El país cuenta ya con 1,3 millones de empresas fundadas por mujeres, lo que supone el 22 %del total, compañías que en su conjunto emplean a casi tres millones de personas
09 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Para las mujeres no es fácil trabajar en Italia. En el Índice de Igualdad de Género, que se centra en la Unión Europea, Italia ocupa la decimocuarta posición (España la octava), y en lo que respecta al trabajo es la última. En los datos de la OCDE sobre igualdad de género, Italia resulta peor que casi todos los países europeos evaluados. En 2019, por ejemplo, solo el 56,5 % de las italianas de entre 15 y 64 años trabajaba, frente al 70,1% de las españolas. La baja ocupación de las mujeres perjudica a la economía italiana. Lo admitió incluso el gobernador del Banco de Italia hace dos años: «El crecimiento potencial esperado de Italia en los próximos años depende en gran medida de las hipótesis sobre la participación de las mujeres, que resulta ser un motor clave». Pero el covid-19 no ha hecho más que empeorar las cosas: el 98 % de las 101.000 personas que perdieron su trabajo en diciembre, por ejemplo, eran mujeres.
Sin embargo, las italianas no se rinden, y son cada vez más las que se convierten en empresarias, también en sectores innovadores. «Italia cuenta con cerca de 1,3 millones de empresas fundadas por mujeres, o sea el 22% del total, que emplean a casi tres millones de personas», afirma desde Sicilia Patrizia Di Dio, vicepresidenta nacional de la asociación de comerciantes italianos y empresaria consolidada. Italia, añade, tiene mucha necesidad de mujeres empresarias, a menudo dotadas de lo que define «liderazgo resiliente», y de buenas capacidades para valorizar el capital humano de la empresa. Marta Bonaconsa, 43 años, tiene cuatro hijos y es presidenta y consejera delegada de Nanomnia, una startup de nanotecnología con sede en Verona, en el noreste de Italia. Antes, trabajaba como investigadora. «Siempre quise dirigir un grupo de investigación. Pero como esto no era posible en mi universidad, decidí fundar una empresa», confiesa esta directiva. Bonaconsa dice que en su carrera universitaria encontró dificultades precisamente por ser madre de cuatro hijos, aunque nunca pidió un contrato a tiempo parcial ni un trato preferente. «Ahora que soy la consejera delegada de mi propia empresa, ya no tengo que temer este tipo de obstáculos». Silvia Costantino, 35 años, es la directora editorial de effequ, una editorial joven de la que además es una de las dos socias. Dejó un trabajo fijo para cumplir su sueño, y aunque a menudo en Italia la familia intenta disuadir a las mujeres de ser empresarias, en su caso ocurrió lo contrario. «Mi familia y mis amigos me apoyaron y acogieron mi decisión con entusiasmo. Esto me dio mucha energía».
Ana Rodríguez Prieto, 37 años, es de Valladolid y es consejera delegada y cofundadora de WonderGene, una startup de biotecnología en Trentino, en los Alpes italianos. Tras doctorarse en España, en 2013 se mudó a Italia. Donde, en su opinión, hay un problema cultural. «Tengo la impresión de que aquí queda más camino por recorrer que en España, en lo que concierne el papel de la mujer. Me parece que en Italia todavía hay esta sensación de que las mujeres no pueden ser las que lideran, sobre todo en los sectores técnicos y científicos». Esta española espera que un proyecto como el suyo pueda contribuir a un cambio de «mentalidad y de visión colectiva».