Jørgen Vig Knudstorp, un líder construido a base de ladrillos

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Lego sigue mostrando músculo y convenciendo a nuevos potenciales constructores

17 ago 2025 . Actualizado a las 21:22 h.

Unos diminutos ladrillos de colores han ido construyendo durante décadas la infancia de varias generaciones. Y ahora, a pesar de la crisis que afronta el sector juguetero más tradicional (al que el despegue de las consolas y los iPads parece haber provocado una herida que no deja de sangrar), Lego sigue mostrando músculo y convenciendo a nuevos potenciales constructores. Como muestra, las cifras españolas. Lego SA —la filial que aglutina el negocio de este gigante en España— cerró el 2024 con una facturación superior a los 101 millones de euros, lo que le ha permitido convertirse en el absoluto líder del mercado juguetero, superando con creces a sus grandes competidores Mattel o Famosa.

Pero esa carrera de Lego no ha estado exenta de baches. La firma danesa se sumergió en un hoyo profundo que estuvo a punto de obligarla a bajar la persiana. Hasta que Jørgen Vig Knudstorp (Jutlandia, 1968) se hizo con los mandos. No era tarea sencilla la que tenía entre manos. Doctorado en la Universidad de Aarhus, Knudstorp comenzó a escribir su currículo en las oficinas parisinas de McKinsey, donde aprendió los secretos del sector de la consultoría que tanto le servirían para reflotar su gran proyecto profesional.

En el 2001, con solo 32 años, decidió cambiar de sector y recaló en la administración de Lego, que por aquel entonces comenzaba a afrontar su particular época de vacas flacas. Tres años después, en el 2004, el gigante buscaba una mínima bocanada de aire que le permitiera escapar de una profunda crisis a la que muchos no veían salida. Y, a pesar de que los vientos no soplaban de cola, Knudstorp se atreve a coger los mandos de una firma con más de 80 años de historia convirtiéndose en la primera persona en asumir el cargo de consejero delegado fuera de la familia fundacional. Muchos analistas vieron en aquel movimiento la estocada final que daría muerte a la juguetera.

Knudstorp demostró todo lo contrario. A su favor jugaron dos de sus experiencias vitales. La primera, McKinsey. En Lego implantó de forma disciplinada algunos de los principios básicos del mundo de los negocios. Vendió varios activos (como el parque temático), aplicó la tijera en la parte de los costes, asumió complicados despidos y apostó por productos más comerciales. También estudió nuevos públicos como el de los kidults (los adultos que siguen estando interesados en los juguetes que marcaron su infancia). La segunda experiencia vital que le ayudó a despegar el proyecto era algo menos ortodoxa. Pero igual de eficiente. Porque, tal y como le había aconsejado su padre, Jørgen Vig Knudstorp se pasó 18 meses bregándose en la mejor escuela de liderazgo del mundo: una guardería. Como profesor de un puñado de chiquillos, el empresario aprendió que quien es capaz de capitanear a niños, probablemente pueda hacerlo en cualquier otro lugar. Él mismo ha asegurado que para dirigir a estos grupos hace falta mucho más que fuerza y razón. Se necesita persuasión, empatía y una mente muy lúdica. Capacidades que, a ojos de muchos expertos, lo han convertido en uno de los mejores líderes de los tiempos modernos. Incluso por encima de la leyenda de Steve Jobs. Y eso, ya es mucho decir.