IA: ser o no ser en el siglo XXI
MERCADOS
La inteligencia artificial ya ha sido considerada por alguno de los grandes científicos de nuestro tiempo como un avance diferencial. Como uno de esos progresos que determinan un cambio de era, el camino hacia un mundo nuevo. Su potencial disruptivo y su carácter transversal representa un desafío enorme para la sociedad
24 ene 2020 . Actualizado a las 13:08 h.La historia económica moderna intercala épocas de mejoras incrementales con otras en las que ciertos descubrimientos cambian radicalmente la sociedad. En pleno 2019, parece claro que la IA va camino de unirse a los avances revolucionarios, como la navegación, la máquina de vapor o la electricidad. Eminentes jóvenes investigadores como Andrew Ng, profesor de la Universidad de Stanford y fundador del proyecto Google Brain, han calificado a la IA como «la nueva electricidad». Este área de la computación vive hoy su período más brillante, y no por casualidad, sino por la conjugación de varios factores. En primer lugar, la disponibilidad de datos. Prácticamente cualquier experiencia humana está digitalizada, desde los viajes hasta los servicios de salud. En segundo lugar, asistimos a un cambio social y tecnológico sin precedentes, un cambio en el que la conectividad genera tanto una oportunidad de mercado como un reto de adaptación social. En tercer lugar, ahora disponemos de la capacidad de cómputo necesaria gracias a los progresos en esta materia.
También disponemos de avances en software. Nuevos tipos de bases de datos que nos permiten almacenar y tratar datos estructurados y no estructurados, más allá del clásico dato científico. Al mismo tiempo, ha sido disruptiva la aparición de nuevos desarrollos teóricos, fundamentalmente matemáticos, como los obtenidos en el campo del aprendizaje profundo, el aprendizaje por refuerzo, o el reconocimiento del lenguaje natural, que han generado resultados de alto nivel de precisión, situando a la IA como una tecnología madura.
Como consecuencia de todo lo anterior, aumenta la demanda real de las empresas, que multiplican sus inversiones en el campo. Pero aunque es evidente el éxito de la IA, queda mucho camino aún por recorrer. Durante la última década se han logrado muchos de los objetivos que se establecieron para esta disciplina, sí, pero también hemos abierto más líneas de trabajo que nunca, y tenemos aún muchos problemas que solucionar. Anomalías como la detectada en el algoritmo de contratación de Amazon o con el vehículo autónomo de Tesla son ejemplos de ello. Es más fácil que nunca automatizar soluciones, pero también expandir nuevos problemas.
Pero para resolver un problema, el primer paso es conocerlo, es decir, intentar responder a la pregunta ¿qué es la IA? La respuesta no es fácil porque se trata de un territorio multitarea: robótica, procesamiento del lenguaje natural, razonamiento automático, visión artificial, big data... E incontables campos de actuación: salud, educación, industria, turismo... Y por tanto, necesita e incorpora cada día profesionales de todas las especialidades: matemáticas, economía, derecho, psicología o filosofía...
Desde aquellos trabajos pioneros e iniciáticos del grupo de científicos del Darmouth College (EE. UU.) y las aportaciones del genial Alan Turing, el desarrollo de la IA ha vivido etapas en las que la disciplina florecía y otras de escasa actividad. Primaveras e inviernos que nos han traído hasta nuestros días. Actualmente, lo que tenemos es una IA específica, con algoritmos y máquinas que realizan tareas asociadas a la inteligencia humana como aprender, entender o razonar, y que requieren inteligencia en un ámbito concreto y especializado. Existen muchos dominios en los que la IA supera a la inteligencia humana: áreas específicas de la medicina, búsqueda de soluciones a fórmulas lógicas con muchas variables, sistemas de recomendación... Los robots, los vehículos autónomos, los asistentes personales o los traductores automáticos son todos ellos casos de éxito de la IA específica.
El cambio y la reflexión
La expansión de esta exitosa IA es la que está cambiando rápidamente nuestra manera de interaccionar con el entorno. ¿Quién pregunta ya indicaciones sobre cómo llegar a cualquier sitio si no es a una aplicación de nuestro móvil? ¿Cuántos vemos la televisión al modo que lo hacían nuestros padres? Pero no todo son bondades. Algunos aspectos no son tan positivos, y requieren de reflexión, como es el caso de la propiedad, protección y privacidad de nuestros datos personales; el escándalo social y político que estalló en Europa y EE. UU. por la cesión irregular de los datos personales de usuarios por parte de ciertas compañías; o la difusión de noticias falsas.
Llegados a este punto, debo centrarme en un aspecto en el que la IA es y será una disciplina clave para cualquier país: el empleo. Vivimos una era de grandes cambios. Aparecerán nuevos trabajos que no conocemos, otros evolucionarán. Existen estudios que concluyen que aproximadamente 3 de cada 4 trabajadores tendrán que cambiar o adaptar su actividad hacia el 2030. Pero lamentablemente no existe ruptura sin coste. Diferentes informes coinciden en que habrá un número alto de tareas que podrán automatizarse, lo que repercutirá en la desaparición de empleos (se estiman unos 4-5 millones en España).
