
Una encuesta del 2023 de la consultora McKinsey sobre hábitos y preferencias de 4.000 personas en Europa ya apuntaba que solo el 32 % de los individuos de la generación Z, entre 15 y 28 años, apostaba por el automóvil como medio preferente para su movilidad. Para ellos es mejor el transporte público o los nuevos medios personales como el patinete, las bicis o los scooter.
No es algo nuevo y ya la generación millennial, anterior a ellos, habían apuntado a una menor dependencia del automóvil.
Esta tendencia la corroboran los datos de la DGT que dicen que en el 2003 el 75 % de los permisos de conducción del carné B expedidos lo eran a jóvenes de 18 a 28 años. Veinte años después, en el 2023, ese porcentaje ha bajado hasta el 67 %. Blanco y en botella.
Los jóvenes de las grandes ciudades, sobre todo, no quieren atarse a un automóvil, con la carga económica que ello supone. Con trabajos precarios y volátiles resulta imposible mantenerlo.
Frente al automóvil se abren ahora otras posibilidades, como compañías aéreas low cost, autobuses y trenes con precios más económicos y la posibilidad de coger al vuelo un coche o una moto de carsharing que se pueden utilizar durante unos minutos u horas y dejarlos de nuevo aparcados a la vuelta de la esquina. Esa es la verdadera libertad para los jóvenes de hoy en día.
Además están cambiando los hábitos de los más jóvenes, que ahora pueden, a través de su móvil, acceder a comida que les traen a casa o a comprar ropa. Ya no necesitan moverse tanto.
Las peatonalizaciones de muchas zonas en las ciudades también disuaden del uso del coche y los jóvenes se han criado ya con este panorama por delante. Al margen de la conciencia medioambiental, cada día más desarrollada por la generación Z.
Aunque esto es una generalización y responde a cánones europeos y de grandes urbes. La generación Z (con Z de Galiza), probablemente no estará de acuerdo con sus coetáneos de Ámsterdam o Berlín. Viviendo en un pueblo, o en una aldea gallega no tenemos carsharing, ni Glovo y lo de moverse a la capital de la comarca en patinete es una utopía. Seguramente, la generación Z del entorno rural gallego estimará en mayor medida la posibilidad de disponer de un coche, aunque sea heredado de la familia y tenga ya más de veinte años. Porque además han ido desapareciendo del campo gallego aquellas pequeñas compañías de autobuses que cubrían las cercanías y el tren ni se le ha visto, ni se le espera.
Pero en términos generales el coche parece estar perdiendo la batalla de los jóvenes, algo que no parece preocupar tanto a los fabricantes como la competencia de los coches chinos. Pero las consecuencias pueden ser más demoledoras todavía.