
Dejó dicho Mariano Rajoy que un plato es un plato. Haciendo la extrapolación a una vajilla, Oriol Junqueras sería, más bien, una fuente sopera. Y una fuente sopera es una fuente sopera. Ergo, Oriol Junqueras sigue siendo Oriol Junqueras, se le llame Oriol o se le llame O. Esto lo sabe hasta el señor que lo indultó, léase Pedro Sánchez, o P. Sánchez, quién sabe. En fin, que el cartel que hay bajo las posaderas de Oriol, o de O., no engaña a nadie. Y es redundante, pues si hay alguien perfectamente reconocible, hasta con mascarilla, ese es fray Junqueras, este señor de cuerpo generoso por cuyo confuso aspecto diríamos que, de dar algo, daría obleas. El hombre objeto de ERC, la fuente sopera de la vajilla, anda de bolos por Cataluña adelante haciendo ojitos a los presos de ETA y animando a la gente a luchar «democráticamente por la independencia», lo cual es un oxímoron, un imposible. En esencia, lo mismo que declarar una pacífica guerra.