Este gallego ha ido 18 veces al festival de Eurovisión: «Israel concentró el televoto por la polarización»

Eliseo Rivas García OURENSE

OURENSE

El ourensano Eliseo Rivas, en el centro, en la final del concurso de Eurovisión en Malmö (Suecia), tras proclamarse la victoria del cantante que representó a Suiza.
El ourensano Eliseo Rivas, en el centro, en la final del concurso de Eurovisión en Malmö (Suecia), tras proclamarse la victoria del cantante que representó a Suiza. cedida

El ourensano Eliseo Rivas relata en primera persona cómo vivió la última edición del concurso celebrado en Malmö (Suecia)

15 may 2024 . Actualizado a las 20:33 h.

He ido 18 veces a ver el festival de Eurovisión en directo. Siempre vamos nueve días, desde el sábado anterior a la final del concurso. Este año volamos a Copenhague, donde estuvimos tres días y después cruzamos el puente hasta la ciudad sueca de Malmö, donde se celebró esta edición de 2024. Es una ciudad grande, extensa, de pisos bajos y con un par de calles comerciales. Si bien los suecos son muy eurovisivos, el ambiente era muy tranquilo, con mucha seguridad debido a la polémica política. Un día, antes de una semifinal, nos encontramos una gran manifestación pro Palestina. Había mucha gente, pero se desarrolló tranquilamente. Había dos helicópteros sobrevolando continuamente la ciudad y mucha vigilancia en la entrada del Malmö Arena. El ambiente varía según la ciudad y el año. Por ejemplo, el año pasado en Liverpool los ingleses lo dieron todo. Al llegar, los miembros del euroclub de fans nos reunimos en la discoteca oficial. Por allí pasan a veces los artistas, aunque solo vimos a los que no se clasificaron para la final y a algunos bailarines. Los demás están muy ocupados, concentrados en preparar la voz y en sus ensayos. 

Este año mis canciones favoritas eran las de Bélgica, Reino Unido y la que ganó, la de Suiza, si bien también me gustaban la de Francia o Países Bajos. Este último fue expulsado y la de Bélgica se quedó en la semifinal. Esta vez no estuve muy acertado en mi cálculo. Los fans ya escuchamos todas las canciones en cuanto las preseleccionan. La del belga me gustó, pero es verdad que en cuanto a voz y puesta en escena fue flojo. El cantante de Suiza, además de que la canción era buena y me gustaba, al verlo en directo enseguida vimos que era ganador por su puesta en escena y porque Nemo es un portento vocal. Por primera vez este año actuaron en las semifinales los representantes de los Big Five, las cinco televisiones que más dinero dan al festival y que por ello se clasifican directamente para la final. Por ello pudimos ver la actuación de Nebulosa. Nos gustaba la canción y ellos son muy simpáticos. Los vimos en la pre-party que se celebró dos meses antes. Lo que más nos gustó de las semifinales fueron los opening, con la actuación de un artista sueco y fueron espectaculares.

 

El escenario era súper novedoso. Los suecos son muy innovadores en cuanto a la realización en Eurovisión y en los escenarios. El Malmö Arena es grande, cabíamos unas doce mil personas, estaba muy bien organizado y se estaba bien. Los fans que pertenecemos a OGAE (Organización General de fans de Eurovisión), el club oficial, conseguimos las entradas por esta vía. Hay que cumplir algunos requisitos, como asistir a un congreso anual, que se suele celebrar en Madrid, y participar en las redes sociales. A cada país le asignan un número determinado. Para acceder a la final, que comienza a retransmitirse a las 21.00 horas, hay que llegar como una hora antes porque van colocando a la gente. Son aproximadamente tres horas las que hay que estar allí. Al ser un programa en directo, aunque acabas cansado se lleva bien. Sarna con gusto no pica.

En la final, la actuación de Nebulosa gustó. Todo el mundo coreaba el estribillo. Este año fue raro. El ambiente entre el público estaba enrarecido por el tema político. Cuando salía la cantante de Israel todo el mundo la abucheaba. A través de la televisión no se escuchaba tanto, pero allí sí. También hubo un abucheo tremendo cuando dieron los votos de Holanda -los leyó el supervisor ejecutivo Martin Österdahl- también hubo abucheo tremendo. En el público había miedo a que ganase Israel, si bien el televoto lo esperábamos. Está todo muy polarizado y la gente que vota lo hace en positivo. Así que los pro Israel votaron y concentraron el voto. También en España. Mucha gente ve el programa, pero no levanta el teléfono para votar. Los que querían apoyar a Israel sí lo hicieron. Siempre se dice que Eurovisión está politizado, pero yo creo que los espectadores de los países se votan unos a otros más por afinidad lingüística o cultural. Los portugueses entienden más una canción en español y por eso la votan y lo mismo ocurre en España con Italia o Portugal. La política afecta, como en todo, pero no tanto. En veinte años solo se repitió una vez un triunfo, el de Suecia.

En cuanto al público cada año se ven caras nuevas. No sé bien por qué tiene tirón entre la gente joven. Cuando yo empecé a verlo solo había dos canales, pero ahora hay muchos más. En el 2002 enganchó por Operación Triunfo, pero ya pasaron más de veinte años de eso. En general, es un programa de máxima audiencia. No solo en España, también en Islandia y en el resto de países nórdicos. Los seguidores LGTBI+ siempre están muy unidos a Eurovisión. Gracias a esa parte de la población, el festival se mantiene. La UER solo deja pasar al recinto de la final las banderas nacionales y la del arco iris LGTBI+. Ni siquiera dejaron la de la Unión Europea. Nos gusta mucho la música y los espectáculos. Creo que también tienen tanto seguimiento en este colectivo porque no tenemos cargas familiares y tenemos libertad de movimiento para viajar.

La anécdota del festival fue la ruptura del micrófono por el ganador Nemo. No sé si será Loreen la gafe porque, hace once años, fue ella quien se lo entregó a la ganadora, la danesa en aquella ocasión, y también se le rompió el micrófono de cristal.

Ahora toca ahorrar para el próximo festival, en Suiza. Hasta septiembre no dirán en qué ciudad se celebra, hay tres que se postulan. Estamos pensando en abrir ya una cuenta, porque es un país carísimo. Suecia también es caro y Dinamarca aún más, por lo que vimos en los tres días en Copenhague.