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Hayes Barnard ha irrumpido en la lista Forbes con su negocio de financiar paneles solares en viviendas unifamiliares del país y suma una fortuna que alcanza los 4.000 millones de dólares

16 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

América ama las historias de éxito por encima de todas las cosas. Esas biografías de infancias atormentadas, llenas de adversidad, salpicadas de idas y venidas, de fracasos que anticipan un final glorioso. La metáfora del púgil en la lona, golpeado una y otra vez, que acaba levantando el brazo de la victoria con el rostro ensangrentado. Porque al final, todo es responsabilidad individual. No importa el entorno, de dónde vengas. Si eres rico, te lo has ganado, y si eres pobre, es culpa tuya. Y en esa lógica, llena de perversidad, la biografía de Hayes Barnard (Creve Coeur, Missouri, 1973) — que acaba de irrumpir en la lista Forbes igual que el corcho de una botella de champán— encaja como el guante en la mano. Su fortuna asciende a 4.000 millones de dólares. Nada más y nada menos. Algo que ha logrado gracias a GoodLeap, una empresa del sector financiero con un singular modelo de negocio; se trata de una compañía que financia la instalación de paneles solares en casas a través de prestamos con un tipo fijo y cuya devolución se hace a partir del ahorro generado en la factura.

Barnard creció en un suburbio de la ciudad Saint Louis al cuidado de su madre soltera. Su padre, alcohólico, abandonó el hogar cuando apenas tenía 3 años. Barnard luchó de niño contra la dislexia y de adolescente obtuvo una beca de estudios gracias al fútbol, pero se lesionó gravemente el primer año. Un bache tras otro. Obtuvo el título de Negocios en la Universidad de Missouri y en 1995, después de graduarse, viajó hasta San Francisco, atraído por la fiebre tecnológica. Allí empezó a manejar estands en ferias comerciales. Años después, convenció a dos amigos de la universidad que trabajaban en el mercado hipotecario para lanzar un negocio de solicitud y concesión de préstamos en la red: así nació Paramount Equity Mortgage, que llegó a tener 600 empleados, pero que quedó herida de muerte con la crisis inmobiliaria del 2008. Todo un mazazo.

Para entonces, Barnard ya estaba maquinando otra idea. También vinculada a la vivienda. En este caso, vender virtualmente energía solar a los propietarios de casas. Llamó a la puerta de Lyndon Rive, director ejecutivo y cofundador de SolarCity, una empresa financiada en parte por el primo de Rive, el controvertido Elon Musk. La idea era sencilla: Barnard y su socio aportaban la venta digital y ellos la instalación física de paneles. La apuesta funcionó. Hasta el punto de que SolarCity compró en el 2013 la sociedad de Barnard por 120 millones y lo nombró director de ingresos. Solo tres años después, el todopoderoso Musk engulló la compañía de su primo, y Barnard emprendió una nueva aventura con la experiencia acumulada: una compañía del sector fintech que sufraga la instalación de paneles solares en viviendas unifamiliares (un gigantesco mercado en Estados Unidos) con créditos a un tipo fijo y cuya devolución se hace a partir del ahorro que genera el cliente en la factura. Lo que viene a ser, traducido al lenguaje publicitario, un lema del estilo «esto se paga solo». De ahí viene en gran medida el vertiginoso éxito de GoodLeap y la gigantesca fortuna que ha amasado su creador: un multimillonario hecho a sí mismo y que encima gana dinero contribuyendo a la sostenibilidad del planeta. No se puede pedir más.

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