Carbón, el otro legado de Fukushima

María Puerto TOKIO / LA VOZ

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KIMIMASA MAYAMA

El Gobierno nipón planea construir 22 centrales para generar energía a partir de este mineral tras paralizar la mayoría de los grupos nucleares que tenía en activo en el 2011

29 mar 2020 . Actualizado a las 05:14 h.

El accidente de Fukushima provocó una catástrofe nuclear y, como efecto colateral, la apuesta de Japón por recurrir de nuevo al carbón para generar energía. Las emisiones de CO2 han aumentado y el compromiso de lucha contra el cambio climático ha quedado postergado. Tanto es así que el país tiene previsto construir 22 plantas para obtener electricidad a partir de de este mineral en los próximos cinco años. Además, apuesta por exportar su tecnología más eficiente a países como Vietnam o Indonesia.

El 11 de marzo del 2011, un terremoto seguido de un gran tsunami provocó el peor accidente de la historia de la energía nuclear tras el de Chernóbil. Tres de los siete reactores de la central de Fukushima fueron devastados, se produjeron grandes vertidos de agua contaminada al océano Pacífico y unas 160.000 personas tuvieron que ser evacuadas.

Hace nueve años que el tiempo se paró alrededor de la central nuclear de Fukushima. Los intentos del Gobierno de reabrir algunos pueblos descontaminados e incentivar el retorno de la población solo han tenido éxito con los ancianos. En esa fecha también se paró la energía nuclear en todo el país. En el 2011, Japón disponía de 54 reactores que generaban el 30 % de la energía que se consumía y un calendario de construcción de nuevas plantas. Hoy en día, 24 de los 33 reactores nucleares operativos siguen sin ser activados. Datos del 2017 rebajan hasta a un 3 % la aportación total de la energía nuclear.

Los japoneses descubrieron que, en su regulado y ordenado país, las empresas que operaban las centrales nucleares, como Tepco, no cumplían con la normativa de mantenimiento, ni con los protocolos de seguridad necesarios. El rechazo que genera la energía nuclear entre la población, tras comprobar los estragos que puede causar un accidente, han provocado el replanteamiento del Gobierno en su lucha contra el cambio climático.

En Japón, al igual que en China, la energía nuclear se cataloga de verde, porque no genera emisiones de gases de efecto invernadero. Japón se había convertido en uno de los países desarrollados más comprometidos con el freno del calentamiento global apoyado en sus nucleares.

Aunque tras el accidente el Ejecutivo aseguró que impulsaría las energías renovables (hidroeléctrica, solar, eólica...), el recurso al carbón fue la forma más rápida y barata de restablecer el suministro de energía y volver a poner en marcha el país.

Y la opción del carbón se consolida a costa del medio ambiente. En la actualidad, el 40 % de las emisiones de CO2 de Japón provienen de la producción de energía. El 80 % de la electricidad que se genera tiene su origen en combustibles fósiles como el carbón, gas natural o petróleo.

La petición de la ONU de reducir las emisiones a cero en el 2050 parece inviable. Ni siquiera el modesto objetivo del Gobierno de reducir las emisiones totales en el 2030 un 26 % respecto a los niveles del 2013 puede que se cumpla. En cambio, Japón presume de su esfuerzo en desarrollar una tecnología más eficiente que consume menos carbón y por tanto contamina menos. Las plantas desarrolladas por Mitsubishi Hitachi Power Systems pueden recortar entre un 10 y un 15 % las emisiones de carbono respecto a las centrales convencionales. Los lobbys de la energía defienden que es una solución eficaz para ayudar a los países pobres, dependientes del carbón, a reducir la contaminación.

Y de cara el futuro el Gobierno apoya la inversión para desarrollar mecanismos que capturen y limpien las emisiones de CO2 generadas por el carbón. Una tecnología que de momento no existe.

Los campos alrededor de Fukushima, donde ya no es posible cultivar la tierra, se han sembrado de paneles solares. En la actualidad, este tipo de energía es insuficiente para mantener el suministro en el país. Y de cara al futuro no parece que se contemple como la solución. Se estima que en el 2030 solo el 30 % de la producción eléctrica derivará de las renovables.