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Cómo influyen las redes en el triunfo de partidos como el de Alvise y las teorías negacionistas

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

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Capacidad de viralización y falta de una estrategia común entre administraciones y plataformas permiten a la desinformación crecer en lugares como YouTube. Un estudio revela que se ha convertido en terreno abonado para bulos sobre el cambio climático

13 jun 2024 . Actualizado a las 08:51 h.

No es que sea una novedad, porque estos días han regresado los carteles de Ruiz Mateos o del partido Gil, pero sí un motivo de reflexión que un partido como Se Acabó la Fiesta haya obtenido tres escaños en las elecciones europeas. O que las redes sociales se hayan convertido en un terreno abonado para las teorías negacionistas, como la del cambio climático. El estudio The new climate denial del Center for Countering Digital Hate ha elaborado un estudio en que analiza estas nuevas formas de negación que utilizan los youtubers. Para hacerlo, a través de la inteligencia artificial (IA), se han analizado más de 12.000 vídeos de los últimos seis años de 96 canales de YouTube que se han visto un total de 325 millones a veces.

¿Por qué funciona tan bien esta plataforma? «Básicamente por dos motivos: el consumo de vídeos es compulsivo y el sistema de YouTube te recomienda vídeos que son parecidos al que has visto porque lo que quieres es que estés consultando vídeos», explica Alexandre López-Borrull, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC y especialista en desinformación y redes sociales. El beneficio de las redes sociales es el tráfico y mantener a los usuarios dentro de la plataforma, porque «cuantos más vídeos veas, más anuncios te pueden poner. Ese es su modelo de negocio». De hecho, YouTube gana hasta 13,4 millones de dólares al año con anuncios, solo con los canales que ha analizado el estudio.

Así que el algoritmo de recomendación hace disponibles muchos contenidos y «sabiendo esto, las redes más negacionistas y de desinformación lo aprovechan para hacer vídeos muy viralizables que les vayan permitiendo llegar a la máxima comunidad posible». 

Digamos que YouTube lo tiene todo, porque el vídeo engancha más que el texto y por eso «es mucho más pegadizo que X (antes Twitter) y hace que circule una gran cantidad de desinformación». Y al mismo tiempo, esos vídeos son una ventaja para la plataforma: «Son un caramelo, un pastel que no están fácilmente dispuestos a sacrificar». Por eso, explica el investigador de la UOC, aunque las políticas europeas estén intentando presionar a las plataformas para que se adhieran a sus códigos de conducta para filtrar los contenidos y que los que son información falsa o mensajes de odio sea eliminados, «en la práctica, y con la excusa de que técnicamente es muy difícil y la cantidad ingente de contenidos que existen» se posterga.

Es cierto que poder parar la propagación de bulos requiere de inversión, conocimiento y herramientas «de combinación de inteligencia artificial y curación de contenidos humana, que es difícil». Las plataformas argumentan que no son un medio de comunicación, tan solo un canal, pero Europa y Estados Unidos argumentan que no son meros soportes, sino que son parte de los medios de comunicación porque la población los usa para informarse y «por tanto tienen responsabilidad en los contenidos». 

También ocurre que cuando se pone coto en una red, «algunos de estos colectivos se sienten censurados y se van a otras plataformas con menor control». Y eso explica la comunidad de Alvise en Telegram con casi un millón de personas.

Y eso a pesar de que «en la práctica la cantidad hace que sea fácil encontrar estos contenidos y además el algoritmo de recomendación ya te hace el filtrado, una vez encuentras uno, el algoritmo de recomendación ya te ofrece contenido relacionado», explica López-Borrull. Eso cierra completamente la dieta mediática y al final, el usuario puede consumir solo un tipo de contenidos concretos, «como ocurre con la comunidad de Alvise. Creas comunidades fieles, les vas a estar dando contenidos similares y los mantienes atrapados en la burbuja». Se genera una caja de resonancia que impide opiniones disonantes con la propia.

La cuestión es también cómo se generan esas comunidades. Cómo se quedan aquellas personas que por primera vez se topan con un contenido negacionista del cambio climático o de la violencia machista. O votan por una persona con causas pendientes por bulos. «Tiene elementos psicológicos de secta. Aprovechan alguna de tus emociones, sea el miedo, la rabia... Por ejemplo, hay gente que llega al negacionismo del cambio climático a través del negacionismo de la violencia machista». López-Borrull lo resume así: a un persona incómoda con el feminismo le das un tipo de contenido y a continuación le lanzas el mensaje de que esos mismos, además se han inventado lo del cambio climático.

