Es un rompecabezas intelectual
MERCADOS
Hablar sobre monedas digitales, más exactamente de activos digitales, es siempre algo controvertido porque genera una sensibilidad desproporcionada. Pues eso es exactamente de lo que me gustaría hablar en este artículo, de los activos digitales y del rompecabezas intelectual que está siendo para los analistas financieros.
Las predicciones sobre estos activos de la mayor parte de economistas han sido un desastre, empezando por las mías.
En el año 2021 escribí un artículo titulado ¿Burbuja?, donde lo que hacía era resumir los patrones históricos que se han repetido en las burbujas especulativas más importantes de los último 400 años, según recoge el economista canadiense John Kenneth Galbraith en su libro Breve historia de la euforia financiera.
Los rasgos comunes principales que indicaba son: (I) la extrema fragilidad de la memoria histórica. De manera sorprendente, en el mundo de las finanzas la historia no es tomada muy en serio. Es habitual que se vuelvan a dar las mismas circunstancias que en el pasado, pero las nuevas generaciones, con alta formación y enorme confianza en sí mismas, relegan las experiencias históricas a vestigios primitivos sin importancia alguna en las épocas que viven; (II) la creencia de que hay «algo novedoso y distinto» en el mundo: las burbujas siempre se han creado en relación con algo nuevo; (III) la equivocada asociación entre dinero e inteligencia: en un mundo donde la acumulación de riqueza es difícil, lo fácil es pensar que los que la han logrado son una especie de genios financieros que se han adelantado a lo que los demás no fueron capaces de ver, y lo lógico es seguir sus pasos. Un comportamiento gregario que implica que la realidad sea totalmente ignorada; y (IV) una deuda desproporcionada alimentada por la euforia que ha producido el rebaño.
Concluía indicando que las monedas digitales parecían cumplir con la mayoría de estos patrones (con la excepción del último) y establecía un símil de la euforia actual con la Tulipamanía del siglo XVII, recomendando prudencia al respecto.
En el año 2022 publiqué en este medio otro artículo titulado ¿Es el principio del fin?, en el que ampliaba mis impresiones publicadas el año anterior.
Para ello, recogía las siempre importantes reflexiones de Fabio Panetta, miembro del comité ejecutivo del BCE. Panetta no solo consideraba los activos digitales inversiones especulativas y de alto riesgo, sino que también pensaba que podían plantear serios problemas de política pública y estabilidad financiera, precisamente lo contrario a lo que prometían estos activos digitales. Este criptomercado era, en ese momento, más grande que el mercado de hipotecas de alto riesgo cuando desencadenó la crisis financiera del año 2008, y, por tanto, estábamos obligados a ser muy prudentes. Panetta indicaba que la situación le recordaba a la expansión bancaria hacia el oeste de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, cuando algunos estados federales aprobaron leyes de banca libre que suavizaban los requisitos para abrir un banco, lo que facilitó la aparición de los llamados «bancos salvajes» que emitían su propia moneda respaldada por activos cuestionables. La mayor parte de ellos no pudieron honrar sus compromisos. No debemos permitir que esto suceda de nuevo, argumentaba Panetta, y debemos asegurarnos de que estos mercados estén sujetos a estándares en línea con los que se aplican al sector financiero. Es por ello que el proyecto del euro digital del BCE se esperaba que estuviese listo en un par de años y, seguramente, antes llegarían las monedas digitales de otros bancos centrales. La aparición de las futuras monedas digitales de los bancos centrales dificultaba aún más la fructificación del sueño del criptomercado.
En este artículo también repasaba el resultado del experimento de El Salvador en base a la encuesta realizada por el National Bureau Economic Research, donde concluía que estaba siendo muy complicado convertir este activo digital, el bitcoin, en un medio de pago universalmente aceptado en el Salvador, incluso después del gran empujón legislativo que ha tenido la iniciativa gubernamental.
Finalizaba el artículo indicando que la barra libre de liquidez había terminado, que los tipos de interés reales iban a continuar subiendo para contener la inflación y que esto podía ser el principio del fin de estas apuestas digitales, donde no hay nada real detrás salvo un sueño de muy difícil realización. El fin del dinero gratis lo podía cambiar todo. Concluía recordando, de nuevo, que había que ser muy prudentes. Para los que se alineaban con las opiniones de los negativos (Warren Buffett), y la nuestra en este caso, recomendaba no invertir nada aprovechando las correcciones; si se alineaba con los positivos (Elon Musk) recordaba que seguía siendo una apuesta de altísimo riesgo, binaria (todo o nada) y, por tanto, en ese caso, que invirtiese una parte muy pequeña de su patrimonio financiero. El riesgo era perderlo todo.
