Los recursos inyectados por las compañías inversoras en las empresas emergentes se han debilitado: en España, Galicia apenas concentra el 4 % de este tipo de iniciativas, la mitad que Andalucía, y al mismo nivel que Aragón o Extremadura, dato que contrasta negativamente con la Región Norte de Portugal
18 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Existe un cambio de ciclo en el campo de las start-up. Se constata una ralentización de las inversiones globales en este tipo de empresas; y, en segundo término, los fondos de inversión que buscan rentabilidades en este campo están dando pasos atrás. Los datos adelantados en esta materia manifiestan dichos cambios. Se advierten cuatro tendencias: un recorte de las inversiones, una reducción del número de operaciones, una disminución de las rondas de recursos recaudados y un retroceso de los unicornios (las que alcanzan una valoración de 1.000 millones de dólares sin tener presencia en Bolsa).
Los recursos inyectados por las compañías inversoras en las empresas emergentes y en nuevos productos se han debilitado. La compañía de análisis, la CB. Insights, lo cifra en una disminución del 29 % en el primer trimestre de este año, siendo la mayor caída en la última década. Una tendencia similar se registra en lo tocante al número de acuerdos firmados en el último trimestre. También en este caso se produce un fuerte descenso, al pasar de 8.990 operaciones en el cuarto trimestre del pasado año a las 7.651 transacciones en el primer trimestre de este. El tercer dato hace referencia a las rondas de financiación, las llamadas mega-rondas, donde su enfriamiento ha sido muy significativo debido a las menores operaciones y reducida canalización de inversiones. Es decir, las grandes operaciones se debilitan y se resienten ante las nuevas amenazas. Y, por último, la contabilización de los unicornios (aquellas start-up valoradas en más de 1.000 millones de dólares) ha disminuido de forma ostentosa en los últimos tres meses, donde tan solo se han constituido 85, cuando en el pasado año el número de estas empresas se había elevado hasta las 1.170 unidades.
Los datos para España muestran, sin embargo, un crecimiento destacado. A juzgar por el estudio de CaixaBank, a 31 de diciembre de 2021, las start-ups españolas aumentan su volumen de financiación; aunque el mismo procede, mayoritariamente, de fondos propios; estando identificadas con los sectores de la salud (9 %), alimentación y bebidas (6 %), sociedades de impacto social (6 %) y energía (6 %). Destacan por tres rasgos. El 76 % de las empresas tienen su ventaja competitiva basada en un producto superior a su competencia; desarrollan soluciones mayoritarias en software o en plataformas; y aumenta la madurez y experiencia de los fundadores (el 46 % de los mismos han lanzado tres o más empresas y el 44 % tienen más de 11 años de experiencia). Estos datos esperanzadores hay que entrelazarlos con dos preocupaciones latentes: las empresas que disponen de un producto completamente desarrollado no llegan al 30 % del total y más de dos terceras partes no poseen una base sólida de clientes. De ahí que su mayor preocupación se centre en la financiación.
Analizando la presencia de las empresas emergentes en la Península queda patente la fuerte concentración de las mismas en dos áreas: Cataluña (19 %) y Madrid (15 %), muy por delante de las cifras de la Comunidad de Valencia y Andalucía (ambas con el 8%). Galicia solo concentra al 4 % de las start-up españolas, estando al mismo nivel que Aragón o Extremadura, pero muy por debajo de la cuota asignada a la región norte y centro de Portugal (que contabiliza con el 8 %). Si hacemos mención a los volúmenes de financiación, los datos escuecen un poco menos; pero siguen crujiendo. Cataluña moviliza 83 millones de euros; Madrid; cerca de 60; el País Vasco, 16; Valencia, 12; y Galicia, 11 millones de euros, también por debajo de los que se canalizan en Portugal Norte y Centro que registran cerca de 19. Significa, por lo tanto, que las start-up gallegas poseen una dimensión financiera bastante pequeña en comparación con las más adelantadas y se basan en un 67 % en la aportación propia de los socios. Es decir, las apuestas son cortas y, como se destacan en la mayoría de los análisis de los centros de estudios reputados, con esos mimbres es difícil garantizar una tasa de supervivencia superior a los dos años.
Es necesario, en consecuencia, cambiar de filosofía y de enfoque. No hay que pensar en que todas las empresas nacidas en un garaje, con un crédito de los amigos y de alguien que abandone la carrera, vayan a convertirse en un unicornio o en un líder mundial. La mayor parte de las que se consideran exitosas tienen un plan de empresa, un proyecto de financiación adecuado y una sólida base teórica y aplicada para encontrar el deseado océano azul. La peor manera de actuación política es mantener una política de lluvia fina de subvenciones, con el objetivo de evitar su rápida quiebra y con ello poder afirmar que se está ayudando a estas iniciativas. Al mantener artificialmente a estas empresas lo que se hace es debilitar su posicionamiento futuro, ya que se evita pensar en el potenciamiento de un modelo de negocio, de una apuesta por productos desarrollados para amplias clientelas y por una presencia activa en una diversidad de mercados.
Fernando González Laxe. Catedrático de Economía Aplicada. Universidade da Coruña