Abandonar tu casa o defenderla de los incendios: el doble riesgo de quedarse

Sara Pérez Peral
Sara Pérez REDACCIÓN / LA VOZ

O BARCO DE VALDEORRAS

Una de las casas afectadas por el fuego en la parroquia de Mones, en Valdeorras.
Una de las casas afectadas por el fuego en la parroquia de Mones, en Valdeorras. Santi M. Amil

Los servicios de emergencias priorizaron los desalojos de mayores y niños, dejando que el resto de vecinos hicieran frente a las llamas. Muchas aldeas se salvaron así

22 ago 2025 . Actualizado a las 14:34 h.

La amenaza de los incendios a los núcleos de población hizo que los servicios de emergencias confinaran o evacuaran a sus vecinos. También es la razón por la que se declara la situación operativa 2. Medidas extremas de protección con las que «salvagardar vidas humanas», según justifica la Xunta. La más repetida fue el confinamiento, pero también hubo que desalojar parroquias enteras. La mayoría de sus habitantes respondieron a la recomendación cuando la proximidad del fuego no permitía otra opción, pero excepcionalmente algunos vecinos no quisieron abandonar sus viviendas para protegerlas de las llamas. Así se salvaron muchas, pero el riesgo fue doble: para el que se quedaba y para el que luego quería ayudarlo.

«Ante un incendio forestal, o máis seguro é estar lonxe do lume», explican desde la Axencia Galega de Emerxencias. Pero también es comprensible no querer abandonar la casa propia, como coinciden los alcaldes de las zonas afectadas. Eso hizo Jaime, el vecino de San Vicente de Leira (en Vilamartín de Valdeorras) de 75 años que pese a que Protección Civil decidió desalojar el pueblo, él y otras dos personas más se quedaron. Consiguieron salvar unas pocas casas, comparadas con todas las que se quemaron, pero también pusieron sus vidas en peligro.

El alcalde en funciones de O Barco de Valdeorras, Aurentino Alonso, afirma que en un momento en el que no había medios fueron los vecinos los que salvaron los pueblos. «En Forcadela houbo que desaloxar, pero os militares pediron que marchase a xente maior e os nenos, pero que quen puidese axudar estando vixiante ou apagando pequenos lumes, era bo que quedase», dice. Con mangueras y bocas de riego, podrían refrescar los alrededores y actuar rápido evitando un nuevo incendio. «Outra cousa é que a vila estea rodeada e que non haxa saída», advierte.

Que se marchasen los más vulnerables y se quedasen quienes pudiesen echar una mano fue la filosofía que le plantearon los militares. Y la que dice el regidor que cambió la suerte de muchas parroquias: «Houbo moitos incendios que se apagaron grazas ao labor preventivo, a que estiveran vixiando os veciños».

Una reacción humana

Desde la Xunta explican que cuando un incendio implica peligro más allá de bienes forestales, «cómpre seguir as indicacións dos servizos de emerxencias e das forzas e corpos de seguridade do Estado que se atopen no lugar». Sobre todo porque la situación puede cambiar de un instante a otro, ya que el comportamiento de los fuegos depende «do tempo atmosférico, do combustible vexetal dispoñible e da topografía». En frío, y pasado el peligro, afirma la alcaldesa de A Rúa, María Albert, que es muy fácil ser sensatos y tomar mejores decisiones. «Hai que verse no momento, é unha reacción moi humana a da xente que quere quedar na casa para salvala».

Coincide con su homólogo de O Barco de Valdeorras en que los servicios de emergencia no eran partidarios de primeras de los desalojos, salvo casos excepcionales. «Sen os veciños, non se salvaría o que se salvou», advierte. En momentos límite, de nervios, miedo y urgencia, asegura que fue «a colaboración da xente a que salvou as vilas», con la colaboración de los medios de extinción, cuando los había.

Cuando no hubo opción, como ocurrió con las residencias de mayores de Chandrexa de Queixa, A Rúa, Rubiá y Carballeda de Avia, los servicios de emergencia apostaron por los desalojos. Desde la Xunta defienden que se realizaron «coas máximas garantías»; esto es, los técnicos optan por esta medida cuando tienen tiempo para llevarlo a cabo y, preferiblemente, nunca por la noche. Eso fue lo que ocurrió con los niños que estaban de campamento en Manzaneda, a los que se decidió confinar por la noche ante el avance de las llamas y se desalojó a la mañana siguiente.