Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea
Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea YVES HERMAN | REUTERS

17 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La globalización trajo un enorme crecimiento de los intercambios comerciales y también desequilibrios que Occidente, y Europa en especial, pagó con pérdida de potencia industrial, con aumentos del desempleo, con dificultades añadidas para las pequeñas empresas de ámbito local. Desde mediados de la pasada década oímos llamamientos de algunos de los líderes occidentales para reindustrializar sus países, e incluso vimos una cierta vuelta al proteccionismo. Hoy el proceso de internacionalización se está frenando, y la causa no es una opción de los mercados, sino el resultado de decisiones geopolíticas catalizadas por la invasión de Ucrania. Da la impresión de que volvemos a la Guerra Fría, a la política de bloques, a la enemistad como forma de relación. El mercado mundial se ha fragmentado, advertía el FMI a primeros de año, en un escenario en el que se abandona el multilateralismo, ahora que parece tan necesario dados los problemas globales que nos afectan, como el cambio climático, la inflación disparada y las perspectivas de hambrunas en los países más pobres.

El discurso sobre el estado de la Unión de Ursula von der Leyen el pasado miércoles tiene que ver con este panorama mundial. Ya que vamos a vivir en bloques, intentemos reforzar el nuestro, debilitado por el proteccionismo de la etapa Trump en Estados Unidos, por el brexit, por el estrangulamiento del suministro energético de Rusia, etcétera. Von der Leyen quiere incorporar a la Unión, lo más rápidamente posible, a Ucrania, Georgia, Bosnia, Serbia, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte y Moldavia, lo que no gustará a Rusia, pero sí ampliará el mercado europeo y reforzará su peso en el planeta. Solo falta que las condiciones sean aceptables y que los actuales miembros colaboren. Ahora mismo son varios los Estados de la Unión que compiten deslealmente con sus socios a base de subvenciones, coladeros fiscales y otras artimañas, que podrían intensificarse contra los países aspirantes. Estamos en una ola creciente de mirarse al ombligo y de invisibilizar al otro. No hace falta buscar al norte de los Pirineos para comprobarlo.