Asisto atónito a lo que está sucediendo en la atención primaria: por si fuera poco la brutal sobrecarga asistencial a la que tienen que atender, muchas veces con unos contratos basura que claman al cielo, ahora gritos e insultos a quienes allí trabajan (médicos, enfermeras y administrativos). Es hora de hacer frente con medidas efectivas a este clima de crispación y deterioro del primer escalón de nuestro sistema público de salud.
Mucho antes de la pandemia la atención primaria venía ya clamando socorro. Ahí está la hemeroteca y los múltiples informes que documentaban la situación: en el caso gallego, el documento estratégico y de gestión de noviembre de 2019 titulado Por una atención primaria vertebradora del sistema de salud y que ustedes pueden consultar en la web del Sergas. Además, justo antes de iniciarse la pandemia, la OMS declaró el agotamiento del personal sanitario como una urgencia prioritaria
Por tanto, nuestros consejeros y ministros de Sanidad faltan a la verdad cuando dicen que la actual situación era imprevisible… No digo más. Solo pido que los ciudadanos no paguemos los platos rotos de unos en las espaldas de otros: quienes trabajan en atención primaria no solo no se lo merecen, sino que además estaríamos echando gasolina a un incendio. Reconozcamos su trabajo, tratémoslos con el cariño que se merecen y apoyemos sus más que justas reivindicaciones. Lo que está en juego es algo muy importante. Sobran palabras, sobran promesas, sobra indignación. Hacen falta hechos. Si continúa el deterioro de la atención primaria, lo vamos a pagar muy caro. Y, como siempre ocurre en este mundo, los peor parados van a ser los más débiles y vulnerables, quienes no puedan recurrir a la sanidad privada.