El papa Francisco, un enfermo anciano con buen humor

Juan Vicente Boo PERIODISTA Y ESCRITOR. TESTIGO COTIDIANO DE LOS ÚLTIMOS SIETE AÑOS DE JUAN PABLO II, EL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI Y LOS NUEVE PRIMEROS AÑOS DEL PAPA FRANCISCO

OPINIÓN

María Pedreda

16 mar 2025 . Actualizado a las 10:37 h.

Aunque todavía ha necesitado oxigenación por cánula nasal durante el día y mascarilla durante la noche en el Hospital Gemelli, el papa Francisco ha transcurrido la semana del duodécimo aniversario de su elección de buen humor y centrado en los ejercicios espirituales de la Curia romana, siguiendo en pantalla desde su habitación dos meditaciones de 45 minutos cada día.

La neumonía bilateral por «infección polimicrobiana», que forzó su hospitalización el 14 de febrero, va remitiendo, y los médicos levantaron el pasado lunes el «pronóstico reservado». Como sigue débil, no celebra la misa sino que recibe la comunión y pasa ratos de oración en la capilla contigua. También realiza fisioterapia motora y respiratoria. La transparencia informativa, con datos de las TAC, radiografías y análisis, e incluso una conferencia de prensa, ha sido máxima.

Para un anciano de 88 años, una neumonía doble —agravada por episodios de insuficiencia renal ligera y espasmo bronquial con inhalación de jugos gástricos— es una situación de riesgo. Durante varias semanas el papa se había resistido a la hospitalización y recibía un tratamiento de corticoides que hinchaba su rostro. Pudimos verlo en el Jubileo de la Comunicación del pasado 25 de enero, en que no leyó el largo discurso pero saludó uno a uno a cientos de colegas moviéndose entre las filas en su silla de ruedas.

Francisco llegó al Gemelli agotado pues mantenía —con 88 años y enfermo de lo que llamaba «una bronquitis»— un ritmo de trabajo que acabaría con dos personas de 44. Juan Pablo II falleció a los 84 años y Benedicto XVI renunció a los 85.

Desde 2013 ha reiterado que presentará la renuncia, como hizo Benedicto XVI, si se considera incapaz de desempeñar su tarea. En el 2022 reveló, en una entrevista con el diario ABC, que al comienzo del pontificado había entregado al secretario de Estado una carta de renuncia «en caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo». Es una precaución habitual desde Pío XII.

Francisco está muy tranquilo, pues ha tomado y anunciado las decisiones sobre su futuro. No ha cambiado las reglas del cónclave pero sí simplificado los funerales de los papas, que se celebrarán con el féretro cerrado. Será enterrado en una pequeña capilla lateral de la basílica de Santa María Mayor, que ha visitado más de 120 veces desde el día siguiente a su elección en 2013. En caso de renuncia previa se iría a vivir como «obispo emérito de Roma» a la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de la ciudad.

En cuanto al próximo cónclave, los cardenales electores —de los que Francisco ha nombrado 109 de 137— no pierden tiempo barajando nombres. Cuando llegue el momento dedicarán la semana o los diez días anteriores a debatir los problemas y prioridades de la Iglesia: una selección de tareas que traza el «retrato robot» del futuro papa. Hasta entonces, la referencia seguirá siendo el actual «número dos» del Vaticano, el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin.