Cuando el genio viene de serie

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Reed Hastings, el fundador de Netflix, se ha convertido en otro de los grandes ganadores de una pandemia que ha obligado a millones de personas a permanecer en sus casas, lo que le ha permitido seguir engordando su negocio

09 nov 2020 . Actualizado a las 17:06 h.

Cuenta la leyenda que la afortunada idea con la que ha revolucionado la industria del entretenimiento, cambiando la forma que tiene el mundo de consumirlo, fue fruto del enfado. El que le provocó tener que pagarle a Blockbuster 40 dólares por haber extraviado una cinta de VHS de la película Apollo 13. ¡Habrase visto!

Con el enojo aún en el cuerpo, anduvo dándole vueltas al asunto durante algún tiempo, Y lo primero que se le vino a la cabeza fue que sería mucho más cómodo poder alquilar las películas sin tener que salir de casa. Tumbado cómodamente en el sofá del salón. Y quiso probarlo. Se envió por correo un DVD (por aquel entonces ese formato, hoy ya casi arrumbado, le estaba ganando el pulso al VHS). Le llegó al día siguiente. ¡Albricias! Sencillo, sí, pero nadie lo había pensado antes. Así empiezan la mayoría de las historias empresariales de éxito. Y la de Netflix lo es.

Había estudiado Reed Hastings (Boston, 1960) computación. Y barruntó que esas películas que ahora llegaban a casa por correo ordinario, no tardarían en hacerlo a través de Internet. Corría el año 1997. Más de dos décadas después, la compañía que Hastings fundó junto a Marc Randolph, y que ahora pilota, tiene 193 millones de suscriptores repartidos por todo el mundo. Mareante. Por no hablar de que es uno de los negocios que más partido está sacando -al menos, hasta ahora- de la pandemia que mantiene de rodillas a la economía mundial. Millones de personas obligadas a pemamecer en casa, ávidas de entretenimiento, son un excelente vivero del que nutrirse para seguir engordando. Pero, no es aquel bendito enfado del que nació Netflix lo único que le debe Hastings a Blockbaster. Narra con detalle Randolph, hoy ya fuera de la compañía, en Eso nunca funcionará (Planeta), el poco ojo que tuvieron los responsables del otrora indiscutible gigante de los videoclubs cuando rechazaron la oferta que él y su entonces socio les hicieron en el 2000. Les propusieron unir sus fuerzas y que dejaran de su mano la parte digital del negocio. De eso nada, fue la respuesta. Cuando llegue el momento de meterse de lleno en Internet ya lo haremos nosotros, que de eso sabemos un rato, les vinieron a decir.

La historia de titanes empresariales que acabaron mordiendo el polvo está trufada de grandes oportunidades que no se supieron aprovechar porque faltó olfato. Y este es un buen ejemplo. Hoy Netflix es lo que es, y a Blockbuster solo le queda una tienda en Oregón. Quebró hace diez años, con una deuda de 900 millones de euros. Pero, antes de todo eso, Hastings vendió aspiradoras a domicilio. Fue marine. Estudió Matemáticas y tras graduarse, en 1983, se marchó a Suazilandia para dar clase en un colegio. Dos años estuvo allí. Se cansó pronto. Demasiada tranquilidad para su gusto.

Ahora no para. Dicen que en Netflix se trabaja las 24 horas del día, siete días a la semana, como en urgencias. No será para tanto, pero sí reconoce Hastings que formar parte de su compañía es «desafiante». Algo de tiempo seguro que se guarda el genio para disfrutar de la mansión que tiene en Santa Cruz, California, donde cría cabras enanas. Nigerianas. Con piscina olímpica, un jacuzzi para 12 personas. Y, cómo no, su propia sala de cine. No podía faltar.

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