Para disfrutar toda la noche... Oporto

EL RENACER DE PORTUGAL

VÍTOR MEJUTO

¿DORMIR? NI EN SUEÑOS Hace años que Oporto, de noche, navega un paso por delante. Lo que ha cambiado es que las aves nocturnas tienen más ramas donde apoyar sus patas. Pero... ¡Ojo! Sus bares no son como ningún otro. Hay que venirse a verlo.

12 feb 2018 . Actualizado a las 11:22 h.

vítor mejuto

Un hombre de melena corta y riza está sentado en una parada de bus de la Rua do Ouro, la que discurre desde la Ribeira hasta la playa. Tiene los ojos verdes. La piel canela. La descripción no pretende hacer un juego de palabras con la canción. Hace honor a la verdad. Es como un modelo de Tom Ford. Pero no es una aparición salida de uno de sus catálogos, probablemente ha saltado de alguno de los garitos de techno que hay en la ciudad. Eso después de haber estado danzando antes de local en local. «Hace veinte años, cuando alguien te preguntaba por la mañana dónde habías estado la noche anterior, era fácil responder. Muchos acabábamos la noche en el mismo lugar -en referencia a la discoteca Swing-. Ahora formulas la misma pregunta y hay que pensar un rato la respuesta, porque la oferta se ha multiplicado». Con la perspectiva que da haber navegado a fondo en las noches del Oporto de los noventa, este habitante de esta urbe invicta describe cómo ha cambiado todo el escenario en relativamente poco tiempo. No solo hay más locales, resulta una cuestión de tendencias. Porque la noche de la segunda ciudad de Portugal continúa caminando con un paso por delante, es uno de esos lugares donde, comparado con Galicia, la noche lleva adelantado el reloj.

VÍTOR MEJUTO

Aunque este es un lugar donde la gente sale tarde, hay locales de primera hora donde todos los días de la semana hay algo que hacer. Un ejemplo es la Embaixada do Porto, en la plaza Carlos Alberto, un garito donde cualquiera que entre puede revelarse un carrete de fotografía, comprar un disco de vinilo, un tocadiscos o una Polaroid y, por qué no, subir unas escaleras, tomar una cerveza o una copa para escuchar un grupo en directo. Su propietario, un lisboeta que frecuentaba las noches del inigualable Finalmente, organiza un espectáculo todos los días. Blues, bossa nova, rock de los años 50....

Más allá de ese local de aire retro, hay otros espacios para tomar esa primera copa. ¿Elegir uno? Imposible. Porque no cabe duda de que las alternativas son tan diversas como la propia ciudad. No hace falta salir del área de la Baixa, Ribeira y Cedofeita para llegar al Passos Manuel, en la calle del mismo nombre. No hay duda de que por sus vinilos lo reconocerán, pero esa es solo su primera carta de presentación. Entren dentro.

No muy lejos, la Rúa Galerías de Paris, justo detrás de la famosa librería Lello, abre paso a la mayor concentración de bares de la ciudad. Cada sábado por la noche decenas de personas pueblan esa calle dispuestas a construir su propia aventura. Cerca, en la entrada de un párking, un grupo de jóvenes vestidos con un esmoquin apuran unos cigarros antes de subir a cenar a uno de los salones del Club Portuense. Tienen entre 20 y 21 años. Han nacido en el ocaso de la centuria anterior, poco antes de que los escudos dieran paso al euro, pero su anacrónica indumentaria va acorde con las reglas marcadas por una institución centenaria como es el club que conserva costumbres del pasado para mirar al futuro. Esa falta de perjuicios los convierte en modernos.

Porque esos jóvenes que, como el adonis de ojos verdes que en la mañana futura aguardará en la parada del bus de la Ribeira, acabarán la madrugada buscando historias fugaces, o no, de garito en garito. Es como una gran partida de dominó en la que lo único que hay que procurar es mantenerse despierto.

