«Que se jubilen profesores de la Universidade de Santiago no es malo, la clase la dan mejor los docentes jóvenes»

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Una clase en la facultad de Matemáticas.
Una clase en la facultad de Matemáticas. PACO RODRÍGUEZ

Los alumnos de la USC ven bien la retirada de algunos catedráticos para dejar paso al talento joven que atesora la institución, «mucho más actualizada y que comprende mejor al estudiante»

23 ago 2023 . Actualizado a las 21:44 h.

La Universidade de Santiago (USC) cayó la semana pasada de entre las 500 mejores del mundo, ordenadas en el ránking ARWU, más conocido como de Shanghái. En respuesta, la institución ha asegurado que el desplome se debe a una jubilación importante de profesores mayores, con gran cantidad de estudios publicados y que otorgaban prestigio dentro del mundo del saber. Tal como están las cosas, el centro gallego mejor valorado es la Universidade de Vigo, que al menos se mantiene entre las 600 mejores según este ránking, posicionándose Santiago por debajo también de ese nivel y cayendo a la horquilla 601-700.

Los alumnos no están en absoluto preocupados. Ante lo que parecieran malas noticias para la reputación de su futuro título, por perder un supuesto prestigio la USC, ellos se quedan con la parte positiva, que es precisamente la razón que dieron desde el rectorado para justificar la pérdida de puestos en la clasificación: la jubilación de los «dinosaurios» que da entrada a una nueva forma de dar clase y de enseñar.

El grado de Química es uno de los que más sufre esta senectud de sus docentes. El alumnado que está a punto de comenzar este septiembre su cuarto curso señala que prácticamente no han contado con ningún profesor joven desde que comenzaron la carrera, lo que les deja en una posición de desventaja «precisamente por la falta de actualización de la mayor parte de los docentes más mayores, que se quedaron anclados en una educación más arcaica». Es el punto de vista de Paula Castro, una joven de Becerreá que comenzó el grado en el 2020 y que piensa también que «un poco de aire fresco» traería más motivación al alumnado, «que en la mayoría de los casos está por los suelos».

«El hecho de asistir a clase para que, simplemente, alguien exponga una presentación de diapositivas es algo muy habitual en la USC. Creo que eso genera en los alumnos un gran rechazo, a la par que no me parece una buena forma de incitar al aprendizaje activo ni de motivar al alumnado a tener espíritu crítico por sí mismo, sea en el ámbito de estudio que sea», indica Paula, mientras sus amigos le dan la razón.

De un ámbito muy diferente procede Clara Arias, estudiante de Periodismo que ahora va también para cuarto, como Paula. En su facultad los problemas son muy similares, salvando excepciones, pues Comunicación ha recibido nuevos profesores de golpe durante estos últimos años al haberse jubilado otros, tal como señalaba la USC. Aun así, «las clases que imparten los profesores más mayores siempre son más teóricas, más amoldadas a lo que se ha hecho toda la vida y mucho menos actualizadas, hasta el punto de que se puede seguir estudiando por apuntes de hace años sin problema».

Un aula de Medicina, en imagen de archivo.
Un aula de Medicina, en imagen de archivo. SANDRA ALONSO

En cambio, indica Clara, el profesorado joven «sabe lo que se necesita en un aula, porque acaba de salir de ella y entiende mucho mejor a los estudiantes». De esa manera, a pesar de que quizás este docente joven no sea tan experto sobre el papel, «ofrece una enseñanza mucho más moderna, que facilita mucho las cosas, porque se nota que dan las clases como les gustaría que se las hubiesen dado a ellos». Además, «una persona joven sabe lo que pide el mundo laboral, conoce las novedades tecnológicas y técnicas que pueden formar a los alumnos como buenos profesionales».

La opinión de esta joven es mayoritaria también entre sus compañeros. Ponen de ejemplo una vez que todos quedaron mucho más contentos con el profesor sustituto, un chico joven recién doctorado, que con la profesora que tenían como titular de esa asignatura. «Que se jubilen profesores de la Universidade de Santiago no es malo, la clase la dan mejor los docentes jóvenes, a pesar de las excepciones que pueda haber, como en todos lados», destaca.

De nuevo, en otra rama del conocimiento muy diferente como es la Medicina, están de acuerdo. La viveirense Marta Pérez se encuentra a sus 24 años en los cursos finales de este grado y les da la razón a sus compañeras, añadiendo además la importancia de que no exista un salto generacional tan grande entre el alumnado y el profesor, «algo que parece banal, pero en absoluto lo es si se quiere conseguir una buena experiencia y docencia, ya que a veces importa más la forma que el fondo a la hora de aprender». Esto está relacionado también con el uso de nuevas tecnologías y con el conocimiento de los modos de vida del alumnado, «que un profesor mayor tiene más complicado entender».

«Al menos en mi ámbito, muchos compañeros y yo notamos que los docentes entrados en años nos piden un nivel de exigencia mucho más elevado dentro del ámbito teórico y de las propias notas, algo que no sucede tanto entre los jóvenes, que son más prácticos y se centran sobre todo en que aprendamos lo que hay que saber para ser un buen profesional. Lo consiguen sintetizando las cosas, haciéndolas más accesibles y ayudándonos a afianzar en nuestras cabezas lo realmente importante», señala Marta. A pesar de esto, valora la experiencia de los mayores, «que atesoran muchísimo conocimiento».

«No sirve la excelencia teórica si luego no se sabe dar clase o no interesa darla, porque eso sí baja el prestigio de una universidad y, sobre todo, las ganas de los alumnos de entrar a esa institución», indica Clara Arias, que añade además que debería haber más control sobre quién y cómo da las clases «atendiendo al menos a las encuestas que todos los años nos envían desde la facultad, que las cubrimos, pero parece que nadie toma nota de ellas, porque no hay cambios de un año para otro».

El acceso de los futuros profesores

Para dar clase en la universidad existen varias vías, pero ninguna es sencilla. La forma más común para llegar a ser profesor titular, por supuesto, es quedarse haciendo el doctorado luego de los estudios de grado y de máster. El problema viene, como es lógico, cuando los docentes de mayor edad no se jubilan y optan por continuar en sus puestos sin dejar plazas libres a otros más jóvenes, algo que motiva que, en algunos casos, se tarden más de diez años en hacer convocatorias.

En estos momentos, los profesores titulares superan en su mayoría los cincuenta años, llegando en algunos grados a los sesenta. Además, existen muchos casos de personas que no se quieren jubilar para seguir dando clase aún más allá de los 65, a pesar de que ya jubilados pueden todavía seguir trabajando como profesores eméritos.

El resultado es que personas que no llegan a 30 años terminan el doctorado y tienen que competir con otras que avanzados los cuarenta no son titulares y tienen muchos más méritos que ellas, porque los profesores que van camino de 70 siguen en el cargo sin permitirles entrar ni tampoco actualizar sus clases, como lamentan los alumnos. Los jóvenes, por tanto, enlazan contratos temporales y no gozan de estabilidad laboral.

Otro de los problemas que se plantean emana ya desde la base. Los docentes universitarios en ningún momento aprenden a dar clase, a no ser que se lo busquen por su cuenta y gracias a su vocación, pues antes de saltar a las aulas lo único que se hace es investigar en los respectivos ámbitos académicos. Esto, según los alumnos, no favorece para nada la correcta enseñanza que merecen.