Antonio Simoes está sacando las últimas pertenencias del local y en unos días tendrá que hacer entrega de las llaves
12 ene 2023 . Actualizado a las 11:16 h.El local que acogía el conocido restaurante Habana 83 de Ourense ya está prácticamente vacío. Antonio Simoes, el propietario, se acaba de jubilar y la falta de relevo le ha obligado a cerrar un negocio que llevaba treinta años abierto. «En unos días tengo que entregar las llaves, ya he sacado todas las pertenencias porque el local no es mío y tiene que quedar sin nada», explica. Esto está siendo muy difícil para él, pues cerrar una etapa que le hizo tan feliz le duele mucho. «Estoy muy triste, es una pena ver todo tan desierto, a mí me hubiese gustado dejar todo tal cual y que alguien se hiciese cargo, pero al final tuve que retirar mis pertenencias», lamenta. Los clientes también están muy afectados por el cierre. «Llegan aquí y prácticamente le salen las lágrimas. No les gusta ver que ya no queda casi nada», comenta.
Por el momento, Antonio no es consciente de que haya llegado el momento de descansar y empezar un nuevo estilo de vida: «Como todavía vengo aquí, no tengo la sensación de jubilado. A partir de ahora, aprovecharé para tomarme unas merecidas vacaciones y después buscaré algún entretenimiento», confiesa. Lo que tiene claro es que no volverá a hacer nada relacionado con la hostelería, pues aunque es su pasión su cuerpo ya no está para aguantar un trabajo tan duro. «Los años marcan a la gente, y aunque me rompe el corazón dejarlo, tengo achaques que no me permiten seguir», destaca. El restaurante lo llevaba con su cuñado, que se jubiló al inicio de la pandemia.
La despedida fue por todo lo alto, pues desde que anunció que el 31 de diciembre cerraría para siempre el número de reservas se disparó. «Fue una locura el último mes, no pensábamos tener tanta gente, les daba igual la hora o el día, pero querían venir por última vez. Algunos hasta se quedaron sin hueco», indica. Nadie quería quedarse sin comer una vez más los langostinos al curri con arroz, el arroz meloso de almejas, las brochetas de rape, el tataki de atún rojo o la carne de caza -algunos de sus platos más típicos-. Esta reacción y cariño de la clientela le hace sentirse un hombre muy afortunado. «No pudo acabar de una forma mejor», concluye.