La cálida bienvenida de los funcionarios de San Caetano, en Compostela, al bar de una madre luchadora

SANTIAGO

La venezolana Eglys Rosina Figueroa reabrió O Parlamento, que ahora sabe a arepas, tortilla española y caldo gallego
15 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hace poco más de un mes que se reabrió en Santiago O Parlamento, cafetería de la rúa da Pastoriza que —por proximidad— solía estar muy frecuentada por los funcionarios de San Caetano. Allí inició una nueva etapa, llena de ilusión, Eglys Rosina Figueroa, una venezolana de 38 años que tuvo que luchar lo suyo para poder ofrecer a sus hijas una vida mejor.
Por el 2016 dejó su país y emigró a Panamá, donde vivía su hermana, relata: «Allí me encontré con unos problemas terribles para obtener los papeles y me deportaron. Tuve que irme de allí porque necesitaba dinero para mantener a mis tres niñas, que se quedaron en la isla de Margarita [también conocida como la Perla del Caribe]. En Perú trabajé como camarera en un restaurante, de siete de la mañana a siete de la noche. Yo podía pasar hambre y dormir debajo de un puente, pero tenía que mandarles ayuda. En Venezuela nos invadieron la casa y regresé entonces a Panamá, donde tenía más personas conocidas en las que apoyarme. Al año siguiente fue la pandemia y me volví a quedar sin papeles. Yo quería estar con mis hijas y caí en depresión. No conseguía trabajo, estaba lejos de ellas... me costó demasiado. Pedí dinero prestado y monté un bar de copas. La gente comenzó a apoyarme y, en la desescalada, alquilé una cocina. Fui juntando dinero hasta que pude reunirme con mis hijas. Las pidió mi hermana por reagrupación familiar, porque yo estaba ilegal. Les dije: ‘Vamos a un país donde podamos estar tranquilas y empezar de nuevo. Yo no me separo más de ustedes. Ahora somos todas contra el mundo'».
Llegó con sus dos hijas menores el 1 de noviembre del 2021 a España. La mayor se quedó en Venezuela y, «cuando cumplió los 18 años, le regalé el pasaje y nos juntamos de nuevo las cuatro en febrero del 2022», recuerda una mujer que se siente agradecida por haber encontrado manos tendidas a su llegada. «Estuvimos en casas de acogida. Nos apoyó Cáritas y me ayudó muchísimo para conseguir el permiso de trabajo Belén, de Médicos Sin Fronteras, quien además hizo que mi caso llegara a Provivienda y conseguimos un piso en Vite», destaca.
Un día que Eglys se dirigía en bus a casa vio el cartel de «se alquila» en O Parlamento y una amiga la animó a llamar. Aunque ella es en realidad técnica en uñas, tenía experiencia en hostelería y «amo la cocina», subraya. Casualmente, el propietario del local había vivido durante muchos años en Venezuela y le dio a esta madre emprendedora una oportunidad. Ella es quien hace toda la comida casera que sirven en la cafetería, desde los bizcochos que acompañan al café por las mañanas hasta las tapas que ofrecen durante todo el día con la consumición. Ahora la carta del establecimiento es una fusión entre la cocina venezolana y la española, sabe a caldo gallego (lo hay todos los días), a croquetas, bocadillos, raxo y tortilla, pero también a arepas, tequeños, patacones y salchipapas. «Estoy muy agradecida a los funcionarios y a esta comunidad, porque nos recibieron con los brazos abiertos. Si soy honesta, no pensé que el primer mes iba a tener un éxito tan grato», afirma una pequeña empresaria que dio empleo a sus dos hijas menores (Brithany y Amanda) y a otro compatriota barista, Héctor.
Además de sus hijas de 21, 19 y 17 años, Eglys tuvo un niño con un español, que ahora tiene 16 meses. Explica que «no me dieron la residencia por razones humanitarias porque no venía directamente de Venezuela, sino de un tercer país». Antes de ponerse al frente de O Parlamento estuvo trabajando, entre otras cosas, en un restaurante del casco monumental compostelano: «Entré como ayudante y terminé siendo la jefa de cocina. Yo le comentaba a mi jefe que quería tener mi propio negocio y él me decía que este era un sector difícil, pero eso no me desanimó. Yo soy echada para adelante. Salí de la empresa con una baja, con neumonía y un embarazo de alto riesgo. Fui guardando y guardando todo lo que podía de lo que cobraba, hasta que surgió esta oportunidad».