Las predicciones estaban funcionando y se había iniciado una tendencia bajista, pasando el bitcóin de 72.000 dólares en el año 2021 a 16.500 en diciembre del 2022. Sorprendentemente, la aparición de ChatGPT lo cambió todo y se inició una nueva tendencia alcista que se aceleró de manera importante el año pasado, con la expectativa de un Gobierno americano más propicio a estos activos, alcanzando en el momento de la redacción de este artículo los 96.000 dólares.
El mercado global de criptoactivos ronda una capitalización de 3.4 trillones de dólares, habiéndose incrementado en 1,9 trillones de dólares en el año 2024 (recuerde que los trillones americanos son nuestros billones). Por poner un ejemplo, Apple capitaliza 3,6 trillones, Nvidia 3,43 trillones, Tesla 1,27 trillones…
Han cambiado muchas cosas, algunas de las más importantes son: (I) la promesa de Trump de crear una reserva estratégica de bitcóins; (II) poner al frente de la Comisión del Mercado de Valores (SEC) a Paul Atkins, un empresario pro-criptomonedas; y (III) el claro interés de los grandes bancos y mayores gestoras de activos por no quedarse fuera de este mundo.
Esto representa un claro cambio en la intención original de la creación de la moneda digital por excelencia, el bitcoin. El sueño del año 2008 de Satoshi Nakamoto (o de los desarrolladores del software que usaron ese pseudónimo) de implementar la utopía sobre la creación de una moneda libre del control público y de los grandes actores financieros de repente se encuentra con que sus actuales aliados son los que inicialmente eran sus enemigos. La verdad es que no es fácil entender que la pretensión de un sistema financiero alternativo alejado de los controles gubernamentales esté celebrando ser aceptado por aquellos de los que se querían alejar. Más aún, que un gobierno promueva un sistema paralelo de dinero.
Si esto continúa, las vulnerabilidades del sistema financiero, tal y como anticipaba Panetta, serán cada vez mayores y podrían ser un germen de inestabilidad de consecuencias desconocidas.
Parece claro que los denominados Libertarios están influyendo e incluso introduciéndose en las estructuras de poder del Gobierno americano y de los grandes bancos. A su vez, los niveles de valoración alcanzados en el ecosistema cripto se acercan a un punto dónde se debería poder demostrar su promesa de ser una moneda y, por lo tanto, reunir sus características (unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor), lo que implica tener un fin social.
¿Cuál es el fin social de los actuales criptoactivos? Sinceramente, no se me ocurre alguno, si desapareciesen nada cambiaría en la sociedad. Por poner un ejemplo, ¿qué pasaría si desapareciesen los teléfonos inteligentes? Sin duda alguna, una caída abrupta de la productividad global de la economía y de nuestro bienestar. A la larga, todo bien o servicio existente debe tener un fin social. El dinero fiduciario es el velo monetario que permite el intercambio de bienes y servicios. Hoy por hoy, el poseedor de una divisa, pongamos por ejemplo de un dólar americano, es acreedor de los bienes y servicios producidos en ese país, bienes y servicios que tienen una utilidad social.
¿Qué tiene el propietario de un activo digital? Hoy por hoy, no tiene nada, salvo la esperanza de que algún día sea una moneda real que no puedan manipular los gobiernos o quizás simplemente la intención de acabar vendiéndolo por una divisa fiduciaria oficial, una vez haya subido su activo digital. Con la divisa fiduciaria que recibiría a cambio sí podría comprar lo que desease.
¿Pueden las criptomonedas seguir subiendo? Si es así, las diferencias de riqueza se irán incrementando sin una justificación social para la misma, con un gobierno que promueva un sistema paralelo de dinero que finalmente puede llevar a un incremento claro de los populismos. Fortunas generadas de la nada sin ningún esfuerzo y sin haber creado nada de interés social.
¿Cuál es la alternativa? ¿El colapso de las cripto? En ese caso, las generaciones de gente joven, que son los inversores de los últimos tiempos, perderán todos sus ahorros, dado que no hay una protección oficial de los mismos. El descontento social también llevará al populismo.
Sinceramente, intento hacer autocrítica de mis errores y, sin duda alguna, me habría encantado haber invertido hace unos años. La diferencia con otros errores de predicción está en que pasado el tiempo uno encuentra dónde estaba el error. En este caso, por el momento, no lo veo.
En el corto plazo todo parece indicar que la euforia va a continuar, dado que el sector cripto espera una menor regulación con una Administración americana más favorable a los activos digitales.
Concluiría mi artículo como finalicé los anteriores. Esto no tiene mucho sentido, sea muy prudente y en el caso de que quiera invertir, invierta una cantidad en la que pueda asumir su pérdida total. No es la primera vez que vemos algo así en la historia y siempre suele acabar de la misma manera. Si una burbuja no se pincha es que nunca ha existido… por tanto, el tiempo dictará sentencia.