Cada vez que Maradona transita por el filo del abismo, me viene a la memoria una pintada que algún poeta anónimo dejó en las paredes del estadio de Boca: «Diego, no me importa lo que hiciste con tu vida, me importa lo que hiciste con la nuestra». Con Trump nos pasa algo parecido. No solo nos da igual lo que haga con su vida, más a partir de ahora, sino que, después de que la mitad de los estadounidenses lo hayan vuelto a votar, es fácil caer en la tentación de que nos dé igual lo que les pase. Y creo que ese es el gran error. Tapar los ojos a la existencia de un fenómeno tan relevante, no intentar empatizar ni en lo más mínimo con quienes piensan así.
Porque el principal problema de Trump es lo que sí ha hecho con nuestras vidas. Y las graves secuelas que nos deja. Cómo nos ha envilecido, cómo ha legitimado el odio como moneda de uso corriente, cómo ha borrado la frontera entre la verdad y la mentira, entre lo que está bien y lo que está mal. El abusón de la clase ha estado cuatro años dirigiendo el instituto y somos ingenuos si pensamos que todo volverá a ser como antes tras su marcha.
Esta vez, las barbas del vecino no se han llegado a pelar, porque a Trump, a buenas horas, lo han abandonado los medios que lo apoyaron (si Murdoch le estuviese siguiendo el cuento en la Fox, otro gallo cantaría), el establishment republicano y hasta Twitter, su principal arma de destrucción masiva.
Pero nuestras barbas siguen en peligro. Muerto Trump, no se acaba el trumpismo, al contrario. Las causas que lo auparon al poder siguen plenamente vigentes: unas instituciones tradicionales corruptas y desprestigiadas. Un mundo que muda a gran velocidad, dejando atrás a millones de seres humanos que no quieren o no pueden subirse al nuevo barco. Y unos políticos populistas que han encontrado la forma de surfear esa ola. Hace cuatro años no entendimos nada y cuatro años después seguimos igual. Así que dentro de nada volverá la amenaza de que Le Pen gobierne Francia, en un país, ojo, que no tiene los contrapoderes que existen en EE.UU. Y cualquier día, si nuestros políticos siguen igual, Vox será en España una verdadera amenaza. Pero seguiremos sin esforzarnos por entenderlo.