
La serie que triunfa en HBO nos lleva a un resort paradisíaco para zambullirnos en una crítica criminal y brillante de la frivolidad
02 ene 2023 . Actualizado a las 19:36 h.El paraíso está aquí. Lo advierten Thoreau y John Fowles. Lo decía bien la poeta Luz Pozo: «O paraíso está na terra, ignoralo é o noso maior pecado». Así es. Pero se trata, muchas veces, de un paraíso perdido, o engullido por otros artificiales. Superada la ilusión de la adolescencia, esa sensación de vivir todo el día rodando entre colegas, es más difícil ver el paraíso en la naturaleza. Con los años empezamos, en general, a ignorar el bosque, la singularidad de cada árbol, a soñar con paraísos artificiales al estilo de The White Lotus (HBO), donde las vacaciones quedan lejos y son con servicio 24 horas, con ketamina, copas y pantallas. En este resort hawaiano que triunfa en streaming, la fauna vacacional es grotesca, también el personal de servicio. Y, aunque se ven y gordas las diferencias de clase, todo el mundo saca a relucir el mono (o la mona) que lleva dentro. «Hay que ser muy hombre para poder con el mono», dice uno de los personajes. Pero el mono nos da grandes lecciones, no podemos inhibir siempre nuestra naturaleza. The White Lotus (seis capítulos, de momento cuatro accesibles) es una ficción con filtros, inteligente, dinámica, bien vestida, una crítica mordaz y realista con grandes interpretaciones y un humor directo, perfecto para calmar esa sed de pequeños terrores humanos comunes. La pureza de la flor de loto la alcanza Luz Pozo en un libro. Y, de manera traumática, también los selectos huéspedes de The White Lotus. Son ricos, pero están hechos de la misma pasta y buscan lo mismo que todos en vacaciones, desconectar, evadirse. El problema es que ni en el mejor paraíso artificial uno es capaz de desconectarse, de librarse de sí mismo.