Los mercados financieros globales están ahora mismo en una encrucijada peligrosa, caracterizada por niveles históricos de deuda, la proliferación de burbujas especulativas en sectores como las criptomonedas y la inteligencia artificial, y unos déficits fiscales que parecen no tener fin. A este panorama se suma una presión política constante sobre la Reserva Federal (FED), que probablemente continuará, dificultando la toma de decisiones independientes y técnicas en materia de política monetaria.
En primer lugar, el escenario geopolítico está marcado por una estrategia silenciosa pero efectiva para presionar al régimen de Putin en Rusia. La clave de esta presión reside en mantener los precios del petróleo bajos, ya que un barril barato limita seriamente la capacidad de Rusia para financiar y sostener sus ambiciones militares. Este fenómeno no es casualidad, sino resultado de acuerdos no públicos entre Estados Unidos, Arabia Saudí y posiblemente otros miembros de la OPEP. Un petróleo barato debilita la posición rusa en el conflicto ucraniano y en la escena internacional, obligando al Kremlin a replantear sus estrategias.
Simultáneamente, la guerra comercial y de aranceles contra China se intensifica, con Estados Unidos liderando una ofensiva de restricciones y sanciones. Esta postura está respaldada por una coalición de aliados occidentales que, además de ejercer presión sobre China, también instan a la Unión Europea a sumarse a la lucha. En respuesta, los países agrupados bajo el paraguas de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se acercan cada vez más, buscando fortalecer sus lazos y equilibrar la balanza de poder frente a Occidente.
El resultado es un mundo cada vez más polarizado, donde el globo se divide claramente en dos bloques: West vs East. Esta división tiene profundas implicaciones económicas, políticas y sociales, y todavía no se ha reflejado plenamente en la volatilidad de los mercados financieros. De hecho, la volatilidad se mantiene en niveles inusualmente bajos, lo que indica una complacencia peligrosa por parte de los inversores, quienes posiblemente subestiman el impacto potencial de la inestabilidad geopolítica.
El liderazgo económico global está en juego. Si Estados Unidos y Europa pierden su liderazgo, perderán inevitablemente su influencia a todos los niveles: político, tecnológico y militar. Por ello, es fundamental que los países occidentales reduzcan su deuda y abandonen la peligrosa costumbre de vivir a expensas de las rentas futuras.
Mientras tanto, los mercados financieros parecen ajenos a estos riesgos y continúan inflándose, especialmente en sectores como las tecnología, como consecuencia del desarrollo de la inteligencia artificial, y las criptomonedas. Sin embargo, hay que recordar que las burbujas pueden durar años, pero siempre terminan explotando.
La clave para navegar este entorno tan incierto es invertir con gestores stock pickers, es decir, que tengan la capacidad de seleccionar empresas ganadoras y superar al mercado en el largo plazo.