La adopción de nuevas herramientas y la aceleración de procesos pueden conducir a estrés laboral y ansiedad. La buena noticia es que se puede combatir
28 oct 2025 . Actualizado a las 13:10 h.La inteligencia artificial llegado para quedarse y en el mundo laboral tiene muchas ventajas: transforma la manera en la que se organizan las tareas, se toman decisiones y se gestionan los equipos y gracias a su capacidad para automatizar procesos rutinarios, está impulsando una mayor eficiencia y permitiendo que los profesionales se centren en tareas de mayor valor añadido.
Sin embargo, en este proceso de cambio tecnológico, como en su día fue el de la digitalización, también hay puntos oscuros y uno de ellos es que la adopción de la IA pueda traer aparejado el síndrome del trabajador quemado, conocido como burnout. Una cara B de la que no siempre se habla.
				
		
			
		
		
												
								
    	
«Se pensaba que la inteligencia artificial solo iba a irrumpir en las profesiones más automatizables, pero vemos que irrumpe en todos los roles de la compañía: operaciones, márketing, ventas, recursos humanos...». Lo explica Juan Luis Moreno, partner & Managing Director de The Valley. Las compañías y el personal directivo cada vez es más consciente de que tienen que implantar la IA en sus procesos para seguir siendo eficientes y competitivos, pero algo que puede se muy beneficioso no solo de a empresa, sino de cada profesional en su rol, «vemos que supone una presión añadida y un ritmo vertiginoso».
Un estudio publicado por Nature ha revelado que la adopción de la IA incrementa significativamente el estrés laboral, debido a la exigencia de procesar grandes volúmenes de datos y adaptarse a nuevas herramientas. En España, esto se traduce en que, según un informe de Canva, más de la mitad de profesionales reconoce sentirse presionado al trabajar con datos, y un 54 % tiende incluso a evitarlos, muy por encima de la media global. «Creo que muchas veces es por desconocimiento», explica el socio de The Valley.
La intensidad de esta presión se refleja también en los datos de la Unión General de Trabajadores, que señalan que las bajas por salud mental representaron un 17 % del total en el 2024, con una duración media de 96 días. Unas cifras que evidencian que la combinación de exigencias tecnológicas y la incapacidad real de desconectar se está convirtiendo en un factor clave detrás del agotamiento y el desgaste de los equipos.
«La tecnología y las herramientas van tan rápido y la implantación de esta tecnología está teniendo tan pocas barreras de adopción que parece que si no estás al día te quedas atrás, eres menos empleable y aparecerá alguien que sepa utilizar mejor la IA y te puede quitar el trabajo», explica Moreno. La irrupción de la inteligencia artificial ha provocado una aceleración del ritmo de trabajo y una constante necesidad de adaptación que puede favorecer la aparición del famoso burnout.
«Creemos que la educación es importante para perder los miedos. Hoy es más necesario que nunca». El proceso, en realidad, no es nuevo, sino que se asemeja bastante a la digitalización de la que se hablaba hace diez años. «Parecía que era un mundo y que las empresas que no utilizasen los canales digitales se iban a quedar atrás, como así fue. Eso generó mucho estrés en las compañías y en los empleados».
Y, sin embargo, la adaptación se completó, las empresas son cada vez digitalmente más maduras y «ahora estamos ante esta nueva revolución, la irrupción de los datos y la IA». Juan Luis Moreno resalta que ante este nuevo proceso es necesaria la formación y el acompañamiento al empleado. Hacer que la plantilla adopte herramientas de inteligencia artificial de forma autodidacta conlleva primero el riesgo de que no se utilice toda su capacidad. «Son herramientas potentísimas para potenciar nuestras capacidades como empleados y profesionales», afirma el socio de The Valley. Por eso la formación y el acompañamiento son estrategias claves en este punto.
La formación, además, no debe limitarse a las herramientas. «Un error que cometen algunas compañías es implantar una herramienta y formar a los empleados en ella. Eso, por supuesto, hay que hacerlo, pero antes hay una formación menos de manejo y más de entender el cambio que esto va a suponer en las formas de trabajo».
				
		
			
		
		
												
								
    	
Es necesario que las plantillas entiendan el potencial de las herramientas de IA, «porque si entiendes el potencial podrás elaborar tus propios casos de uso de la herramienta». Lo importante, subraya Moreno, es sacar partido de la tecnología para que cambien modelos, productos y procesos dentro de la compañía y optimizar y hacer más eficiente toda la actividad.
La herramienta al final es un facilitador, «lo importante es que entiendas todo lo que hay antes, que entiendas cómo te va a afectar y sacar el máximo partido a la herramienta», explica Moreno. Dar a los empleados libertad para decidir cómo usar las herramientas digitales fortalece su sentido de control y responsabilidad, reduce la sobrecarga y aumenta la motivación.
«Las posibilidades son muy grandes ahora mismo y esto es exponencial, porque avanza a un ritmo vertiginoso mes a mes. Por eso es necesario empezar por ese acompañamiento a los profesionales» y contar con un estrategia adecuada de implantación de la tecnología, sabiendo qué uso se va a hacer dentro de la compañía y cómo acompañar a los profesionales para su correcta adopción.
La formación constante y la adopción del lifelong learning se convierten en las herramientas más poderosas para reducir la ansiedad frente a la tecnología, mantener la competitividad y permitir a los equipos transformar la incertidumbre en oportunidad. No en vano, el The Future of Jobs Report del Foro Económico Mundial subraya que, en España, la capacitación continua es ya esencial para que los profesionales puedan adaptarse a las demandas tecnológicas del mercado laboral actual.
Además, adaptarse a la transformación tecnológica requiere un equilibrio entre habilidades digitales y competencias humanas. La combinación de análisis de datos, gestión de información y manejo de software junto con resiliencia, comunicación efectiva, pensamiento crítico y capacidad de colaboración, permite a los profesionales afrontar la presión tecnológica con seguridad y liderar su propio desempeño, lo que ayuda a los equipos a rendir de forma sostenible.
Y, por supuesto, el clima laboral es clave para reducir las posibilidades del síndrome del trabajador quemado. Construir equipos cohesionados, donde prime la colaboración, la empatía y el reconocimiento mutuo, es clave para prevenir el agotamiento. Los líderes tienen un papel fundamental: no se trata solo de coordinar, sino de crear espacios donde las personas se sientan escuchadas y valoradas. De hecho, según un estudio de Aon, el 78% de los empleados considera el clima laboral un factor decisivo para permanecer a lo largo plazo ene una organización, lo que refuerza la importancia de cuidar los vínculos dentro de los equipos incluso en entornos altamente digitalizados.
Identificar señales de agotamiento antes de que se conviertan en un problema grave es vital. Encuestas periódicas, indicadores de carga de trabajo y seguimiento continuo permite a las organizaciones actuar a tiempo, proteger la salud mental de los empleados y garantizar que los equipos sigan siendo productivos y sostenibles. Este enfoque proactivo no solo evita bajas y rotación de talento, sino que también refuerza la confianza de los empleados en que su bienestar es una prioridad estratégica.
Finalmente, el exceso de conectividad se ha convertido en uno de los mayores riesgos para la productividad y el bienestar de los profesionales. Establecer límites claros entre trabajo y vida personal, junto con horarios flexibles y políticas de desconexión, ayuda a prevenir la fatiga digital y la sobrecarga, problemas que afectan al bienestar y la eficiencia. Esta necesidad es más urgente de lo que parece: un análisis realizado por HONOR revela que el uso excesivo de dispositivos provoca fatiga metal en el 80 % de los trabajadores europeos.