La IA representa una oportunidad que debemos aprovechar. Científicos de datos, expertos en IA o big data, un amplio abanico de ofertas para perfiles relacionados con la informática, la ciberseguridad o las telecomunicaciones. Ofertas muy atractivas en lo económico, pero también por su aportación a la igualdad, avaladas por datos como que el salario medio del sector TIC es un 22 % superior al de otros sectores, tanto para hombres como para mujeres.
Pero la IA es mucho más. Es transversal e interdisciplinar, y por eso precisará de profesionales de otras disciplinas: abogados, filósofos, psicólogos... Habrá nuevos puestos de trabajo que requieran perfiles cada vez más flexibles. Y por eso se abren muchos retos en temas de formación.
Ocurre que la demanda de personal para el desarrollo de la IA es mucho mayor que el personal disponible, una tendencia que se mantendrá en los próximos años. El problema es que tanto en Europa como en EE. UU. descienden los estudiantes de ingenierías y, en general, en disciplinas STEM. Es perentorio que tomemos medidas. Es necesaria una formación en Informática y en Tecnología para nuestros niños y niñas desde Primaria. Un reto imprescindible en un país como el nuestro, en el que esta asignatura, la Informática, no consta en los currículos de Primaria y es solo optativa en la mayoría de las comunidades en Secundaria y Bachillerato.
Cambios que nos ayuden además a reducir también la tremenda brecha de género que arrastramos desde hace décadas en las titulaciones de Ingeniería Informática. El porcentaje de mujeres no ha dejado de descender desde el curso 1985/86, en el que el número de alumnas era del 30 %, hasta la actual horquilla del 10-12 %. El panorama necesita un cambio. No podemos permitirnos llegar solo a la mitad del talento disponible.
Finalmente, necesitaremos una sociedad que entienda y participe de la cultura tecnológica. Y no podemos olvidar la investigación, a la que nuestra sociedad no acaba de dar la importancia que tiene como generadora de riqueza. Es primordial disponer de una inversión adecuada, sostenida y planificada tanto en educación como en I+D+i para conseguir una economía basada en el conocimiento. China y EE. UU. están liderando esta revolución con sus armas. Con inversiones públicas o con el poder de sus empresas.
Europa no puede quedarse descolgada. Las ventajas de la UE son su importante número de instituciones de investigación, 32 de ellas en el top 100 mundial, frente a las 30 de EE. UU. y a las 15 de China. Nuestro hándicap, la falta de grandes referentes empresariales en el universo tecnológico, además de la pérdida constante de talento. Es urgente recuperar el talento que emigró hacia mejores condiciones de trabajo, y apoyar el de nuestros jóvenes, como ya está haciendo Macron en Francia.
La IA está aquí para quedarse, y a diferencia de anteriores revoluciones, tiene dos características propias importantes, su gran escala en este mundo interconectado y su alta velocidad. La inversión global en nuevas empresas de IA se ha multiplicado por nueve entre el 2011 y el 2015, según el Foro Económico Mundial, y ha seguido creciendo aún más desde entonces.
Un estudio reciente diferencia tres grandes grupos de países con respecto a la madurez de su sistema de I+D+i en IA: países líderes (4), emergentes y seguidores. España figura consistentemente en cuarta posición en el grupo de estados líderes y aquellas naciones que entiendan y lideren esta tecnología pueden llegar a duplicar las tasas de crecimiento económico en el corto y medio plazo.
Habilidades digitales
Quedan muchos retos por afrontar, y también hemos de ver las dificultades. España es uno de los países más amenazados por esta llamada cuarta revolución industrial. Según el Índice de la Economía y la Sociedad Digitales del 2019, elaborado por la CE, nuestra población está muy rezagada en habilidades digitales básicas: ocupa el puesto 11 de los 28 que conforman su ránking, y el 17 de la Europa de los 28 por cantidad de especialistas en tecnologías TIC. España avanza en todos los apartados que incluye la Agenda Digital europea, menos en uno: el capital humano. El país debe esforzarse en que la posible brecha que pueda abrirse entre personas cualificadas y no cualificadas sea la menor posible.
Los retos y los inmensos desafíos que esta situación plantea nos exigen estar preparados. Es necesario corregir lo antes posible el actual descenso de titulados STEM, que bajarán previsiblemente un 3,5 % anual en los próximos cinco años. Actualmente, tenemos un 60 % menos de ingenieros informáticos de los que necesitamos y en el 2020 la brecha llegará a 900.000 en toda Europa.
La recuperación y el apoyo decidido al talento, y la transformación de nuestro ecosistema de I+D+i para hacerlo atractivo, es un inmenso desafío, pero afrontarlo y responder a él será sin duda una misión que puede configurar un país que pueda crear empleo de calidad y generar riqueza económica y bienestar social.
La IA constituye una tecnología que puede convertirse en uno de los hitos de nuestra civilización, tenemos ante nosotros una inmensa y real oportunidad como país que no podemos consentirnos desaprovechar. Estar o no estar, ser o no ser en este siglo será, en gran parte, una cuestión de inteligencia artificial.
Este artículo es una síntesis de la lección magistral impartida por AMPARO ALONSO BETANZOS, catedrática del Área de Computación e IA de la UdC y presidenta de la Asociación Española de IA (Aepia), en la apertura del curso universitario.
ILUSTRACIÓN:
MABEL RODRÍGUEZ