Otra víctima de la guerra comercial

Miguel Piñeiro Rodríguez
Miguel Piñeiro SAO PAULO / LA VOZ

MERCADOS

Fernando Bizerra Jr.

Las exportaciones de proteína animal, acero, aluminio y soja de Brasil pueden verse seriamente afectadas por el conflicto bilateral entre China y Estados Unidos

24 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China llega en el peor momento para Brasil, que tiene como principales destinos de sus exportaciones al gigante asiático y a la potencia norteamericana, por ese orden. Con un Gobierno en precario tras la salida del influyente ministro de Economía, Henrique Meirelles, y con un escenario de profunda incertidumbre antes y después de las elecciones de octubre, el país sudamericano se perfila como una víctima colateral de la batalla diplomática y económica entre Donald Trump y Xi Jinping. Las principales exportaciones brasileñas (acero, aluminio, proteína animal y soja) pueden verse seriamente afectadas a cada medida y contrarréplica desde Washington y Pekín.

Las medidas proteccionistas de Trump tuvieron un impacto súbito en la economía de Brasil, porque EE.UU. pasó a imponer una tasa extra del 25 % sobre el acero brasileño, y del 10 % sobre el aluminio. Al poco tiempo, China respondió al cierre de fronteras estadounidense a 800 de sus productos con varias medidas, entre ellas un gravamen del 25 % a la soja estadounidense. Estos movimientos podrían desatar una reacción en cadena en la economía brasileña, lo que ha llevado a los organismos oficiales a rebajar la previsión de superávit en la balanza comercial, fijada en 50 billones de dólares. Y lo que es peor, temen que la última estimación de crecimiento del FMI, del 2,3 %, sea demasiado optimista.

Algunos institutos locales rebajan el alza del PIB por debajo del 1,8 % por el freno de las exportaciones y porque el consumo interno sigue sin despegar, e incluso se retrae en los últimos datos en medio punto por las consecuencias de la huelga de camioneros que paralizó Brasil durante 11 días. Ese paro elevó también los precios en los supermercados, lo que se sumó a la escalada de los valores de la gasolina y la fuerte caída del real frente al dólar y el euro (ambas monedas subieron su cotización casi un 10 % desde el año pasado). Las exportaciones son una vía para nivelar los problemas de una economía interna que no recupera los niveles previos al 2014 a pesar de las medidas de austeridad del Ejecutivo de Michel Temer.

Pero el panorama internacional no ayuda a Brasil. Empezó a torcerse cuando la UE vetó a 20 empresas brasileñas productoras de carne de pollo por problemas de control de calidad. Luego, fue China la que impuso medidas antidumping al pollo brasileño, que se vendía hasta un 38 % por debajo del precio local. Un dato importante porque Brasil vende el 85 % del pollo congelado que compra China. Europa también vetó ciertas exportaciones de pescado del país carioca, y Rusia dejó de comprar carne de cerdo hace meses, otro agujero considerable en la balanza comercial. Las tasas de importación de Estados Unidos al acero y aluminio podrían costarle al gigante sudamericano tres billones de dólares y 144 millones, respectivamente, según el Centro Nacional de Industria.

Incluso las oportunidades que surgen del fuego cruzado entre China y Estados Unidos parecen efímeras. Pekín cerró sus fronteras para la soja estadounidense, lo que abre un mercado de 14 billones de dólares. Brasil ya exporta el 80 % de la soja que produce a China, y podría aprovechar esa cuota disponible. Pero el ministro de Agricultura, Blairo Maggi, no es optimista: «En el corto plazo será muy beneficioso. Pero es insostenible. Toda la carne que exportamos depende de la soja como alimento. Esta guerra comercial lo único que hace es estorbar». Los especialistas temen que a medio plazo el precio de la soja en el mercado local se dispare y eleve los ya de por sí crecientes costes de producción de las granjas. Un panorama incierto para la principal economía sudamericana y cuya solución parece lejos de sus propias fronteras.