
El Tribunal Constitucional acaba de dejar sin efecto el artículo 14 de la Constitución, ya saben, el que dice que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna...» y bla, bla, bla. Ahora entiendo eso de que es el «intérprete supremo» de la norma, porque da igual lo que ponga en ella y también que haya sido ratificada en referendo por el 87,78 % de los españoles. En fin, cosas del esperpento en que se ha convertido nuestro país, o quizá deberíamos decir el país de algunos, porque otros ni siquiera tienen que cumplir con las leyes fundamentales. Pero probemos —el resto— a dar un golpe de Estado, declarar la república independiente de mi casa, incendiar calles y comercios, cortar carreteras, paralizar aeropuertos, acosar a las fuerzas del orden y utilizar para todo ello dinero público. Seguro que también nos vamos de rositas, seguro.
A Pedro Sánchez le ha venido de cine, porque, además de seguir contando con el apoyo de Junts (hasta el próximo chantaje), culmina una semana-alfombra que le ha servido para esconder debajo las graves acusaciones de corrupción contra el Gobierno y el PSOE. Primero, el perverso bombardeo estadounidense de Irán; después, la fusión con pliego de condiciones leoninas BBVA-Sabadell; luego, el desafío al 5 % de la OTAN y, por último, la particular aplicación de la Carta Magna por parte de Conde Pumpido y sus colegas progresistas (más bien involucionistas).
El gran Forges incluyó durante años en sus viñetas una pequeña apostilla —«Pero no te olvides de Haití»— tras el devastador terremoto que asoló el país centroamericano. Parafraseando al humorista, pero totalmente en serio: «Pero no te olvides de la banda del Peugeot».