Hugo Vázquez, el jefe de Dermatología del CHUS, se jubila: «Creo que nací médico y moriré médico. Es muy difícil dejar de serlo»

manolo fraga SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

El prestigioso doctor dice que es fundamental escuchar al paciente y saber qué piensa de su dolencia

19 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Nació en Buenos Aires en 1953, pero se crio en Caracas, como un hijo más de la emigración. Estudió Medicina en Santiago e hizo la especialidad en el antiguo Hospital Xeral de Galicia, ubicado en Galeras. Fue médico de atención primaria en A Baña y estuvo cuatro años en el centro de especialidades de Ourense, hasta que en 1985 gana la plaza en el Hospital de Conxo, antiguo Provincial y hoy del Sergas. Secretario general durante diez años de la Academia Española de Dermatología y Venereología, y miembro de unas cuantas sociedades científicas, impulsó la celebración en Santiago de congresos, seminarios y jornadas. Hugo Vázquez Veiga es actualmente jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Clínico Universitario de Santiago, cargo en el que lleva diez años.

—Pero esta semana se jubila, doctor Vázquez. ¿Y ahora qué?

—Es muy difícil para un médico dejar de serlo. Yo creo que nací médico y moriré médico. Tampoco me jubilo del todo, porque no puedo olvidar a mis pacientes, quiero seguir ayudándolos y orientándolos. Me retiro de la pública, pero seguiré ejerciendo en mi consulta privada.

—Seguro que echará de menos el hospital.

—En el hospital es donde realmente cumples tu servicio público, vocacional, para el bien de todas las personas. Tras casi 50 años me merezco un descanso y hay que dejar el sitio a otros. Dejaré de ser actor principal y pasaré a un segundo plano, pero intentando ayudar y no confundir.

—Imagino que el servicio queda en buenas manos.

—Ya lo creo, en muy buenas manos. Somos 13-14 dermatólogos más cuatro residentes. No sustituiría por nadie a las personas que tengo ni las que tuve. Les agradezco el esfuerzo de haberme aguantado, pero también sabían que tenían detrás todo mi apoyo. Estoy muy orgulloso del equipo.

—¿Y se marcha con la satisfacción del deber cumplido?

—Han sido diez años de lucha por mejores dotaciones en el servicio. Se ha logrado, pero podíamos estar mejor. Pensé que habría podido hacer mucho más, pero quizá las metas eran demasiado ambiciosas y las peticiones no fueron escuchadas. Me iría más contento de haber tenido más apoyo.

—¿Qué le han aportado sus pacientes?

—Hay personas a las que llevo tratando veinte, treinta, cuarenta años, algo que me produce una satisfacción enorme, me carga las pilas cada día y es un motivo para seguir trabajando. Hoy mismo dejé puesto el tratamiento a una chica de 26 años, a la que había empezado a ver a los dieciocho meses.

—Además, usted no es de los que escatima el tiempo.

—Se está perdiendo que se escuche al paciente. Es fundamental saber lo que piensa, porque nos va a dar muchas pistas sobre lo que tiene o está sufriendo. Hay muchas cosas parecidas, pero si lo dejamos hablar, él mismo nos dará su diagnóstico.

—Hay lesiones… y lesiones.

—Lo fácil lo diagnosticamos todos enseguida. Lo importante es el paciente complejo, un perfil que se ha acercado mucho a mí. Y cada día que ellos viven es un día de vida para mí.

—¡Cuántos cánceres de piel habrá curado!

—No lo sé, la vida del dermatólogo es operar cáncer, tratar cáncer; porque la causa del cáncer cutáneo en la mayoría de los casos es la misma: abusar del sol y de las máquinas de la luz ultravioleta.

—Se cumplen tres años de su estancia en la UCI durante diez semanas luchando contra el maldito covid.

—Mucha gente rezó por mí. En aquella situación algo tiraba por mí para que saliera del pozo. Siento que eran mi familia, mis pacientes, mis amigos los que me proporcionaron la energía para agarrarme a la vida.

—¿Y cómo se encuentra actualmente?

—Estoy bien. Tuvieron que enseñarme a andar otra vez. La rehabilitación fue muy dura, pero interesante al mismo tiempo, porque te enseña a luchar y a buscar cada día más. Estoy muy agradecido a mis médicos rehabilitadores, así como a los ucistas, familia y amigos, que tanto me ayudaron.

—En plena forma, pues.

—Bueno, hay cosas que antes hacía más rápido; pero, por ejemplo, he podido volver a operar.

—A días de cumplir 70 años, ¿qué le pide a la vida?

—Seguir viviendo, disfrutar de mi familia y seguir viendo a mis pacientes. Disfruto mucho su evolución y mejoría, y esto da muchas fuerzas para vivir.

«Veo a la gente más solitaria y menos solidaria»

La especialidad ha cambiado muchísimo y las actuales técnicas de imagen son fundamentales, afirma el doctor Vázquez Veiga, pero advierte de que la teledermatología no es fotografía.

—¿En qué ayuda la teledermatología?

—Sirve para poner orden en las listas de espera y gestionar mejor, porque podemos discriminar un melanoma o afección grave de otras patologías benignas. Sin embargo, la telefotografía se está haciendo en muchos sitios, pero esto no sirve para nada. Hacen falta otras pruebas de carácter clínico y otro tipo de imágenes con el dermatoscopio o la luz de Wood.

—¿Cuáles son las lesiones habituales?

—Caídas de pelo, tanto en hombres como en mujeres, dermatitis atópica, psoriasis… El cáncer de piel es lo más grave que vemos, pero su incidencia varía mucho. Lupus eritematoso o esclerodermia son otras dolencias importantes.

—¿Hemos aprendido algo de la pandemia, que usted sufrió en modo grave?

—El covid nos ha cambiado mucho a todos, nos ha aislado y hecho menos solidarios. Me he encontrado un mundo distinto, antes la gente vivía más en comunidad. Veo a la gente más solitaria y menos solidaria.

—¿Qué representan las personas mayores en el mundo de hoy?

—Hoy por hoy su opinión se tiene muy poco en cuenta. Una sociedad está más desarrollada cuanto más grande sea el respeto y el cuidado de sus mayores; sin olvidarse de que esto debe ir a la par con la protección y cuidado de la población infantil.

—¿Y qué papel le otorga a la amistad?

—Debe ser muy triste vivir sin tener buenos amigos. Con los verdaderos amigos siempre hay un momento para buscarlos, pensar en ellos, disfrutar de su compañía y de sus éxitos; además de oír, comprender o ayudar a resolver cualquier problema.