El orfebre Ramón Costoya, de Santiago: «Adelgacé 100 kilos, rompí las barreras de mi sordera y ahora soy modelo»

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Ramón reivindica una mayor importancia para las políticas que hagan más cómoda la vida de las personas sordas, «como, por ejemplo, que exista más conocimiento de la lengua de signos entre la sociedad»

03 jul 2023 . Actualizado a las 17:56 h.

Para nadie es sencillo derribar muros en su vida. Menos todavía si esta se pone cuesta arriba, y ya parece que no vale la pena intentarlo si además se parte de una casilla de salida complicada, incomprendida e ignorada socialmente. Es por todo ello que el giro que Ramón Costoya, de Santiago, ha dado a su existencia es todavía más notable. Si su yo de treinta y pico se viese hoy, a sus 51 años, alucinaría para bien, ya solo porque su felicidad no se compara.

Cuenta, con la ayuda de una intérprete, sus más tempranas experiencias. A él siempre le habían dicho que era muy guapo, «que valía para modelo», pero lo que de verdad deseaba era ser actor. «Con mi sordera se hacía imposible, pues ni había papeles ni tampoco facilidades en el mundo actoral para que una persona como yo llegase a interpretar un rol, empezando por que los resultados de las audiciones los comunican por teléfono».

Es por ello que tomó el camino de la joyería, que a día de hoy es su profesión, más concretamente la de orfebre. Su vida avanzaba, pero los problemas con su pareja le acabaron mutando en ansiedad. «Me llevó a pegarme atracones de comida, con los que acabé engordando hasta ser padecer obesidad y pesar 198 kilos», explica. Eso le derivaba en problemas de todo tipo, desde para moverse hasta para aguantar los rayos del sol, que le daban demasiado calor. Fue su propia pareja quien lo instó a hacer algo y, tras visitar un par de doctores, se sometió una operación de reducción de estómago.

Ramón Costoya posa en la compostelana rúa Nova.
Ramón Costoya posa en la compostelana rúa Nova. PACO RODRÍGUEZ

«No veía el momento de que llegase la intervención en aquellas semanas y a día de hoy considero que hacerla es uno de mis grandes aciertos. Al poco tiempo, cuando pude volver a comer, me saciaba muy rápido, que es el efecto de esta operación. Con una manzanilla o un pequeño pedazo de plátano ya me sentía lleno», relata Ramón. Entre unas cosas y otras, comenzó a perder unos diez kilos cada mes que pasaba, hasta el punto de ver bajar la báscula un total de cien kilos y lograr una forma física mucho más saludable.

El cambio no fue solo exterior, también se notó en su cabeza. Visto que su sueño adolescente del teatro y el cine estaba cada día más difícil, se animó hace algo más de un año a modelar en un certamen para hombres de más de cuarenta años, tras descubrir el concepto de modelo sénior a través de las redes sociales y por pura casualidad. Fue en Área Central, donde rompió de nuevo una barrera y se enfrentó a sus nervios, aunque sin llevarse el premio.

Tras probar suerte también en Asturias, se presentó el 13 de mayo del presente 2023 en León. «Daba la casualidad de que justo esa había sido la fecha de mi operación, por lo que mi pareja tenía un pálpito que se acabó cumpliendo, pues me llevé el primer puesto». No se detuvo ahí el asunto, pues ahora ya cuentan con él para campañas de marcas de ropa o de gafas de sol, «algo que me apasiona y me hace realmente feliz».

Un emocionado Ramón recoge el premio de un certamen de modelaje que ganó en León.
Un emocionado Ramón recoge el premio de un certamen de modelaje que ganó en León.

No se detiene ahí la polifacética vida de Ramón Costoya, pues también es profesor de lengua de signos desde hace veinticinco años. «Es muy emocionante, pues para esta entrevista tengo como intérprete a una de mis primeras alumnas, que a día de hoy ya es una buena amiga», comenta el protagonista, agradecido con la vida, que nunca se lo puso fácil.

«Ojalá poder hablar contigo»

Una de las grandes reivindicaciones que Ramón tiene dentro de su ser es que la sociedad le ponga la vida más fácil simplemente cumpliendo con los derechos que tiene reconocidos. Se refiere a la ley por la que se reconocen las lenguas de signos españolas y se regulan los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas, que data nada menos que del 2007.

«Ojalá poder hablar contigo», suelta Ramón al periodista de La Voz que lo está entrevistando. No se refiere a que él quiera tener la capacidad de oír y hablar, sino a que su interlocutor debería, por lo que se reconoce en esa ley antes citada, tener cuanto menos nociones de lengua de signos gallega y castellana. «Si esa normativa se cumpliese, mi vida y la de muchas otras personas sordas sería mucho más sencilla, no tendría que entrar con dudas a un bar para pedirme un café ni necesitar un intérprete hasta para ir al médico», señala Ramón, poniendo de manifiesto un problema que muchas veces las personas oyentes ni siquiera perciben que existe.

Cuenta que el peor momento, en este sentido, lo vivió durante la pandemia. Él está acostumbrado a leer los labios de sus interlocutores, pues es la manera que tiene de entenderse hasta con sus padres, «pero con las mascarillas se hacía, evidentemente, imposible». Es en momentos así cuando la reivindicación de Ramón Costoya, la de que el lenguaje de signos se enseñe y se aprenda más allá de un taller voluntario, cobra todavía más sentido. Él ha logrado sus metas con esfuerzo y dedicación, pero desea un mundo «más inclusivo para todos aquellos que vienen detrás, aunque ya vean que los sueños también pueden cumplirse».