
Ya casi transcurrieron cinco meses, pero como si nada ni dana hubiese pasado, Carlos Mazón sigue con su agenda. Ahora visita la exposición Leonardo da Vinci, 500 años del genio (da Vinci, no Mazón), donde se detiene ante una réplica de la Gioconda. La sonrisa más famosa de la historia y el comensal con la coartada más intragable de Valencia se encuentran delante del objetivo del fotógrafo. La mirada de Mazón se pierde en alguna parte del retrato, o puede que de El Ventorro. Los ojos de la Mona Lisa miran hacia fuera. Esos ojos. En cinco siglos habrán visto casi de todo. Quién sabe si no están esperando a que en el escenario irrumpa Alberto Núñez «no hay ninguna novedad» Feijoo, en plan «Carlos, ya vale, suficiente, fin del ridículo, te me echas a un lado». La escena tendría interés político, social e informativo. Pero no termina de caer esa breva, no. En el PP antes salen en tromba a pedir la dimisión de la Mona Lisa. Claro, a quién se le ocurre sonreír así.