Las cifras hablan de récords (90.000 asistentes, impacto económico de más de 400 millones de euros para el área metropolitana de Barcelona, creación de 12.000 puestos de trabajo temporales), pero las novedades, al menos en lo que a tecnología de consumo se refiere, han sido más bien escasas. Compañías que antaño eran actores protagonistas de la industria, como Nokia o BlackBerry, han pasado por el Mobile World Congress 2015 prácticamente desapercibidas: la primera centrada en su negocio actual, el despliegue de redes de telecomunicaciones -vendió su división de móviles a Microsoft-, y la canadiense totalmente desnortada, presentando todavía algún teléfono con un obsoleto teclado físico. Otras, como Motorola, engullida por Lenovo, no han tenido apenas presencia en los pabellones. Y las nuevas y pujantes marcas chinas, como Oppo o Xiaomi, ni siquiera se acercaron a la ciudad condal; las malas lenguas dicen que para que no les acusaran de plagio y decomisaran sus terminales, pero lo cierto es que en julio se celebrará otro MWC en Shanghái (lo que antes se llamaba Mobile Asia Expo) y probablemente se reservan para esa cita.
Para GSMA, la asociación de operadores móviles y compañías relacionadas que organiza el evento, la marca MWC se ha convertido en un gran negocio. La entrada más barata cuesta 699 euros (un pase para los cuatro días que dura la feria) y la más cara 4.999 (da acceso a conferencias, servicios y sobre todo contacto con los líderes de la industria). Antes de que acabe el certamen de Barcelona, GSMA obliga a las empresas participantes abonar parte del stand del próximo año, si quieren repetir.
Pero uno se pregunta qué futuro tiene un congreso del que el líder mundial en dispositivos móviles se mantiene año tras año voluntariamente al margen. Su influencia en esta edición ha sido incuestionable: Samsung y Google han anunciado sistemas de pago con el móvil similares a Apple Pay; los relojes inteligentes presentados ponen el acento en el diseño, más que en software, y las operadoras buscan alianzas para hacer frente a la amenaza de la SIM blanca del iPad Air 2. La sombra de Cupertino es alargada.