Pasó de desfilar para Roberto Verino a tener una de las floristerías con más encanto de Ourense

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

VERÍN

Pepa, rodeada de las flores de su negocio, en Verín
Pepa, rodeada de las flores de su negocio, en Verín Santi M. Amil

Pepa Rodríguez cambió de vida pasados los treinta. Dejó su trabajo y apostó por las flores, abriendo su propio negocio en Verín

04 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Pepa Rodríguez tiene 63 años que no aparenta y muchísima vitalidad. La belleza, la frescura y la alegría son tres de las características que comparte con las flores, que vende desde hace casi tres décadas en su propia tienda, en el centro de Verín. Pepa es la propietaria de la floristería Lirios, en la calle de la Diputación. «Fue de repente. Un día se me ocurrió que lo mío podría ser vender flores», admite. En 1996 abrió el negocio y probó suerte.

Lo cierto es que en aquel momento, esta verinense tenía ya 36 años y un futuro resuelto. «Trabajaba en una oficina como administrativa a tiempo completo y además hacía pases de modelo para Roberto Verino», explica. «Tenía un empleo fijo, estaba súper bien vista y hacía lo que me gustaba, especialmente desfilando», cuenta. Pero lo cierto es que la oficina le agobiaba. «Me aburría. Así que un día lo dejé todo y monté mi propia floristería en Verín. Nunca me habían llamado la atención las plantas pero de pronto supe que iban a ser el resto de mi vida», resume Pepa. Acertó.

Buscó un bajo pequeñito y puso en marcha su floristería. «No tardé nada en descubrir que me encantaba lo que había escogido. Estaba todo el día metida en el local. Hacía todo tipo de formaciones y cursos», recuerda. Su pasión fue en aumento, igual que su número de clientas. En tres años el bajo se le quedó pequeño y decidió comprar un local mucho más grande, donde sigue atendiendo hoy en día. «Aquí estoy, feliz, sin vacaciones y encantada de la vida», confiesa. «Si me voy tres días de la floristería, al cuarto estoy deseando volver», amplía.

Al entrar en Lirios, cualquiera percibe el amor de Pepa por las flores y su gusto por la belleza. Las plantas irradian frescura, las flores impregnan el ambiente de olores agradables y todo lo demás son adornos y accesorios, con los que Pepa trabaja en composiciones para bodas, bautizos, cumpleaños... «Cada encargo es diferente. Para mí lo importante es captar a la perfección la idea de quienes me contratan, y a partir de ahí me pongo a trabajar en base a lo que me parece estético y bello. Lo que hago es intuitivo y, sobre todo, emocional. Me dejo el corazón en cada trabajo», asegura Pepa. Sus flores favoritas son los tulipanes, aunque dice que todas aportan alegría y belleza. «Serenan los sentidos y provocan felicidad. Hay muchas personas que tienen ojos y no ven, sin embargo las flores transmiten algo que es prácticamente ineludible, y yo tengo la enorme suerte de vivir rodeada de ellas», concluye.

Sabe que no se equivocó dándole un giro a su vida y apostando por abrir su propia floristería. En unos años le tocará despedirse de ella y jubilarse, y aunque su hija ya haya optado por otro camino —es fisioterapeuta en Bélgica—, Pepa guarda grandes esperanzas en su nieto. «Tiene solo 10 años pero le encanta estar aquí conmigo y disfruta viendo las flores y ayudándome a combinarlas», termina.