Vuelve tras 23 años en Camerún: «Ahora mi misión está en Europa»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

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María Teresa Araújo, misionera en Camerún
María Teresa Araújo, misionera en Camerún Alejandro Camba

La religiosa María Teresa Araújo Arcos regresa definitivamente a España

16 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene 80 años, aunque no los aparente, e inicia una nueva etapa de vida. La misionera Sierva de la Pasión María Teresa Araújo Arcos, natural de Vilar de Barrio, regresa a casa tras cerca de 23 años en Camerún. Lo hace porque se lo pidieron, afirma. Seguidamente subraya: «Ahora mi misión está en Europa».

Este sábado participó en el Encuentro Diocesano de Misioneros en Ourense. Lo hizo con el corazón todavía en África, a pesar de que regresó en el mes de abril. En el año 2011 aterrizó en Yaoundé. De ahí pasó a Douala, al orfanato San Juan de Deido, por un corto período de tiempo, y regresó a la capital de Camerún para hacerse cargo del denominado Centro Nutricional, donde actualmente hay una guardería de niños, un pre-maternal y un centro de primaria. Presume, a su vuelta, de haber dejado a misioneras nativas al cuidado de todo lo que consiguió a lo largo de las dos décadas de su vida que dedicó acompañar a los más necesitados del país africano.

«He regresado por la misma razón que me fui: por obediencia», afirma sin dudar cuando se le preguntan las razones de su vuelta. María Teresa supo que quería ser religiosa a los 13 años. Dice que no sabe la razones, aunque señala que en su familia había varios religiosos. Solo flaqueó en una ocasión, que todavía recuerda con demasiada emoción: «Siempre estuve apoyada, solamente sufrí mucho cuando siendo ya religiosa mi padre murió y no pude verlo...». María Teresa tenía 18 años y estaba en Barcelona. «Los tiempos no eran los de hoy y me enteré a los diez días», añade.

Camerún fue su primer y único destino como misionera. «Allí estuve presencialmente con todo mi ser. Ahora que continúe mi labor. Lo que más me gusta es que dejo varias religiosas nativas, que son capaces de llevar las tres comunidades que sacamos adelante», explica.

El problema principal de las comunidades donde ha ejercido su misión es la pobreza: «Es lo que abate a la gente. Hay falta de sanidad y si no tienes dinero, enfermas y vas al hospital, tienes que esperar a que te administren lo que tengan. No te van a atender. Muere mucha gente joven».

Sobre la percepción en Europa de la situación de África señala: «Es imposible entenderlo, hay que pasar por la experiencia. Aquí vivimos muy tranquilamente. Aquí protestamos sin razón, aunque alguna habrá. La vida aquí es fácil, allí se lucha por sobrevivir. A pesar de todo esto, viven con alegría, no están tristes ni amargados, porque aceptan su situación y su sociedad. No conocen otra cosa. Los niños son muy inteligentes y trabajadores y se apoyan mucho entre ellos, entre los hermanos. El mayor ayuda al pequeño, sin maltratarlo. Las familias están muy cohesionadas y esto es muy importante para la supervivencia».

Tras pasar unos días en su tierra natal partirá a Barcelona, donde ha sido destinada. «Estos meses han difíciles. Lo peor de mi integración es que echo mucho de menos Camerún, todo. Estaba muy asentada allí. Siempre he intentado estar a gusto donde he tenido que ir. Durante estos años hice lo que he podido, me he entregado y ahora se abre una nueva etapa», relata. Y tiene un mensaje para la sociedad occidental: «Tenemos que estar contentos con lo que tenemos y disfrutarlo. Aunque sé que esta experiencia, la mía, no la puedes entender si no la vives».

Sobre el futuro, el suyo, afirma que queda mucho por hacer: «Mi vida continúa porque en Europa hay todavía mucha misión que cumplir, tenemos casas de acogida de madres solteras y mucha gente que nos necesita. Hoy en día también tenemos que ser misioneros aquí».

Ourense tiene 84 misioneros por todo el mundo y 59 de ellos son mujeres

Actualmente, en la Delegación de Misiones de Ourense hay 84 misioneros, 59 mujeres y 25 hombres, repartidos en 30 países de cuatro continentes. Entre ellos, 59 consagrados, un obispo, un administrador apostólico, cinco sacerdotes diocesanos y dieciocho religiosos.

Para llevar a cabo la mayor parte de su trabajo en los países más necesitados, desde construcción de escuelas a ayudas a los enfermos, se valen de las donaciones que muchos cristianos destinan específicamente a las misiones. Este sábado expusieron el destino del reparto de una herencia que recibieron de las hermanas Josefa y Angelita Bolaño Fuentes, de Xinzo. Entre los proyectos que se llevarán a cabo gracias a sus aportaciones están la reforma del centro de Formación Pastoral en Lima (Perú, 15.000 euros); la construcción de la iglesia de Mankwanda (Zambia, 13.500 euros); otro templo en Yirba Gangeso, Hawassa (Etiopía, 10.000 euros); la construcción del centro de salud en Centro Carcelario Morros Blancos (Bolivia, 4.000 euros); la construcción de una escuela infantil en Madimba (Congo, 15.272 euros); y la compra de materiales (farmacia, odontología y camillas) de una clínica sanitaria en Larantuka (Indonesia, 15.000 euros).

Estas aportaciones, señalan desde la diócesis de Ourense, son vitales para que los misioneros puedan seguir ayudando.