Las rarezas también pueden ser rentables

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Muchos se han hecho de oro apostando por negocios de lo más extraño. Desde cafeterías que no te cobran por lo que consumes si no por el tiempo que pasas, hasta gasolineras a domicilio

17 nov 2019 . Actualizado a las 11:18 h.

Que sea raro no significa que deje de ser rentable. En muchas ocasiones, precisamente, ocurre todo lo contrario. Las cosas más inverosímiles pueden acabar convirtiéndose en la gallina de los huevos de oro. Y lo han demostrado en más de una ocasión. Porque, ¿quién se esperaba hace unos años que las cuentas corrientes de empresarios como Jeff Bezos -dueño de Amazon- o de Reed Hastings -fundador de Netflix- acabarían estando tan engrosadas como ahora? Porque el gigante del comercio o la plataforma de vídeo bajo demanda nacieron siendo nada más y nada menos que negocios raros. Ellos reinventaron la forma de consumir más tradicional. Al principio, no todo el mundo creyó en ellos. De hecho, pocos se esperaban que, con la piratería campando a sus anchas por toda España, poca gente estaría dispuesta a pagar una suscripción para disfrutar de un servicio que podían consumir sin tener que pagar ni un duro. Se equivocaron. Pero los de Netflix y Amazon no son los únicos grandes negocios que consiguieron salir adelante -con más éxito que fracaso- a pesar de ser tachados de extraños.

Empresas como Niantic o Epic Games también han conseguido llevar a cabo una pequeña revolución en el sector del videojuego, donde el consumidor tradicional acostumbraba a disfrutar de sus productos en casa, sentado en el sofá o delante de un ordenador y a pagar una sola vez (y una cantidad bastante abultada) por disfrutar de un poco de ocio. Se acabó. Epic Games -desarrolladora del exitoso Fortnite- cambió la forma de consumo de sus jugadores. Eso de abrir la cartera y soltar entre 50 y 100 euros en un solo pago por disfrutar de un juego era de tiempos pasados. Ellos ofrecían un producto aparentemente gratuito en el que sus usuarios debían realizar micropagos para poder seguir mejorando en la historia. Niantic, por su parte, sacó a los jugadores a la calle. Su ya mítico Pokemon Go obligaba a los niños (y no tan niños) a asaltar las vías y caminar para avanzar en el juego.

Estos son los casos más conocidos. Pero hay muchos más.

Uno de los que empieza a sonar con fuerza la revolucionaria idea de Ziferblat. Muchos ya la han bautizado como la anti-cafetería. Y es que en estos establecimientos no se paga por el café, ni por las galletas ni por el té. Todas estas cosas son gratis. Entonces, ¿de qué vive? Pues del tiempo. Este bar recientemente inaugurado en Londres, solo cobra a sus clientes por el tiempo que pasan en su interior. Concretamente 3 peniques por minuto. O lo que es lo mismo, 1,8 libras (casi 2,15 euros) por una hora entera.

Precisamente tiempo es lo que permite ahorrar Booster Fuels, un servicio de gasolineras itinerantes que se pide a través de una aplicación móvil. Permite rellenar el depósito mientras sus clientes están haciendo otras cosas. Y es que, los usuarios pueden llegar al trabajo por la mañana, dejar aparcado su coche en cualquier sitio y solicitar el repostaje a través de la aplicación. Mientras estamos haciendo otras cosas, un operario llega y rellena el depósito.

Muy raros

Lo hay raros y los hay realmente extravagantes. Ejemplo es el prestigioso hotel Waldorf Astoria de Nueva York. En uno de los bares del complejo, los precios de las bebidas fluctúan en función de cómo se haya comportado ese día la bolsa de la ciudad de los rascacielos. Si las cotizaciones del parqué neoyorquino suben, las copas hacen lo propio. Si se produce una jornada negra, los brokers e inversores podrán ahogar sus penas en unos vasos algo más económicos.

Y para los que creían haberlo visto todo, existe en Internet un negocio valorado en un millón de dólares que poco o nada ofrece. En el 2005, un joven llamado Alex Tew se dio cuenta de que necesitaba dinero para poder costearse los estudios universitarios. Se le ocurrió montar una web bastante poco agradable para la vista y con poca utilidad para los internautas. Esta página estaba compuesta por un millón de banners (anuncios) diminutos que vendía a un dólar cada unidad. Pues, por sorprendente que parezca, se convirtió en un negocio muy rentable. El boca a boca por lo raro del asunto consiguió despertar el interés de tanta gente, que los anunciantes acababan peleándose por conseguir cada vez más anuncios (y más grandes). En apenas cinco meses de actividad, el joven estudiante consiguió embolsarse más de un millón de dólares.

Tampoco pasa desapercibida la idea de Stefan Lewinger, fundador de Sock Fancy, un curioso servicio de suscripción mensual cuyo producto son, básica y llanamente, calcetines. De diseño, eso sí, pero calcetines. Y tampoco resulta muy ortodoxa la base del negocio de la librería argentina Eterna Cadencia, que ha llegado a comercializar libros que se autodestruyen. Una vez es sacado de su bolsa (en la que viene envasado al vacío), el lector tiene exactamente tres semanas para leerlo. Porque, a partir de ahí, la tinta se borrará.-