Puede que después de cenar empiecen por cruzar el umbral del local que lleva el nombre de una de las calles cercanas a la institución, el Galerías de Paris. Allí tomarán una copa y observarán los juguetes que cuelgan del techo de este local que acaba travestido en discoteca después de haber servido unas cuentas cenas. O quizá prefieran o Armecén do Chá, un local con almacén de vinos, una sala de baile, espacio para que pinchen los Djs... Porque no está mal pasar un rato para escuchar un poco de Trance o Minimal.

Oporto es una puerta abierta a los contrastes. A los temas que suenan en la radio y a otros que no tienen nada que ver. Ahí está escondido su encanto. Porque del mismo modo que en una calle del centro, a pocos metros de la Torre de Clérigos, pueden encontrarse a unos muchachos vestidos como Fred Astaire, en otra pueden verse modelos trajeados con indumentarias que hasta sorprenderían a Boy George o Viviane Westwood.

Y no hay que pasar por alto clubs como Gare, en Rua da Madeira, uno de los templos del techno en Europa. La prueba de que no tiene nada que envidiar a uno de esos locales que arrastran masas en Centroeuropa es clara. Nombres como Eric Cloutier, que estará esta noche, o Michael Mayer, que lo hará en marzo, forman parte de su agenda. Y luego está el Industria Club. Hoy la sala contará con Ewan Pearson, un inglés que lleva dos décadas en lo más alto de los ritmos electrónicos. De hecho, fue uno de los recording artist de Partial Arts, además de remezclar a algunos de los más grandes de este estilo como Depeche Mode o los Chemical Brothers.

EL MAUS HÁBITOS

Pero no hay que descartar el dejarse caer por algunos de los locales sofisticados que hay junto a la playa. Primero puede hacerse una parada en Foz, luego en Matosinhos. Antes de bajar, hay que probar una de las alternativas que ofrecen coctelerías como la moderna The Royal Cocktail Club, en Rúa da Fábrica.

Pero hay un lugar que va más allá de todo eso, un espacio que lleva años en lo más alto del podio de lo alternativo. Es el Maus Hábitos, en la Rúa Passos Manuel. Solo hay que repasar la agenda. Esta noche, por ejemplo: Groove Ball y Vaginal Davis. El primero es un espectáculo de performance en el que actúa una artista cuyos referentes son algunas de las más grandes como la Jurado o Edith Piaf. Todo inspirado en las Ballroom neoyorkinas de los noventa. Un canto a la individualidad y a la libertad. El segundo presenta una fórmula «homo core punk». Porque... ¿cómo no reservar un pedazo de noche para saborear lo último del movimiento underground? Es patrimonio de todas partes. No hay que hacer ascos a nada. Menos aquí, donde puede pasar cualquier cosa. El reguetón no marca la diferencia.

VÍTOR MEJUTO

Porque no hay que olvidar que son esos lugares los que marcan el contrapunto a esos otros pequeños bares con historia, como una de las tascas del Campo Mártires da Patria, la Adega Leonor, cobijo de Erasmus que buscan copas baratas para poder terminar el mes con algo de comida en la nevera. En sus paredes van pegando los carnés de los estudiantes que se van. Es su huella. La dejan al igual que los que, además de haber estado delante de la barra, acaban colocándose detrás de ella para servir copas. Quizá algún día vuelvan y se busquen en esas fotos que quedarán colgadas, a modo de santuario, en esa pared para el recuerdo. Entonces reirán. Tal vez vuelvan a brindar por los buenos tiempos. Pero no solo es un lugar para beber. También está abierto al debate nocturno. Algunos hablan sobre qué pasará ahora que el Gobierno local pretende prohibir beber en la calle.

Podrían estar hablando hora tras hora, hasta que salga el sol. Pero algunos optan por continuar con su paseo nocturno. Los que no quieren «pegar un carro» para ir a la zona industrial, donde están discotecas como Via Rápida, pueden buscar otras alternativas por la zona. El que esté cansado de buscar solo ha de ir detrás de la masa. Los que estén cansados, pueden continuar hasta la Ribeira para mirar las luces del otro lado del río.