de Libre Comercio con América del Norte y con Europa. Su idea es proteger los productos autóctonos frente al importado. No tendría para ello ni que echar mano de una subida de aranceles del 10 %, algo que como explica el investigador del Real Instituto Elcano Miguel Otero, ya hizo Nixon. Bastaría, por ejemplo en el sector alimentario, con poner unas medidas sanitarias más estrictas aún que las hay con productos como el jamón.

Pero eso no solo chocaría con las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). También con lo defendido en su momento por el que sería vicepresidente, Mike Pence. Pero basta repasar los números: el valor del intercambio comercial Estados Unidos- México alcanzó el año pasado los 531.000 millones de dólares. Con Canadá fue de 670.000.

Fuera de las consecuencias macroeconómicas, solo los supermercados, las tiendas de delicatessen o los nuevos bares degustación tendrían que cambiar tanto sus lineales como el menú. No hay que buscar mucho para encontrar Estrella Galicia en Chicago. Basta con acercarse al Bynnies, una licorería que tiene locales repartidos por toda la ciudad. Y no solo hay Estrella, hay también 1906. Lo mismo ocurre con las conservas de Frinsa o con un albariño. La presencia de productos gallegos o españoles como el jamón de jabugo en Estados Unidos también podría verse afectada en favor del jamón curado en Ohio al «Spain style».

El envío de remesas

Las políticas proteccionistas del todavía inexplicado al detalle programa Trump afectarán sobre todo a Latinoamérica y, concretamente, a los mexicanos. La prohibición del envío de remesas podría dañar seriamente la economía del país porque esa es su principal fuente de divisas. Justo antes de la elección, los envíos crecieron de forma notable. Esta semana el dólar llegó a cotizarse ya a 25 pesos. «Para los que vamos allá de vacaciones está muy bien, pero para el pobre hombre que gana un sueldo en pesos... Qué va a hacer o qué vamos a hacer los que mandamos dinero a la familia. Cómo le pago el centro a mi marido con alzhéimer», se lamentaba esta semana una trabajadora del sector de la limpieza con doble nacionalidad. Frente a este escenario, lo que algunos analistas menos catastrofistas se plantean en el plano económico es ¿no será Donald Trump otro Berlusconi?

La prohibición del envío de remesas a México podría dañar seriamente la economía de ese país, lastimando sobre todo a las clases más pobres, que viven de ello

La elección de Trump ha sacudido la economía mundial. | YURI GRIPAS

Las petroleras o las empresas farmacéuticas, entre las más beneficiadas

Con una mayoría en el Congreso y el Senado, Donald Trump tiene la sartén por el mango a la hora de derogar uno de los grandes logros de Barack Obama: el Obamacare. Fue otra de sus grandes promesas de campaña. Su presunta futura derogación ha sumido en la desesperación a aquellos que, por fin, tenían la oportunidad de contratar una póliza médica (curiosamente muchas de las personas que podrían usar el programa son votantes de Trump). Pero ha

devuelto la alegría a los laboratorios. Solo con la promesa de acabar con el programa, las acciones de la norteamericana Pfizer subieron un 10 %, al igual que también lo hicieron las de compañías europeas como Roche (en torno a un 4 %). Y es que una de las consecuencias del programa de salud de Obama fue la rebaja de precios de algunos medicamentos. Las grandes compañías farmacéuticas esperan que ahora eso vuelva a cambiar y su nivel de ingresos vuelva a dispararse.

Reglas del juego

Pero no solo ellas aplaudieron la victoria del magnate en la bolsa. También lo hicieron las compañías relacionadas con la industria militar y las petroleras. Todo ello es consecuencia de otras de las propuestas que centraron su discurso en campaña: la menor apuesta por las energías renovables, dar luz verde a las prospecciones, o la intervención directa para frenar al Estado Islámico. La banca y las constructoras tampoco se quedaron atrás. Ahí es donde las empresas españolas tienen en estos momentos mayor interés. Las principales compañías se juegan en el país en torno a un 15 % del global de ingresos. Las que más: ACS, el Banco Santander o Iberdrola. Habrá que ver ahora cómo son las nuevas reglas del juego que les marque el impredecible Trump. Todo apunta a que lo tendrán más complicado a la hora de ganar obra pública. El protecconismo es lo que tiene. Aunque con Trump nunca uno sabe.