Bill Hwang, un triste tigre

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El fundador de Archegos Management Capital ha visto evaporarse gran parte del dinero ganado por culpa de los instrumentos financieros opacos

11 abr 2021 . Actualizado a las 22:02 h.

Adiós a una de las fortunas más silenciosas del planeta. En un abrir y cerrar de ojos, Bill Hwang ha visto evaporarse estos días buena parte del dineral que había estado atesorando con sigilo al frente de Archegos Management Capital, la family office que él mismo creó para gestionar su patrimonio. Mucho han tenido que ver en ello el riesgo y los complejos productos derivados. Y lo peor es que no es el único damnificado. Suele ocurrir cuando se juega con instrumentos financieros opacos. En su desgracia ha arrastrado a algunos de los grandes de Wall Street como el nipón Nomura o el suizo Credit Suisse. El fiasco le ha costado a este último nada menos que 4.000 millones de euros. Por no hablar de la larga lista de empresas vapuleadas en bolsa que deja tras de sí la estampida.

El caso es que Hwang llevaba tiempo invirtiendo en una serie de compañías tecnológicas y de entretenimiento de China y Estados Unidos. A todo trapo. Lo hacía con el dinero que le prestaban los bancos. Y dicen, aunque eso es imposible de saber a ciencia cierta, que el apalancamiento era tal, que por cada dólar de activos propios que tenía en la cartera, debía seis.

No le iba mal. Nada mal. Claro que entonces las empresas en las que invertía marchaban viento en popa en el parqué. Pero la suerte de este surcoreano de nacimiento y estadounidense de adopción cambió hace unos días. El detonante: el desplome del 9 % que sufrieron las acciones de una de las joyas de la corona de la cartera de Hwang: ViacomCBS, la dueña de la cadena de televisión CBS y del estudio de Hollywood Paramount, a cuenta del inesperado anuncio de una ampliación de capital que no resultó del agrado de los inversores. No fue la única. También cayeron otros valores en los que Archegos tenía importantes posiciones. Y el valor de su cartera, claro, se desinfló como un suflé. No así el montante de su deuda, que seguía siendo el mismo. Sus acreedores cayeron entonces en la cuenta de que había que pedirle más garantías con las que respaldar los créditos y al surcoreano no le quedó otra que vender acciones para cumplir. Y fueron precisamente esas ventas masivas las que alimentaron el fuego en el que ardía Archegos. Y enseguida llegó el pánico de los bancos acreedores que, temiendo no recuperar nunca lo que le habían prestado a Hwang, tomaron el control de la cartera de su fondo para liquidarla y cubrir las pérdidas. El resultado: decenas de miles de dólares esfumados en un santiamén. Nunca mejor dicho, porque Hwang es hijo de un pastor religioso y de una misionera. Llegó a Estados Unidos siendo poco más que un adolescente. Aprendió inglés trabajando en la cocina de un Mc'Donalds. Educado en las aulas de la Universidad de California y en las de la de Carnegie Mellon, Hwang es uno de los llamados cachorros de Tiger Management, el todopoderoso hedge fund familiar fundado por el legendario Julian Robertson, padre de numerosas estrellas de Wall Street como el propio Hwang, Andreas Halvorsen o Chase Coleman.

Siempre ha mantenido el surcoreano, acérrimo cristiano él -tanto que en las oficinas de Archegos, en pleno centro de Manhattan, era habitual escuchar grabaciones de pasajes de la Biblia surgiendo del hilo musical-, que «cuando creamos buenas empresas a través del capitalismo, que Dios ha permitido, mejora la vida de las personas... Dios se deleita en esas cosas». Se ve que los derivados no son de su agrado. A Hwang le queda ahora rezar todo lo que sabe, a ver si resucita.