
Fabio Belnome es un barcelonés que se ha hecho viral por viajar en un Fiat Marea hasta el fin del mundo: el año pasado fue a Cabo Norte, en Noruega, y ahora está camino de Japón. El coche lo compró en Wallapop por 900 euros y aunque el diésel tiene los días contados, según la flamante vicepresidenta de la UE Teresa Ribera, parece que se niega a acabar en el desguace. «Descubrí que lleva un motor 1.9 TD que es muy fiable», explica el influencer, cuyos vídeos acumulan millones de visitas en las redes sociales. Sus seguidores creen que desplazarse miles de kilómetros con un automóvil de 27 años es un reto, una aventura llena de peligros. Claro, son jóvenes y no saben aquello de: ¿te gusta el riesgo? Ten un hijo o contrata una hipoteca a treinta años.
Siento desilusionarles. Lo de Belnome está chupado. Lo realmente atrevido hoy en día es viajar en avión o en tren. Y si es a este finis terrae, todavía más. Lo he comprobado en persona en los últimos meses. Volar desde Barcelona o Madrid supone entrar en la lotería de los retrasos, en la que los gallegos siempre salimos perdiendo. Especialmente a última hora del día. Si hay que reorganizar los slots de despegue somos los últimos de la fila. Avión a Bilbao: 15 o 20 minutos de demora; A Vigo o A Coruña, una hora u hora y media tarde. Y eso cuando no hay overbooking, práctica habitual de una reputada aerolínea con base en la capital catalana. Pero da igual la compañía, básicamente para ellas no somos pasajeros de segunda, sino de tercera o cuarta categoría, por eso en las terminales nos ubican también en la periferia de las puertas de embarque.
Volar. Hay una escena en Regreso al futuro en la que Marty McFly contempla asombrado cómo tratan a los clientes que van a repostar en una gasolinera de 1955: cuatro empleados se acercan raudos y limpian el parabrisas del vehículo, comprueban la presión de los neumáticos, revisan el nivel de aceite... Así debía ser subirse a un avión hace unas décadas. Ahora, antes de pisar el finger tienes a una amable señorita que escruta incautos a los que calzarles una multa de 75 euros por su maleta de cabina.
Fabio, si te atreves, vuelve a España en avión, y luego sigue hasta aquí en el AVE de cuarta que nos han puesto.