«Lo que hacen es apartarte del consenso científico y alimentarlo en base a unas emociones que ya tienes: tienes rabia a los científicos, a los políticos que tiene que tomar decisiones en las cumbres del clima, o estás en contra de los sacrificios que te piden», como por ejemplo dejar de usar un gran coche y combustibles fósiles. «Tiran de una serie de emociones, lo ponen junto con algunos datos que son más o menos fiables y construyen una realidad a partir de la cual niegan el consenso científico», explica el profesor de la UOC

Y además, el proceso ha evolucionado. El estudio revela que al principio se negaban los datos usando la técnica del cherry picking: hoy ha llovido, por lo tanto no puede haber sequía. Ha nevado, cómo va a existir el calentamiento global. 

Cuando el conjunto de datos son inapelables y hay un consenso científico, el argumento del negacionismo se transmuta: quizá esté sucediendo, pero no es culpa de la actividad humana, habría ocurrido igualmente, o las soluciones científicas no son las adecuadas. «Siempre se niega alguna cosa para no llegar a lo que no quieren llegar quienes tienen la agenda política más clara: a los sacrificios que la evidencia del cambio climático pide a los gobiernos y la ciudadanía para frenar los efectos».

«El modelo de negocio de las plataformas no es ofrecerte pluralidad, es mantenerte el máximo tiempo y para que continúes consumiendo, cualquiera de ellas intentan darte contenidos parecidos para que saltes al siguiente, y al siguiente».

Lo que podría considerarse una ventaja, porque el usuario ve contenidos de interés sin embargo ha desembocado «en que socialmente se está perdiendo pluralidad y hay más polarización. Hay ruido, porque la gente consume solo aquello con lo que ya está de acuerdo y es más difícil hacerle ver otro punto de vista, porque la experiencia es distinta para cada usuario». La famosa frase de a ver qué echan en la televisión ha muerto, ya no consume toda la población los mismos contenidos, lo que «generaba un estado de opinión más o menos consensuado».

Como cada usuario tiene ahora una experiencia de búsqueda y de consumo distinta «cada persona tiene su propia visión social y política». Y además, las estrategias usadas por la desinformación, llámese negacionismo del cambio climático o se llame Se Acabó La Fiesta, se aferran a la generalización y la deshumanización. «Compras un paquete. Es la negación del statu quo, como plataformas como la de Alvise, en contra del statu quo político, pero es el mismo magma que la negación del covid, de las mascarillas, las vacunas...». Y esa idea va impregnando también a las administraciones y a la ciencia. «Hay una gran cantidad de argumentos que intentan minar la confianza en los consensos científicos».

Las instituciones intentan regular la cuestión, pero a la vista de los resultados de la última cita electoral, ¿funciona? «En las elecciones europeas ya habían pasado cosas así. Pero sí da la idea de que pueden movilizar a colectivos abstencionistas que no tienen nada que perder o que perciben que las elecciones europeas no son tan importantes y desconocen cómo les afecta día a día».

López-Borrull también huye de generalizaciones. Los jóvenes no se han vuelto de ultraderecha. Hay un colectivo, que no tiene que ser necesariamente mayoritario, que abraza esas ideas, «pero no puedes negar que existe. Quizá antes se expresaban con la abstención o votando a Vox y ahora encuentran diferentes opciones». El peligro, resalta «es que compran el paquete del negacionismo de la violencia machista, del cambio climático, de la opresión del estado». Todos los argumentos que crean un relato de oposición a los consensos.

¿Hay alguna manera de combatirlo? Educación y ciudadanía crítica «que es una estrategia a medio y largo plazo. Es necesario, pero la pregunta es si es suficiente». El investigador del grupo GAME de la UOC afirma que es necesaria una visión consensuada entre plataformas y administraciones y que además, «tiene que haber consecuencias sobre los contenidos» y que la Justicia sea ágil: solo hay que pensar en el aforamiento que ha conseguido Alvise. «Con todas las garantías posibles, pero hay que eliminar determinados perfiles en función de la desinformación que están distribuyendo y tiene que haber consecuencias legales», pero también dentro de las plataformas. Lo más probable es que no se pueda eliminar completamente, «pero sí hacerlo más difícil».