Iban para farmacéuticas, pero un viaje a Nepal las llevó a dedicarse al yoga y los baños de sonido

SANTIAGO

Sonia y Ana se establecieron en Santiago en noviembre y aquí convirtieron en un proyecto emprendedor su filosofía vital
29 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Un viaje cambió el rumbo de las vidas de Sonia Quesada y Ana Luz Andrade. Estas madrileñas se conocieron estudiando Farmacia en la Universidad Complutense: «Teníamos una amiga en común, pero no coincidíamos mucho». Curiosamente, sus caminos se cruzaron de nuevo en otro país. Ana estuvo viviendo 10 años en Inglaterra y, el último de ellos, lo compartió con Sonia, quien llegó allí con el propósito de estudiar y trabajar. «La amistad fue a más, nos enamoramos la una de la otra e hicimos un viaje a la India en el 2024. Estuvimos en Nepal cuatro meses. Nuestra idea no era dejarlo todo y empezar de cero. Fuimos porque nos gustaba mucho el yoga, con la intención de ser profesoras y complementar nuestra carrera profesional. Lo cierto es que si me dicen hace un año y medio que estaríamos dedicándonos a esto hoy no lo creo», aseguran.
«Allí se nos iluminó el camino. Fue una inspiración tremenda ver la práctica del yoga en su cuna y ser testigo de los beneficios que aporta. Siendo sanitarias y estando expuestas a diario a los pacientes, compartiendo sus problemas, ver esos cambios en un espacio tan corto de tiempo gracias y ser conscientes de que puedes ser parte de él a través del yoga fue bastante revelador», relata Ana. Empezaron entonces a introducirse más en este mundo, dando clases, con retiros, meditaciones... «para ayudar de forma integral a la gente».
Tras sus periplos por Asia, regresaron al Reino Unido, pero para Sonia resultaba difícil quedarse más tiempo al haberse mudado tras el Brexit, y cuando decidieron volver a España ella propuso instalarse en Santiago, una ciudad a la que tenía cariño y donde vivían amigas suyas. Se vinieron en noviembre con su perrita, Peque, y encontraron en Vite una vivienda en alquiler con una casera «que es un ángel». En un paseo por la rúa de San Pedro, cuentan, se imaginaron poniendo en marcha su propio centro de yoga en uno de los locales que veían vacíos. Acabaron haciéndolo en la calle paralela, en Bonaval, donde abrieron este lunes las puertas de Ahimsa, un proyecto que combina las clases de yoga y los baños de sonido, que ya han probado yoguis locales y peregrinos (incluido un grupo de australianas).
Explica Sonia que de Nepal regresaron con un set de cuencos tibetanos y en febrero volvieron a la India para aprender a hacer baños de sonido, en lo que «fue otro redescubrimiento porque puede ser una experiencia brutal». El objetivo, aclara, es «alcanzar un estado de relajación profunda durante los 60 minutos de la sesión, en la que combinamos cuencos tibetanos con gongs, sonajeros y campanas. Hay un montón de estudios sobre los beneficios que proporciona y una hora de relajación profunda equivale a cuatro de sueño».

Para ellas, Ahimsa trasciende a un simple negocio o una forma de ganarse la vida, es una extensión de su filosofía vital. La idea era dedicarse al yoga «dándole un sentido y una intención al proyecto, por muy pequeño que sea. Todos pensamos en el yoga como una serie de ejercicios, en ponerse la pierna en la cabeza y ser flexibles, aunque en realidad esto pare de una senda ocho principios sociales y morales, directrices para llevar una vida más armónica y calmada. Y, la primera de esas directrices morales es ahimsa, que literalmente se traduce como no violencia, pero va más allá del no matarás. Para nosotras empieza por no ser violenta en el diálogo interno y hablarte a ti misma de una forma amable, gentil y compasiva, evitando esas microagresiones que nos hacemos a diario. Todo empieza por mirarse a una misma y es extensible al resto de seres sintientes. Es decir, supone erradicar la violencia en todos sus sentidos y significados, llevando una vida coherente con el planeta».
En este sentido, y siguiendo la coherencia que quieren tener en sus vidas a nivel personal y laboral, han tratado de utilizar en su estudio de Bonaval materiales sostenibles e incluso el proveedor de luz es de energías renovables. «Hemos tratado de trabajar con empresas locales y sostenibles en la medida de lo posible», comenta una pareja de socias que se ha involucrado personalmente y ensuciado las manos para reformar el local y adecuarlo a su nuevo uso.
Además, Ahimsa tiene también un propósito social y colaboran con asociaciones dedicadas a la protección de animales, así como con un proyecto educativo en India. «Estamos en contacto con una mujer que construye una escuela en una de las zonas más pobres de la India para los niños de las castas más bajas. De hecho, somos madrinas de dos alumnos y ayudamos a que puedan realizar allí sus estudios. Este es un centro, enorme, para menores de hasta 18 años y ahora están buscando hacer otro más grande de carácter privado para financiar esa escuela pública y seguir dando acceso a la formación a las personas más desfavorecidas», explican.