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Lo que parecía un camino de rosas para el coche eléctrico enchufable se está convirtiendo en una senda tortuosa. A los problemas que estos vehículos presentan en el plano industrial, que los convierte en caros, además de empezar a dudar de su viabilidad futura por los problemas para encontrar los materiales con los que se construyen sus baterías, se unen ahora los de muchos de sus usuarios que empiezan a mostrar su desencanto ante las limitaciones de autonomía, mucho más drásticas sobre la carretera que sobre el papel con el que nos vendían los diferentes modelos.
Pero los problemas no llegan solo por ahí y en las últimas semanas empezamos a escuchar noticias que provienen de las administraciones de diferentes países europeos que comienzan a poner límites a la recarga de estos vehículos en según qué condiciones. Y el primer país que plantea la cuestión no es otro que Suiza, poco sospechoso de tener intereses contrarios a los vehículos eléctricos. El problema es el nuevo escenario de escasez energética en que se ve sumido el país transalpino, acuciado por la guerra de Rusia y Ucrania, que ha llevado a las autoridades helvéticas a priorizar el consumo de energía eléctrica para usos industriales o domésticos, antes que para la recarga de coches eléctricos. Incluso se plantean poner limitaciones de velocidad a estos coches en autopistas para que no tengan que emplear tanta energía.
Pero Suiza no es el único país europeo que ha puesto sobre la mesa este problema. En Francia lo contemplan ya y no descartan limitar el uso de cargadores públicos en momentos puntuales.
Y eso que, de momento, ni en Francia ni en Suiza hay saturación de coches eléctricos. Pero, si vamos un poco más allá, veremos que en países como China, con millones de coches eléctricos circulando ya por sus calles, han empezado a limitar el uso, sobre todo de los supercargadores rápidos, que consumen mucha energía.
Lo mismo pasa en Estados Unidos, especialmente en su costa oeste, donde las élites económicas han dejado de lado los humeantes V8 de gasolina para abrazarse al Tesla de turno enchufado al cargador de casa. Y ahí también empiezan a fundirse los plomos y el Gobierno ya se plantea tomar medidas.
A quien no se les van a fundir los plomos es a la Guardia Civil, a la que se le ha ocurrido la peregrina idea de comprar coches eléctricos para perseguir a los malos. Pero de momento en sus comandancias y cuarteles no hay cargadores para esos coches, y, sabiendo lo que tardan las administraciones en conceder las licencias (menos de año y medio o dos años, nada de nada), los Nissan eléctricos pueden pasar una larga temporada en barbecho. Aunque desde el mismo instituto armado se cuestiona ya si a la hora de perseguir a los malos la autonomía y prestaciones de estos coches serán los adecuados.
Esto no ha hecho más que empezar. Por eso algunas voces empiezan a cuestionarse si no será momento de reprogramar el calendario de la electrificación del automóvil en Europa, en aras de hacerlo factible. Que a veces las prisas son malas consejeras. No vaya a ser que por querer fardar de abanderados de la descarbonización acabemos chamuscados, que sería una paradoja.
la opinión de
JUAN ARES