La biología y los negocios

Pedro Escudero CONSEJERO DELEGADO DE DPM CAPITAL

MERCADOS

CEDIDA

El Ibex 35, que agrupa a las mayores empresas del país, se encuentra casi igual que hace 20 años

16 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchos de ustedes estarán pensando, después de leer el título de este artículo, qué tendrá que ver la biología con el negocio de empresa y el capitalismo. La verdad es que todo. De pequeño mi padre me entrenaba para competir en el deporte, me mostraba teorías de guerra del mariscal Wellington y de Sun Tzu, que como recordarán hizo célebre aquello de que «la mejor victoria es vencer sin combatir». Qué grandes lecciones aprendí de pequeño. Mi padre no tenía mucho dinero para ayudarme en mi carrera deportiva de tenista, pero le debo todo: sus charlas motivadoras, los libros que me compró, el deseo por aprender siempre y también una necesidad de sobrevivir por muy difícil que fuera el reto.

¿Han pensado alguna vez en qué especies sobreviven en el río Amazonas? Aguas oscuras, corrientes peligrosas y especies mortales de todo tipo a lo largo de sus 6.437 kilómetros. Cocodrilos, anguilas eléctricas, víboras, pirañas, ranas de punta de flecha o anacondas son solo algunos de sus peligros. Y, en este entorno, solo las especies extremas sobreviven: el que tiene los dientes más grandes, el más pequeño que se esconde en cualquier sitio, el que cambia de color y nadie ve, el más rápido que nadie atrapa… Tanto en el Amazonas como en la guerra, las estrategias extremas tienen posibilidades de éxito: el único objetivo es la supervivencia.

Algo similar pasa en los negocios, donde la competición es máxima y muchas actividades y sectores no cuentan con barreras de entrada evidentes. Es decir, son batallas a campo abierto donde la única solución es buscar la sencillez y seguir el camino más racional: entender muy bien quién es el cliente y crear un ecosistema de negocio tan extremo que los demás no puedan copiarlo con éxito. A partir de aquí, crecer y crecer hasta convertirse en uno de los grandes peces del Amazonas y conseguir esas economías de escala que tanto pueden ayudarnos. El esfuerzo es máximo. Miles de noches fuera de casa buscando más negocio, millones de kilómetros recorridos, miles de reuniones... En definitiva, jornadas de duro trabajo que hacen que la competencia acabe capitulando por el propio desgaste del día a día. Lo que pasa, en el fondo, es que muchos no entienden que al principio, en las primeras décadas, la meta no es el beneficio inmediato, sino la supervivencia hasta consolidar ese negocio extremo o de éxito.

Ejemplo de ello lo tenemos en Luther Turner, que desde Scottsville (Kentucky) compraba los inventarios a descuento de las tiendas que se iban a la bancarrota en la Gran Depresión de 1929. Su hijo Cal creó unos años después la primera tienda donde todo valía un dólar. Otro ejemplo es el de Sam Walton, el fundador de los grandes almacenes Walmart, que recorría Estados Unidos en avioneta para colocar estratégicamente sus almacenes por todo el territorio. Después de muchos años experimentando en retail, Walton decidió abrir su primer Walmart en 1962, a los 44 años. Los negocios y la biología otra vez unidos: experimentar y evolucionar para ser más eficientes y, así, sobrevivir.

¿Cuánto debe España a la familia Ortega y a la familia Roig por ser sobrevivientes? Piensen en los cientos de miles de puestos de trabajo que han creado y la estabilidad que han dado al ecosistema económico de las comunidades donde viven. O los miles de millones en impuestos que han pagado, tanto ellos como sus empresas, a lo largo de su vida. Ni estudios en Harvard, ni complejos modelos matemáticos, todo en Ortega y Roig radica en la sencillez y en buscar un camino razonable para seguir ganando, además de en la motivación innata de querer sobrevivir para ser alguien. Es pura biología humana del nunca rendirse y de entender que hay que seguir tomando riesgos calculados para mantenerse vivo. Una estrategia basada en la alta rotación de inventarios que, si no manejas bien, te destruye.

Hay otra forma de sobrevivir y triunfar en el mundo de la empresa: una fórmula con patente, una antigua marca de la máxima confianza, un pequeño nicho donde es muy difícil acceder… Se trata, en definitiva, de tener algo especial que es casi imposible que tengan otros. En la guerra de hace cientos de años, por ejemplo, se refiere al castillo del reino rodeado de dobles murallas altísimas con foso y, además, en medio de unas montañas impenetrables. Ahí el beneficio de ese reinado está bien protegido y puede seguir creciendo. En la empresa, cuando esto sucede, nos referimos a negocios con altas barreras de entrada, que el consumidor seguirá utilizando aún con subidas de precios.

Los mejores negocios del mundo son los que ganan la batalla sin luchar, como decía Sun Tzu. Hay pocos y encontrarlos a un bajo precio para invertir en ellos todavía es más difícil. En España no hay muchos negocios extremos con éxito, y menos aún que estén al margen y protegidos de la brutal competencia del capitalismo. El Ibex 35, que agrupa las mayores y mejores empresas del país, se encuentra prácticamente al mismo nivel que hace 20 años. Son necesarios más negocios extremos o de éxito, con alguna protección especial como los castillos de épocas antiguas.