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En 1965, el Dodge Dart simbolizó la cumbre del éxito empresarial de Eduardo Barreiros. Una carrera que había comenzado 40 años antes como cobrador de billetes. En 1928, Eduardo ayudaba a su padre en la única línea de autobús que unía Ourense con Los Peares y que en las cuestas arriba los pasajeros tenían que bajarse y empujar si querían proseguir el trayecto.
Con 12 años le pidió a su padre dejar de estudiar y dedicarse a lo que le gustaba, la mecánica. A los 20 años funda su primer taller mecánico en Ourense. Compraba vehículos viejos y los vendía una vez arreglados; además, seguía reparando y mejorando la flota de autobuses del padre, que en aquellos años ya realizaban varias líneas con la capital ourensana. Poco a poco se fue diversificando a actividades como la construcción. Después de varias obras de urbanización de carreteras y diques, comprobó que el gasto en gasolina de sus camiones era inviable: con 50 litros cada 100 kilómetros y un carburante cuatro veces más caro que el gasoil, se vio abocado a buscar una manera de abaratar costes e intentó transformar aquellos motores de gasolina en diésel. Su obstinación, en contra de muchos ingenieros de la época a los que había consultado, le llevó a conseguir la proeza. Los nuevos motores transformados en diésel gastaban menos de la mitad que el gasolina.
En 1948 Eduardo Barreiros solicitó la patente y a partir de ese momento el negocio se multiplicó. Calculó que en España habría más de 80.000 camiones y la inmensa mayoría eran de gasolina, por lo que los pedidos para la transformación se fueron sucediendo a miles.
TRASLADO A MADRID
En 1951 se trasladó a Madrid para atender la gran demanda acumulada. Más tarde, de la transformación de motores pasa a su construcción. Unos motores que resultaron fiables, duros y muy económicos por lo que enseguida fueron demandados por los transportistas. Muchos taxistas cambiaron los motores de gasolina por los de Barreiros. De motores pasa a fabricar tractores, camiones, autobuses y finalmente, con su asociación con Chrysler, vehículos. La expansión dentro y fuera del país era ya imparable.