La reapertura de los dos restaurantes devuelve el encanto a la placita de Entrerrúas

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

En enero abrió la tapería asiática Nara y esta semana recuperó su actividad el otro local, con cocina tradicional gallega

21 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La pequeña plaza oculta en el estrecho callejón que une las rúas Nova e Vilar, la ruela de Entrerrúas, recupera su pulso con la apertura de la tapería Nara (en el local de la antigua Tulla) en enero y con la reapertura, este pasado martes, del restaurante Entrerrúas, que devuelven a ese rincón su tradicional encanto. Aunque estos bajos estuvieron cerrados durante bastantes meses, la placita parece no haber perdido su duende y los hosteleros se muestran satisfechos con la respuesta obtenida entre los compostelanos en esta nueva etapa.

La plaza, ya en los tiempos de Tulla y Entrerrúas, era un espacio muy atractivo y frecuentando tanto por el público local como por el visitante, porque permitía comer al aire libre en esos días de calor en los que la piedra ofrece frescor, pero también en las jornadas más frías, al ser un rincón protegido del viento.

Ahora, en la nueva etapa, los dos proyectos de hostelería de la placita son diferentes, pero sus promotores auguran un futuro prometedor. Mientras Nara ofrece una cocina más vanguardista y de estilo asiático, el Entrerrúas seguirá fiel a la historia de más de 40 años del local y ofrecerá una carta para compartir en buena parte de sus platos, pero siempre de cocina tradicional gallega, aunque sin perder de vista nuevos modelos dirigidos al comensal vegano, vegetariano y celíaco.

Detrás del restaurante Nara están Humbert Martínez, catalán de 35 años, y Tamara Fariña, pobrense de 34. Con amplia experiencia en la hostelería, los dos se unieron para sacar adelante un proyecto totalmente diferente al antiguo restaurante Tulla. Su oferta es un noodle bar especializado en tapas asiáticas. Desde su apertura en enero, el local ya ha conseguido hacerse un hueco en el competitivo sector de la hostelería compostelana, y logró iniciar la revitalización de una plaza que había perdido brillo.

Al frente del nuevo Entrerrúas está Ricardo González Gómez, compostelano de 34 años con mucha de experiencia en las cocinas de varios establecimientos de hostelería y que se formó en el Lamas de Abade. Riki, como le conocen, arrancó la nueva etapa del popular local el martes, después de un «mes de locura y de mucho estrés», pero ya el resultado de esa primera jornada fue «muy bueno: estos días, hasta la llegada de la temporada alta, tiene que ser de entrenamiento».

«Los turistas piden caldo hasta con 30 grados»

Ricardo González Gómez salió de la cocina del restaurante A Curtidoría para ponerse al frente de la nueva etapa de un clásico compostelano. «Me enteré de que estaba en alquiler el Entrerrúas y tuve la entrevista con sus propietarios. Mi proyecto fue el que mejor les encajó, porque mi intención es mantener la misma línea de trabajo», explica. Riki ni se planteó renombrar el negocio: «¿Quién soy yo para cambiar un nombre con más de 40 años de historia?». Pese a su juventud, Ricardo tiene la experiencia de «haber pasado por varias cocinas» y de «saber que para estar en hostelería tiene que gustarte mucho, porque hay que echar muchas horas».

Su llegada a los fogones no fue algo que tuviera claro desde siempre: «Con 18 años me independicé y empecé a cocinar para mí». Recuerda que «un día mi padre me dijo ‘si te gusta y se te da bien, ¿por qué no te formas en cocina?'. Fue cuando me matriculé en Lamas de Abade, en la escuela de hostelería, y todo fue rodado». Ricardo González confiesa que «era más bien mal comedor, comía mal, hasta que empecé a cocinar y todo cambió».

Tiene claro su proyecto hostelero: «Cada vez hay menos sitios de cocina tradicional, la de toda la vida». Por eso quiere que su local resulte atractivo para los turistas, «pero también para los de Santiago, que son los que nos mantienen todo el año». Aunque con base tradicional, también introducirá en su cocina otros platos, entre los que destaca el «humus con pico de gallo y totopos, una torta de maíz que durante la prueba que hice el fin de semana con familia y amigos gustó mucho, y que ayer [por el martes] también tuvo buena salida». Ricardo cumplirá otra norma en su cocina: «El producto será de proximidad y, por tanto, la carta será cambiante, porque voy a usar el producto de temporada». Junto a los clásicos pulpo, raxo y volandeiras, no faltará el caldo: «Me dijeron los anteriores que lo piden los turistas incluso estando a 30 grados». Aunque Ricardo reconoce tener «un competidor fuerte cerca con la tortilla, yo también la haré. Ayer salieron un par de ellas. Desde siempre, la tortilla era una de las cosas que más me gusta hacer».

En su nueva aventura estará acompañado por un camarero, «que conocí en A Curtidoría y que es amigo; tenemos buena relación, y eso es fundamental para sacar adelante el trabajo. Ya me dijeron que lo cuidara porque es una joya». Eso sí, en los fines de semana, explica, habrá «un refuerzo para llegar a todo».